Solidaridad con el verdugo en Israel

Unas 5.000 personas se concentraron a comienzos de esta semana en la Plaza Rabin de Tel Aviv para homenajear al sargento Elor Azaria, que asesinó a sangre fría a un palestino en Hebrón en marzo. La víctima, junto a otra persona, atacó con un cuchillo a un grupo de militares. Resultó herido y cuando estaba en el suelo recibió un tiro en la cabeza disparado por Azaria. El militar fue encarcelado y acusado de homicidio por el Ejército, lo que no impidió que recibiera este viernes un permiso de 48 horas para pasar con su familia el comienzo de la festividad de la Pascua. Azaria, de 19 años, fue recibido como un héroe por sus vecinos de Ramle.

«Al final, el mensaje a los soldados debe ser claro», dijo Nava Boker, diputada del Likud, que asistió a la concentración. «Un soldado que neutraliza a un terrorista, incluso si se ha equivocado, no debería ser encarcelado».

Los abogados del sargento alegan que Azaria eliminó al joven porque temía que escondiera un artefacto explosivo que aún podría haber detonado. Las imágenes desmienten esa hipótesis porque durante varios minutos soldados y enfermeros pasan al lado de su cuerpo sin tomar ninguna medida de precaución. Sólo cuando un soldado herido en el ataque anterior ha sido ya evacuado el militar se acerca al lugar, habla brevemente con un compañero y dispara a la persona tendida en el suelo.

Netanyahu y su ministro de Defensa condenaron rápidamente la conducta del militar. Las últimas declaraciones del primer ministro son muy diferentes. Ha dicho que espera que el tribunal militar considere todas las circunstancias que rodearon al suceso, una forma de congraciarse con todos aquellos, votantes de partidos derechistas y ultranacionalistas que se han opuesto al encarcelamiento y proceso judicial.

Naftali Bennett, ministro de Educación y líder del partido aliado del Likud en el Gobierno de coalición, también mostró su apoyo a Azaria: «El soldado no es un asesino». El ministro de Defensa y otros miembros del Gabinete han defendido la decisión del Ejército de presentar cargos contra el sargento.

Muy pocos de los comentarios (por ejemplo, este de Bradley Burston) se molestan en recordar el hecho de que Azaria sirve en el Ejército como médico militar. Su obligación, como profesional de la medicina, era atender a cualquier herido que hubiera en ese momento, con independencia de su identidad. Él no era el militar al mando en esa zona. En vez de cumplir con su obligación, decidió tomarse la justicia por su mano. Su idea de justicia.

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