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Mayo 08, 2005

Esperando al ministro de Defensa

Ibrahim Yafari ha conseguido completar su Gobierno. Casi. Debería haberse tomado la molestia de comunicar a Hisham Abdul-Rahman al-Shibli que era su candidato al puesto de ministro de Derechos Humanos. Al-Shibli, que es suní, ha rechazado el nombramiento porque no acepta un cargo concedido por el hecho precisamente de ser suní.

Más importante es la elección de otro suní, Saadún al-Dulaimi, para la cartera de Defensa. Los partidos shiíes habían vetado varios de los nombres manejados para el puesto por sus relaciones anteriores con el partido Baas y el Ejército de la época de Sadam.

Al-Dulaimi, que fue militar, es un psicólogo que colaboró en el exilio con los grupos de la oposición. Forma parte de los clanes suníes más importantes de la provincia de Anbar, uno de los reductos de la insurgencia.

El Ministerio de Defensa es clave para enviar un mensaje a los suníes: la lucha contra los grupos violentos no se utilizará para castigar a toda la población suní. Al-Dulaimi se encuentra ante el reto de recuperar para la lucha contra la insurgencia a muchos oficiales del Ejército de la época de Sadam que pueden ser ahora útiles, siempre que no hubieran participado activamente en violaciones masivas de derechos humanos.

Con el apoyo de Washington, el anterior primer ministro, Iyad Alaui, inició esta repesca de antiguos mandos militares y policiales, muy cuestionada por los partidos shiíes. Ahora se proponen cortar de raíz cualquier vuelta al pasado y aún no sabemos qué efectos tendrá esta limpieza en las fuerzas de seguridad.

Los atentados ocurridos en los últimos diez días, en los que han muerto cerca de 250 personas, han dejado claro que el periodo de relativa calma que se disfrutó después de las elecciones ha tocado a su fin. Está claro que el primer objetivo del grupo terrorista de Al Zarqawi es provocar una guerra civil entre shiíes y suníes. Ya sabemos que para la gente de Al Qaeda los shiíes no están en una categoría muy diferente a la de los infieles.

La insurgencia nacionalista y suní dice tener como principal misión poner fin a la presencia de las tropas norteamericanas. Muchos políticos shiíes sospechan que lo que pretenden en realidad es recuperar el poder que disfrutaron en Irak durante décadas.

Una forma de eliminar este germen de conflicto sectario sería contar con políticos suníes en la elaboración de la Constitución y con policías y militares suníes en la lucha contra la insurgencia.

Se pueden apreciar las ventajas, y también los riesgos, de esta apertura en un excelente reportaje de Peter Maass, aparecido hace una semana en el dominical de The New York Times. Peter Maass, que ya escribió una gran pieza sobre la guerra ("Good Kills"), sigue los pasos de los comandos especiales de la Policía iraquí y de su jefe, el general Adnán Thabit.

Estos comandos responden al fuego con fuego. La mayoría de sus jefes son suníes y cuentan con buena información sobre la insurgencia. Son capaces de meterse en el corazón de la madriguera del enemigo y no les hacen ascos a utilizar los puños para sacar lo que sea necesario de los detenidos.

Maass cree que el modelo bélico que hay que tener en mente para describir la situación actual en Irak no es Vietnam, sino El Salvador. Ahí es donde entran los asesores norteamericanos con que cuenta el general Thabit:

Along with a dozen commandos, there were several American advisers in the room, including James Steele, one of the United States military’s top experts on counterinsurgency. Steele honed his tactics leading a Special Forces mission in El Salvador during that country's brutal civil war in the 1980's. His presence was a sign not only of the commandos' crucial role in the American counterinsurgency strategy but also of his close relationship with Adnan. Steele admired the general. "He's obviously a natural type of commander," Steele told me. "He commands respect."

Está por ver si Yafari y su nuevo ministro de Defensa permitirán que sigan existiendo unidades como ésta. Quizá lleguen a la conclusión de que lo mejor que puede pasarles a los shiíes es que la lucha contra la insurgencia se convierta en un asunto interno suní.

Posted by Iñigo at Mayo 8, 2005 09:18 PM

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Comments

El análisis sería impecable si no existiese el siguiente condicionante: la mayoría chií no desea la presencia de tropas de ocupación y quiere que abandonen el país cuanto antes. Sabe perfectamente que el gobierno es un simple títere que está atado y bien atado, tanto a nivel político como económico (Bremer hizo y ese gobierno no deshizo).

Saludos

Posted by: jmaznar at Mayo 8, 2005 11:56 PM

El Gobierno actual no tiene nada que ver con Bremer. Salió de las elecciones de enero. Una cosa es la decepción de la población shií por la tardanza en formar el Gobierno y otra muy distinta que no se sienta representado por él.

Posted by: Iñigo at Mayo 9, 2005 01:54 PM