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Diciembre 12, 2005

Examinando a Sharon desde Sevilla

Estoy en Sevilla asistiendo al II Diálogo de Medios UE-Israel, unas jornadas organizadas por la Asociación de Periodistas Europeos, la Fundación Tres Culturas y la Delegación en Israel de la Comisión Europea. Si el listado de nacionalidades no me falla, asisten periodistas de España, Israel, el Reino Unido, Alemania, Holanda y República Checa. Así que en los próximos días contaré cómo han sido unos debates muy interesantes en los que se ha hablado hoy, por ejemplo, sobre la visión bastante diferente que existe tanto en Israel como en los países europeos sobre la amenaza del terrorismo. Alejados del campo de batalla, todos nos hemos mostrado muy civilizados, aunque es obvio que las discrepancias existen.

Ahora me gustaría comentar algunos detalles sobre el momento actual de la política israelí. Había que aprovechar la oportunidad para chequear con los reporteros israelíes la escala del terremoto provocado por la formación del nuevo partido de Sharon y las expectativas que se abren de cara a las próximas elecciones.

La impresión más extendida es que el Likud camina con paso seguro hacia un estadio intermedio entre una derrota colosal y la extinción. Ayer se supo que el ministro de Defensa, Saúl Mofaz, también ha abandonado el partido para unirse a las filas de Kadima. Varios periodistas israelíes comentaban que Sharon ha conseguido su propósito de convertirse en el centro del escenario político, también en términos ideológicos.

Las deserciones han dejado al Likud restringido a su ala más derechista y nacionalista. Al calor de su popularidad personal, Sharon ha revolucionado la política israelí sin presentar más plan, de momento, que su propia figura. Y aquí es donde aparece una gran paradoja. Sharon, sea por convencimiento o por razones de estrategia electoral, niega de forma tajante que tenga en mente llevar a cabo nuevas retiradas unilaterales de territorio palestino, como la realizada en Gaza.

Sin embargo, los israelíes están convencidos de que eso es precisamente lo que va a ocurrir y la mayoría de ellos está a favor de dar ese paso. Es obvio que desconocen hasta dónde llegará Sharon en esa hipotética retirada, pero dan al actual primer ministro el beneficio de la duda. Como me decía un periodista israelí, es chocante que los israelíes apoyen de forma mayoritaria a un político del que saben, en cierto modo, que les está mintiendo.

La razón de este apoyo es que los israelíes han optado por dar una oportunidad a la carta unilateral que esgrime Sharon. Para ellos, la opción de acuerdos negociados con los palestinos no tiene mucho futuro, bien porque no confían en ellos o porque dudan de la capacidad de Abú Mazen de hacer cumplir un pacto o estabilizar la situación de los territorios palestinos.

Así que en los próximos meses, es probable que asistamos a declaraciones públicas de políticos israelíes, norteamericanos y europeos en favor de la Hoja de Ruta, pero pesará mucho más el compromiso al que llegará Sharon con sus votantes: quizá no haya paz con los palestinos, pero sí separación absoluta. Ellos tendrán su Estado, pero con las fronteras que elija Sharon. Que pueda llamarse a eso paz, es un asunto diferente.

(En mi opinión, esto se debe en parte al gran éxito de la retirada de Gaza. Por un lado, el Ejército pudo evacuar a los colonos con un uso limitado de la fuerza. Por otro, la operación no produjo ningún trauma nacional ni los colonos pudieron paralizar el país. De repente, la amenaza presente sobre cualquier retirada de territorio palestino se diluyó de forma súbita. Los colonos ya no estaban en condiciones de cumplir sus amenazas ni de amedrentar al Gobierno de Israel, sobre todo si estaba en manos de un político como Sharon).

En términos de aritmética electoral, el buen momento de Kadima en las encuestas, junto a una leve recuperación del voto laborista, puede permitir algo que no es frecuente en la política israelí: un Gobierno de coalición de dos grandes partidos, libre de las imposiciones (algunos dirían chantajes) de los partidos pequeños. Sería en cualquier caso un Gobierno de mayoría escasa, de entre 60 y 65 escaños, sobre un Parlamento de 120, y quizá el primer ministro prefiera reforzar esa ventaja con el apoyo de algunos partidos ultraortodoxos, más preocupados por las subvenciones que por las fronteras.

Como siempre en Israel, hay un gran interrogante que puede cortar las alas de los laboristas y mitigar la derrota del Likud. Me refiero a los atentados, como el de hace unos días en Netania. Me han contado que los sondeos hechos poco después ya registraban un descenso del partido laborista. Amir Peretz intentó compensar el impacto del atentado con su aparición en una conferencia de prensa rodeado por los principales ex generales que militan en la izquierda. Y aunque aparezcan vestidos de civil, puedo asegurar que lo que no pierden es ese aspecto de militares.

El ardid no fue muy efectivo. Al día siguiente, la prensa criticaba la imagen por artificial. Puede que lo sea pero si los atentados continúan, Peretz, sindicalista de profesión, tendrá que volver a emplear esta táctica e intentar desmentir la idea de que en Israel, en tiempos de zozobra, la única duda consiste en decidir a qué ex general se le entregarán los destinos del país.

La mayor preocupación de los periodistas israelíes que están en Sevilla va más allá de la próxima cita electoral. Se llama Irán y el riesgo de que en dos años pueda hacerse con el arma nuclear. Las últimas declaraciones del presidente iraní no han servido para que duerman mejor.

Lo cierto es que un reportero me recordaba que asistió a una reunión con un alto mando militar en 1992 en el que se comunicó a los periodistas que al régimen iraní sólo le quedaban por entonces cuatro años para estar en condiciones de fabricar armas nucleares. Alarmado, el periodista lo comentó con otros compañeros que estaban presentes y éstos les tranquilizaron con el argumento de que los militares siempre anunciaban este tipo de noticias. Era mano de santo para que los Gobiernos aflojaran el bolsillo y destinaran al Ejército los fondos necesarios para satifacer las peticiones del alto mando.

Ahora la amenaza va más en serio y todos reconocen que la crisis no podrá solventarse con medios militares con la misma facilidad con que los israelíes frenaron el programa nuclear iraquí gracias al bombardeo de la central de Osirak en 1981. Ataque, recuerdan con sorna, que fue ordenado por Begin sólo tres semanas antes de unas elecciones, circunstancia que podría repetirse ahora.

Además de obstáculos logísticos, como el hecho de que el programa nuclear iraní, sea militar o pacífico, está repartido en varias instalaciones, algunas fuera del alcance de un ataque aéreo, la opinión general es que esta vez es mucho menos probable una sorpresa de este tipo, según me han contado. ¿Por qué? Sharon no lo necesita para ganar unas elecciones.

Posted by Iñigo at Diciembre 12, 2005 11:51 PM

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Comments

Y, después de Sharon, ¿se producirá un "efecto UCD" en ese centro que preconizas? Supongo que cuando caiga la figura carismática, todo se reasentará de nuevo... Un saludo

Posted by: Agundez at Diciembre 13, 2005 12:27 AM

Si, si, pero con jabón Rosil

Posted by: Rompetechos at Diciembre 22, 2005 06:25 PM