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Mayo 12, 2010

Cameron, primer ministro

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La crónica de la llegada de Cameron a Downing Street:

Los británicos valoran mucho la experiencia en sus líderes políticos. Con sus 43 años, David William Donald Cameron se convirtió ayer en el primer ministro más joven de Reino Unido desde los tiempos de Lord Liverpool en 1812. Lo es desde que la reina Isabel II le confirió la responsabilidad de formar Gobierno, una vez que Gordon Brown presentó la dimisión.

Cameron compareció inmediatamente en Downing Street, como es habitual en la política británica, donde explicó a los periodistas sus grandes objetivos. Pero antes de ello, tuvo un detalle con el hombre al que había desalojado de la vivienda que estaba a su espalda.

“Comparado con una década atrás, este país es más abierto dentro de sus fronteras y más compasivo en el exterior. Y eso es algo por lo que deberíamos estar agradecidos. En nombre de todo el país, quiero rendir homenaje al primer ministro saliente por su largo historial de servicio público”, dijo sobre Gordon Brown.

Tras este elegante comienzo –difícil de escuchar en otros países–, Cameron confirmó lo que todos estaban esperando. Anunció que su intención es presidir un Gobierno de coalición con los liberaldemócratas y establecer una alianza para que dure toda la legislatura de cuatro años.

“Nick Clegg y yo somos líderes políticos que queremos dejar a un lado las diferencias de partido y trabajar duro por el bien común y el interés nacional –dijo Cameron–. Creo que es la mejor forma de tener el Gobierno fuerte y decisivo que hoy necesitamos”.

Tanto él como Clegg se reunieron después con sus respectivos grupos parlamentarios. Les informaron de las características del pacto y de los nombres de los ministros que integrarán el Gabinete. Cameron fue recibido entre aplausos y con fuertes golpes en las mesas, la forma tradicional de los diputados conservadores de expresar su apoyo al líder.

Al cierre de esta edición, aún no se habían hecho público el acuerdo. Según la BBC, ambos partidos tuvieron que hacer concesiones. Los tories aceptaron olvidarse de momento de dos promesas en las que habían insistido en la campaña: una desgravación fiscal extra a los matrimonios y la reducción del impuesto a las herencias.

En ambos casos, se trata de medidas muy gratas para el núcleo duro conservador que probablemente sólo podrán ponerse en marcha cuando mejore la situación económica. Por su parte, los liberales tuvieron que retirar su idea de conceder papeles a los inmigrantes ilegales. Una de las prioridades de Cameron es reducir la inmigración al Reino Unido.

El premio obtenido por el tercer partido no es pequeño. Llega al Gobierno por primera vez desde 1945 y tendrá a Nick Clegg como viceprimer ministro. Fuentes de las negociaciones indicaron que su partido tendrá seis representantes en el Gabinete.

Entre ellos, estará seguro Vince Cable que, como número dos del Ministerio de Hacienda, vigilará de cerca al nuevo ministro, George Osborne. La juventud de Osborne es uno de los factores que más preocupa a la City, un inmenso poder fáctico en Londres. Se supone que quedarán más tranquilos por la experiencia de Cable, pero el político liberal ha sido extremadamente crítico con la conducta de los bancos en los años anteriores a la actual crisis financiera.

Antes de que acabara la renión de su grupo parlamentario, los conservadores confirmaron tres de sus nombramientos. William Hague será ministro de Exteriores. Hague fue el líder tory que sustituyó a John Major y que inició la larga travesía del desierto del partido en la oposición.

Liam Fox se ocupará de la cartera de Defensa y Andrew Lansley, la de Sanidad. Anoche también se supo que el liberal David Laws será ministro de Educación.

La implicación de los liberales se notará en todas las carteras. En los ministerios con titular conservador, los de Clegg tendrán derecho a nombrar los llamados durmientes, cargos de confianza de segundo o tercer nivel que les mantendrán informados.

Después de cinco días de negociaciones a varias bandas, casi parecía que la letra pequeña era menos importante, pero en los próximos días ambos partidos tendrán que hacer balance de los principios que han tenido que abandonar para hacer posible el acuerdo. Los datos conocidos indican que tanto Cameron como Clegg han preferido arriesgarse hasta el final. La opción de un Gobierno minoritario apoyado por los liberales desde el Parlamento fue descartada desde el principio. Era la opción preferida por los sectores más duros del Partido Conservador, que nunca se han fiado de los liberales.

24 horas antes de la llegada de David Cameron a Downing Street, el acuerdo pareció tambalearse después de que Brown anunciara el comienzo de negociaciones entre laboristas y liberal demócratas. Esa vía de acuerdo se cerró al día siguiente por la mañana. La reunión entre ambas delegaciones acabó sin ningún acuerdo y de inmediato se dijo que no había muchas posibilidades de que se reanudaran.

En realidad, todo fue una jugada, maestra u oportuna, de los liberales. El leve escarceo con el partido de Gordon Brown obligó a los tories a elevar la puja. Hague comunicó en público, para que no hubiera ninguna duda, que ahora sí aceptaban la convocatoria de un referéndum sobre la introducción del “voto alternativo”.

Este sistema permite al votante ordenar de mayor a menor sus preferencias por los candidatos que se presentan en su distrito. El ganador es el que supera el 50% de los votos.

La idea había sido descartada por los negociadores conservadores hasta entonces por temor al rechazo en su propio grupo parlamentario. Cameron miraba de reojo a sus diputados. Clegg estaba obligado a hacer lo mismo. Corría el riesgo de que los diputados liberales más reacios a pactar con los conservadores consideraran insuficiente la oferta. Si el acuerdo no obtenía el 75% de votos afirmativos en el grupo parlamentario, Clegg tendría que convocar un congreso extraordinario para sacar adelante el pacto.

Ni a Cameron ni a Clegg les convenía este retraso. El primero dijo a los suyos que sin referéndum no habría Gobierno de coalición que garantizara un mandato seguro en el Parlamento durante toda la legislatura. Clegg explicó a sus correligionarios que la consulta era la “última oferta” que podían sacar de la mesa de negociaciones. La negociación había llegado a su fin.

Posted by Iñigo at Mayo 12, 2010 02:48 AM

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Comments

Por fin llegó tu admirado torie a primer ministro, estarás contento no? Llevas 6 meses haciendo campaña a favor de los tories y en contra de los laboristas, como si tus lectores fuésemos a votar en el Reino Unido... Cuando empiecen a torpedear a la UE y a privatizar lo que queda, no te quejes...

Posted by: parker at Mayo 12, 2010 09:26 AM

¿Campaña en pro de Cameron en este blog? Será que me he confundido y en vez de acabar en Guerra Eterna, donde he leído una buena cantidad de entrevistas y análisis políticos críticos con Cameron, he acabado en un blog pro-torie sin saberlo.

Posted by: Atlas at Mayo 12, 2010 11:04 AM

¿Ein?. parker, macho, te equivocas de blog. O eso, o deberías empezar a trabajar tu comprensión lectora, porque hace aguas.

Posted by: judio at Mayo 12, 2010 12:57 PM

El elegante comienzo, tan dificil de imaginar por estos lares, es bastante común en el Reino Unido. Incluso a veces puede combinarse con otra característica proverbial, el "wit" (una fina ironía).

Cuando Boris Johnson desplazó a Ken Livingstone de la alcaldía de Londres, lo primero que hizo fue glosar elogiosamente al alcalde saliente. Dijo entre otras cosas que los londinenses debían estar agradecidos a Mr. Livingstone "even if they have a funny way of showing it today".

Otra anecdota política britanica muy divertida, aunque no venga tanto a cuento. Durante los 11 años de la "dama de hierro" (aka Margaret Thatcher) no pocos se burlaron por lo bajo de su marido (y no siempre eran carcas derechistas quienes lo hacían...). Una vez alguien le preguntó por las buenas quien llevaba los pantalones en su casa. La respuesta es "wit" del mejor: "I do. And I wash and iron them, too."

Posted by: Rosie at Mayo 12, 2010 08:09 PM