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Agosto 15, 2011

Cameron quiere una guerra

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David Cameron ha elegido la carta del dramatismo en el discurso con el que ha intentado demostrar hoy que el Gobierno responderá con decisión a la ola de violencia de agosto (ya hay 1.593 detenidos, de los que 330 son menores de edad, y 926 acusados, muchos por comprar objetos robados en los saqueos). Convencido de que su electorado le examina ahora con lupa, ha hecho muchas promesas, algunas de ellas irrealizables, y ha pintado un cuadro tenebroso de la sociedad británica. Todo con la intención de justificar medidas que hubieran sido muy discutidas hace sólo unas semanas.

Como mejor forma de liberarse de responsabilidad, Cameron ha puesto el origen del inicio del “colapso moral” de parte de la sociedad en varias generaciones atrás. Su resultado: “Irresponsabilidad. Egoísmo. Conductas que rehúyen cualquier responsabilidad. Hijos sin padres. Colegios sin disciplina. Recompensa sin esfuerzo. Crimen sin castigo. Derechos sin responsabilidades”.

Esta sucesión de frases directas y contundentes sin verbo sólo tienen un destinatario: los informativos de televisión.

El mensaje de mano dura se ha convertido en una declaración de guerra a las bandas juveniles, muy peligrosas en barrios periféricos de las grandes ciudades. Cameron dijo que apoya los planes del ministro de Trabajo y Asuntos Sociales de convertir la vida de sus líderes en “un infierno”. Se trata de “acosarlos” con constantes visitas policiales y comprobar por ejemplo si tienen los papeles del coche en regla o han pagado la tasa de televisión. Tácticas en definitiva que será difícil que hagan mella en delincuentes peligrosos.

En el plano social, las medidas concretas escasearon, no así los objetivos. A la búsqueda de un titular con fuerza, Cameron puso el listón en un nivel casi inalcanzable: en cuatro años cambiar la vida de 120.000 familias problemáticas que supuestamente están en el origen de muchos de los problemas urbanos.

En una época en que el recorte del gasto social es un objetivo básico del Gobierno y los ayuntamientos disponen de menos fondos, no queda claro cómo se conseguirá un objetivo de esas dimensiones.

Gordon Brown ya prometió lo mismo en 2008. Entonces la cifra manejada era de 110.000 familias. Desde entonces, el número de familias afectadas por el programa ha sido de 7.300. Cameron dice que la culpa es de “la burocracia”, pero lo cierto es que el programa cuesta un dinero que los ayuntamientos no tienen.

Una medida concreta presentada por Cameron es la formación de un servicio social nacional para los jóvenes de 16 años para que durante unas semanas al año se dediquen a labores de voluntariado. Cameron quiere que ahí se enseñen los valores de “disciplina, deber y decencia”, los mismos que se supone que se aprenden en la escuela.

Muy poco después, Ed Miliband ha pronunciado otro discurso con el mismo tema, pero de contenido muy diferente. De forma muy cuidadosa, el líder laborista se desmarca de la vía represiva alentada por los conservadores y apunta a la responsabilidad de los privilegiados de la sociedad que no cumplen la ley sin sufrir ningún castigo ni censura social.

Según Miliband, “la avaricia, el egoísmo y la inmoralidad” no se encuentran sólo en las clases marginales de la sociedad. Lo mismo se puede decir de “los banqueros que se quedaron con millones mientras destruían los ahorros de las familias” o de los diputados que inflaban sus cuentas de gastos. Las familias tienen una gran responsabilidad, dijo, pero ¿cómo pueden unos padres ocuparse de sus hijos con jornadas de 70 horas a la semana?

Todo el mundo coincide en que se trata de un problema muy complejo y de difícil solución. Pero al Gobierno le interesa describirlo en términos tajantes. Es una guerra (digamos que las Malvinas de Cameron) y ahí sólo queda ponerse del lado del Gobierno. Lo malo es que no parece tener muy convencidos a los uniformados.

Las tensiones entre el Gobierno y la policía han llegado a un punto sin precedentes. La razón es Bill Bratton, ex jefe de policía de Nueva York y Los Angeles, nuevo asesor de Cameron. Si no fuera norteamericano, es probable que el Gobierno ya le hubiera nombrado jefe de Scotland Yard. Los jefes policiales se consideran menospreciados por el Gobierno por creer que alguien de fuera pueda darles lecciones. Quien se ha mostrado más enfurecido es Hugh Orde, candidato al puesto de Scotland Yard: “No estoy seguro de que quiera aprender sobre bandas de una zona de EEUU que tiene 400 de ellas”.

Bratton tuvo mucho éxito en ambas ciudades norteamericanas en su lucha contra las bandas criminales. Los mandos policiales afirman que el estilo policial norteamericano no tiene nada que ver con lo que se ha hecho durante décadas en el Reino Unido. La idea que tanto gusta al Gobierno de que las bandas deberían temer a los policías hace pensar en un estilo más agresivo que quizá choque con la Convención Europea de Derechos Humanos, que por otro lado no cuenta con muchos partidarios entre los conservadores.

Los mensajes de Cameron en favor de la “tolerancia cero” también molestan a los mandos policiales. El comisario jefe de West Midlands los ha llamado “eslóganes vacíos”.

La policía no reconoce la descripción atroz que hace Cameron de la seguridad en las calles británicas. Las cifras oficiales sobre delincuencia estaban en mínimos históricos antes de la violencia de agosto. En el último año, sí hubo un 14% en el aumento de robos en hogares, pero la cifra del año anterior había sido la más baja de los últimos 30 años.

Como suele ocurrir, hay una diferencia entre la realidad del crimen y la inseguridad en las calles y la percepción que la opinión pública tiene de ella. En lo segundo, influyen tanto las declaraciones de los políticos como los mensajes de los medios de comunicación. Cuando la situación está fuera de control, o parece estarlo, lo segundo es lo que manda.

Posted by Iñigo at Agosto 15, 2011 09:05 PM

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