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Septiembre 11, 2011

El negocio del 11-S

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Mercenarios en las guerras de Irak y Afganistán. Empresas que trabajan para la CIA en tareas de inteligencia. Contratos para KBR y otras multinacionales para ocuparse de la intendencia y el suministro de las tropas en el extranjero. Agentes de seguridad privada en aeropuertos. Un nuevo ministerio que destina cada año decenas de miles de millones de dólares a reforzar la seguridad del país. Y nunca se consigue el objetivo. Siempre hay que gastar más.

El 11-S ha creado una industria de la seguridad en EEUU que se alimenta a sí misma de forma constante gracias a un discurso político alarmista por el que en cualquier momento se puede producir una tragedia de dimensiones impensables. ¿Quién puede escatimar dinero si la seguridad está en juego? Cuando se plantea la pregunta en estos términos, los votantes no dudan. Cualquier cosa antes de sufrir una tragedia como la del 11-S. Hay que gastar, gastar, gastar.

Nine days after the tragedy, Congress committed $40bn to fortify America's domestic anti-terror defences. In 2002, the figure was a further $36.5bn. In 2003 it was $44bn. More than 260 new government organisations have been created since 2001. The biggest of all is the Department of Homeland Security, whose workforce is 230,000-strong and awaiting new headquarters in Washington, which will be the biggest new federal building since the Pentagon.

Recuerdo que en 2001 algunos congresistas republicanos amagaron con oponerse a la creación del nuevo Departamento de Seguridad Interna. Parecía la típica obsesión conservadora por limitar el gasto público. Los fallos de coordinación entre el FBI y la CIA, sin contar a otros muchos servicios de inteligencia, justificaban cambiar el funcionamiento de la Administración en este punto.

Lo que ocurrió luego justificó en parte los temores de esos congresistas. El nuevo Ministerio es un monstruo que riega de fondos públicos incluso a las instituciones de zonas de EEUU que nunca van a sufrir un atentado terrorista.

A una escala menor, lo mismo ha ocurrido en Nueva York. Un montón de gente ha convertido el 11-S en una forma muy rentable de ganarse la vida.

Bueno, al menos no sirvió para que Rudolph Giuliani se convirtiera en presidente. Eso ya es algo.
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El negocio no tiene que ver sólo con el dinero.

La mejor respuesta ante el terrorismo: Refuse to be Terrorized, de Bruce Schneier. Hoy Spencer Ackerman incide en la misma línea: How to Beat Terrorism: Refuse to Be Terrorized.

Es decir, todo lo contrario de lo que se ha hecho desde 2001.
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Sobre teorías de la conspiraciones, aviones que son misiles, edificios demolidos desde dentro y tripulaciones que desaparecen, aún conviene leer el reportaje que Popular Mechanics publicó en 2005.

Posted by Iñigo at Septiembre 11, 2011 07:41 PM

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Comments

Más allá del negocio está el terrorismo emocional que hemos sufrido los neoyorquinos en nombre de esa seguridad con la que han hecho negocio. Un negocio que también sirve para justificar diez años de violencia de los gobiernos contra sus habitantes.
http://www.cronicasbarbaras.com/2011/09/pornografia-emocional-de-una-catastrofe.html

Posted by: Barbara Celis at Septiembre 11, 2011 10:31 PM

No entendí nada podrían ser mas claros por favor...

Posted by: juan manuel at Septiembre 13, 2011 04:40 PM