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Agosto 02, 2005

El oscuro legado de Fahd

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Marbella ha sufrido un duro golpe con la muerte del rey Fahd de Arabia Saudí. Los millones de euros que llovían sobre la ciudad malagueña en algunos veranos se secarán, quizá para siempre. Es poco probable que el austero Abdula se embarque en una voraz carrera por aliviar a las joyerías de la Costa del Sol de su pesada carga.

El principal damnificado por la muerte del monarca tiene nombre de mujer, lo que no es muy habitual en el reino saudí. Se trata de su viuda, Jawhara al-Ibrahim, cuyo poder residía en su capacidad de restringir el acceso al incapacitado monarca. Fahd sufrió un derrame cerebral en 1995 y nunca se recuperó por completo. Jawhara favoreció los intereses del clan al-Ibrahim y sus integrantes aprovecharon la oportunidad para enriquecerse. Perdón, para enriquecerse aún más.

Los asuntos del Estado continuarán en manos de Abdula, como lo han estado en los últimos diez años. Es de prever que a partir de ahora su legitimidad quedará reforzada. Ya no será sólo el príncipe heredero y gobernante de facto del país. Ahora tendrá la posibilidad de poner en marcha las reformas de las que se dice que siempre ha sido el mayor valedor.

Sin embargo, la política saudí se mueve en un complicado equilibrio entre los miembros más veteranos de la familia real saudí. Abdula y el nuevo príncipe heredero, el ministro de Defensa Sultán, suelen aparecer como los más predispuestos a reformar las fosilizadas estructuras saudíes.

Frente a ellos, se encuentran el reaccionario ministro de Interior -el príncipe Naif-, y el gobernador de Riad, el príncipe Salmán. Ambos encarnan el sector más integrista, partidario de mantener sin cambios las privilegiadas relaciones con la secta integrista de los wahabíes. Por hablar más claro: con las ideas que han exportado por todo el mundo la versión más intransigente del Islam.

A Abdulá se le suelen adjudicar 82 años, una edad similar a la de Sultán (Naif y Salmán están en torno a los 70). La edad de los gobernantes saudíes suele ser un pequeño misterio. Cuando nacieron en los años 20 y 30, no había muchos registros oficiales en una sociedad de beduinos que aún no sabía de las obligaciones de un Estado moderno.

En cualquier caso, todos son venerables ancianos que forman una gerontocracia muy alejada de un país en el que más del 60% de los habitantes tienen menos de 18 años. Desde la muerte del rey Abdul Aziz en 1952, la línea sucesora se ha comunicado a través de sus hijos sin saltar una generación. En estas condiciones, parece imposible que los saudíes puedan ser gobernados por un monarca de menos de 70 años.

Fahd ha aparecido en los medios de comunicación como una de las figuras más importantes de Oriente Medio, lo que revela cómo las necrológicas periodísticas gustan de huir de las valoraciones negativas. En los últimos diez años, la participación de Fahd en la política internacional ha sido entre nula e irrelevante. De su país, no puede decirse lo mismo.

En los últimos diez años, Arabia Saudí ha evolucionado desde una crisis estructural de la que no podía salir sin reformas profundas a una plácida existencia al calor de un barril de petróleo que quizá ya no baje de 50 dólares en esta generación.

En este periodo de tiempo, la influencia religiosa del reino saudí ha cobrado aires más siniestros. Mezquitas y madrasas del mundo islámico han brotado por todo el planeta gracias a los fondos donados por las fundaciones religiosas saudíes. Muchos de esos centros se han convertido en una escuela de fanatismo.

Los saudíes exportaron su visión medieval del Islam a países en los que la tradición teológica era mucho más abierta. Los muyaidines procedentes de la península arábiga encontraron un terreno mucho más fértil en Afganistán y en el código tribal de los pastunes.

A pesar de los diferentes estilos de vida, Arabia Saudí era un aliado fundamental de EEUU y Europa, y el rey Fahd, un gran amigo de los gobernantes norteamericanos y de los reyes europeos. No sabían que los súbditos de ese monarca se estaban preparando para convertir las grandes ciudades en un sangriento campo de batalla.

Recompensa para un terrorista. Guerra eterna.
The Saudi Paradox. Michael Scott Doran. Foreign Affairs.

Posted by Iñigo at Agosto 2, 2005 02:51 PM

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Comments

Seguro que si en España se declara un día de luto nacional el dia que muera Pinochet todos lo censurariran, y en los informativos se harian amplios reportajes sobre lo cruel que fue su gobierno; pero cuando el dictador es el rey Fath todo son loas a su reinado y a su amistad con nuestro pais. Me averguenza que nuestros medios de comunicación, (a excepción del informativo de CNN+/Canal+ y la versión digital de El Mundo), nos presenten a un sanguinario dictador como un adalid del pacifismo en oriente medio, que deveria ser comparado con prohombres como Ghandi o Luther King.

Nuestro gobierno se llena la boca hablando de talante y paz y luego declara un día de luto nacional por el rey Fath e intenta vender armas a China. Ya va siendo hora de que deje la hipocresia a un lado, o sino que deje de culpar al gobierno anterior de actuar de manera ruin por apoyar a Estados Unidos.

Apoyar la guerra de Iraq fue un acto deleznable teniendo en cuenta los motivos y las pruebas, pero no lo es menos apoyar y elogiar a dos de las más sanguinarias dictaduras.

Posted by: Anonymous at Agosto 6, 2005 02:03 AM