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Octubre 10, 2005

Los sueños y las pesadillas de Kanan Makiya

Kanan Makiya es un hombre valiente que apoyó la invasión de Irak porque pensó que era la única manera de acabar con la dictadura de Sadam. Su libro, "The Republic of Fear", publicado de forma anónima en 1989, sirvió para que Occidente tuviera el primer relato coherente de la diabólica arquitectura del poder que regía en Irak desde los años sesenta.

Las historias anteriores no recibieron mucha atención. En EEUU, porque el Irak de Sadam era "nuestro hijo de puta" en la lucha contra la revolución iraní. En Europa, por el apoyo de Irak a la causa palestina y sus buenas relaciones con varios partidos socialdemócratas europeos.

Después de "The Republic of Fear", ya no se podía mirar hacia otro lado.

El ejemplo moral de Makiya fue una de las razones por las que muchos periodistas y académicos progresistas apoyaron en EEUU la invasión. Les llamaron "liberal hawks" ('liberal' es un adjetivo que en EEUU se utiliza para describir a los progresistas, en general de forma peyorativa si la palabra la pronuncia un político conservador).

Uno de esos periodistas fue George Packer, de la revista The New Yorker, que acaba de publicar un libro ("The Assassins' Gate: America in Iraq") que algunos ya consideran de lectura obligada. Packer llega en su libro hasta terrenos que otros periodistas norteamericanos han preferido no pisar. No se limita a describir el caos de la postguerra iraquí ni a enumerar los flagrantes errores del primer año de ocupación del país por EEUU.

En su libro, Packer describe por qué la aventura iraquí estaba lastrada de origen por dos prejuicios ideológicos: el deseo de Wolfowitz de corregir la decisión de 1991 de no culminar la guerra de entonces con el derrocamiento de Sadam, y la obsesión de los neoconservadores por ayudar a Israel y enterrar a sus enemigos.

No debe sorprender, y tampoco escandalizar, que estos políticos y académicos crean que el apoyo a Israel debe ser uno de los ejes de la política exterior norteamericana. Menuda novedad. Lo que despierta el interés de Packer es que estas personas se comportaban como embajadores del Likud en EEUU trazando una estrategia que respondía más a los intereses del partido de Sharon y Netanyahu que a los de su propio país.

La invasión de Irak estaba, por tanto, planteada de forma ideológica. El presunto arsenal nuclear de Irak era una razón de peso, pero la bondad de la decisión de ir a la guerra se justificaba por sí misma. Y por eso, y por la negligencia criminal que se puede achacar a los políticos cuando piensan que defienden la verdad, ni se molestaron en analizar cómo debería ser la postguerra iraquí. Es más, pensaron que preparar el día después de la victoria sólo serviría en la práctica para descubrir problemas y obstáculos que harían más difícil la idea de enviar a las tropas.

Kanan Makiya es un protagonista esencial del libro de Packer. Makiya es un idealista que se negaba a permitir que los crímenes de Sadam quedaran ocultos bajo una cortina de terror y de realpolitik. Tampoco estaba dispuesto a aceptar que los iraquíes estén condenados a ser gobernados por regímenes autoritarios. En cierto modo, era un liberal en un país que no tiene un largo historial en la defensa de las ideas democráticas, sean liberales, socialdemócratas o de cualquier tendencia.

Makiya ya no es tan optimista. En una reciente mesa redonda en Washington, ha hecho balance de la penosa situación del país:

"Instead of the fledgling democracy that back then we said was possible, instead of that dream, we have the reality of a virulent insurgency whose efficiency is only rivaled by the barbarous tactics it uses."

La violencia, contaba Makiya, está destruyendo la esperanza de que Irak pueda sobrevivir como país. Y la alternativa sobre la que se quiere construir el futuro, el proyecto de Constitución, no le inspira mucha confianza. De hecho, sospecha que sólo conducirá al país a la división en cantones étnicos o, algo peor, a la guerra civil.

Es difícil culpar a la gente como Makiya de las consecuencias de decisiones que él no ha tomado. Sí es un símbolo involuntario de todo lo que fue mal en los meses anteriores a la guerra en relación a los exiliados iraquíes. Los planes de Washington se basaban en la defensa de oportunistas como Ahmed Chalabi y en el ejemplo moral de disidentes como Makiya. Por razones diferentes, los dos les han fallado.

Ahora Chalabi está en el bando de los políticos proiraníes y Makiya se hunde en el pesimismo. La reconstrucción de uno de los mayores países de Oriente Medio estaba edificada sobre arena. Otro gran éxito de las utopías.

Posted by Iñigo at Octubre 10, 2005 07:14 PM

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Comments

Me gusta su post, creo que estamos viendo otro nuevo vietnam no solo a nivel de Irak si no tambien a nivel de la falta de ilusion de los propios Americanos que en un principio apoyaron la guerra...

Posted by: chochis at Octubre 11, 2005 03:08 PM

Sabemos como comenzó y porque. Pero no tenemos ni la más minima idea de como terminará. De momento se ve que muy mal.

¿Los grandes ganadores????

Primero la Halliburton de Dick Cheney y demás corporaciones amigas. Y después los Iraníes. Un gobierno Chií en Irak es lo que más les convenía. Y los americanos se lo dieron. Atentos.

Posted by: Uno más at Octubre 11, 2005 09:33 PM