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Enero 10, 2010

La maldición de Eton

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El alcalde de Londres, Boris Johnson, es un experto en poner de los nervios con sus declaraciones extravagantes a todo el mundo, incluido su partido. El periodista de la BBC Andrew Marr le preguntó en directo si no pensaba que había demasiados 'old Etonians' (antiguos alumnos del selecto colegio de Eton) en la cúpula de los conservadores.

"Muy buena pregunta", respondió Johnson. "Creo que la respuesta a eso es... Por cierto, no recuerdo a qué colegio fuiste, Andrew". "Loretto", respondió el sorprendido periodista. Es el colegio más pijo de Escocia, donde la matrícula no sale por menos de 6.600 euros. Cada trimestre.

Buena jugada la de Johnson, pero los periodistas no se presentan a las elecciones. Eton y su imagen de cantera de los privilegiados hijos de la élite persiguen a los tories. En mitad de una profunda recesión económica, un futuro Gobierno conservador tendría que pedir sacrificios a la opinión pública. Resulta más complicado cuando los gobernantes tienen la vida resuelta desde que eran estudiantes.

Las diferencias de clase son un asunto que continúa muy presente en la vida pública británica. No consiste sólo en el expediente académico. Según The Economist, la clase se define por una compleja amalgama de "educación, dinero, profesión, acento, vocabulario, aspecto y costumbres".

Los laboristas amagan de vez en cuando con hacer de la guerra de clases uno de los ejes de su próxima campaña electoral. No parece que sea una estrategia con la que se pueden ganar unas elecciones, pero los tories saben que es un flanco vulnerable.

17 de los 31 miembros del Gobierno en la sombra que dirige David Cameron han estudiado en caros colegios privados. Casi todos ellos ocultan el dato en las biografías oficiales que aparecen en la web del partido, como si fuera un detalle oscuro que no conviene recordar. Sólo cinco lo admiten.

La biografía de Cameron no incluye sus años pasados en Eton, donde también estudió Boris Johnson. Cuando coincidieron en Oxford, compartieron cenas y juergas en el Club Bullingdon. Básicamente, consistía en que los estudiantes se vestían como aristócratas, bebían hasta emborracharse, causaban algunos destrozos en restaurantes y pagaban después los desperfectos.

Cameron ha dicho que está "desesperadamente avergonzado" de los recuerdos etílicos de esa época. Johnson, que ha construido un personaje muy diferente, no se permite tal debilidad.

Las últimas encuestas sitúan a los laboristas a unos diez puntos de los tories, la menor diferencia en un año, y eso ha dado nuevos bríos al partido de Gordon Brown. Por primera vez en mucho tiempo, creen estar en condiciones de negar la victoria a Cameron en las elecciones que se celebrarán en primavera.

El argumento de clase es una de las balas guardadas. Uno de los últimos en disparar ha sido el ministro de Interior, Alan Johnson. Tiene más credibilidad que otros políticos para utilizar ese discurso. Huérfano desde los 12 años, dejó la escuela a los 15 y fue criado por su hermana mayor. "Los conservadores son el partido de la riqueza heredada de familia y la educación privada", dijo Johnson.

Según un sondeo de The Times, la estrategia no funciona. Un 58% no cree que sus "antecedentes privilegiados" vayan a hacer que Cameron "ayude a los ricos, en vez de a todo el país" si llega al Gobierno.

Algunos ministros laboristas, como Alistair Darling y Peter Mandelson, creen que la carta clasista es un error. Como han salido reforzados de la última rebelión contra Brown esta semana, parecen en condiciones de imponer una campaña que vaya más allá de convencer a los ya convencidos. La guerra contra los ricos no sacará al país de la crisis, dicen.

Los tories ya se ocupan de no dejar el flanco expuesto. Han apoyado la tasa del 50% a los bonus bancarios y han prometido que no bajarán el impuesto de la renta en su primer año de Gobierno. Como si dijeran que la prioridad será sanear las finanzas públicas, y no echar una mano a sus ricos amigos.

¿Resultaría creíble una ofensiva clasista de los laboristas? Hay antecedentes que hacen dudar. Peter Mandelson es el autor de una de las frases más citadas de la política británica. Se utiliza para demostrar que el Nuevo Laborismo no tuvo inconvenientes morales cuando se metió en la cama con el sector financiero. "No tenemos problemas con que la gente se haga asquerosamente rica, siempre que pague sus impuestos", dijo Mandelson.

En su favor, hay que decir que no siempre se cita la referencia a los impuestos. Eso no molesta ahora a los laboristas. Preferirían que no se recordara la primera parte de la frase.

Posted by Iñigo at Enero 10, 2010 04:03 PM

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Comments

Nunca fue una maldición, y el autor en la exposición de los hechos no cree que lo vaya a ser, pero aún así titula de tal guisa.
¿es usted periodista?

Posted by: Yal at Enero 11, 2010 10:12 PM