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Septiembre 27, 2011

Los valores de Ed Miliband

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“Ya sabéis que no soy Tony Blair. Y que no soy Gordon Brown”, ha dicho Ed Miliband en su discurso ante el congreso anual laborista. Esa era una información que los dirigentes de su partido ya tenían, pero por alguna razón Miliband quiso subrayarla. “Soy yo mismo y voy a hacer las cosas a mi manera”. Fue una llamada a la tranquilidad destinada a aquellos laboristas nerviosos porque creen que tras un año en el puesto aún no ha impreso su sello en la política británica.

Fue también una denuncia de los excesos del capitalismo y una defensa vigorosa del Estado de bienestar. Contra los que le piden un regreso al centro, Miliband no cesó de hablar de los valores de la socialdemocracia en una época en que la ortodoxia económica afirma que el Estado debe cumplir su labor con muchos menos recursos.

Es por eso que en una primera reacción varios analistas han coincidido en denominarlo el discurso más radical de un líder laborista en una generación. Quizá porque Blair y Brown gestionaron, excepto al final, una época de prosperidad. Pero su discurso se ha producido en el mismo día en que la empresa aeronáutica BAE ha anunciado el despido de 3.000 trabajadores, la mayoría cualificados, a causa supuestamente de los recortes en los gastos de defensa en EEUU y Reino Unido.

El panorama contra el que alerta Miliband parece muy real. “Vivimos tiempos peligrosos para Gran Bretaña. Los planes de austeridad del Gobierno están fracasando. Podemos sentir el miedo de la gente ante el futuro”, ha dicho.

El líder laborista no plantea soluciones alternativas concretas. Eso había quedado para el día anterior, cuando Ed Balls presentó las propuestas del partido para recuperar el crecimiento económico. Miliband ha preferido hablar de valores, consciente de que todo líder joven –tiene 41 años– debe dejar patente en primer lugar en qué cree.

Entre sus influencias ideológicas, ha citado a un economista liberal, William Beveridge, que en 1942 elaboró un informe que fue el pilar sobre el que se construyó el Estado de bienestar después de la Segunda Guerra Mundial. Eso le ha servido para hacer una defensa apasionada de la sanidad pública –algo en lo que compiten todos los políticos del país–, pero con la intención de castigar a los conservadores. “No se puede confiar en los tories en relación al NHS” (siglas del servicio público de salud), ha afirmado ante los aplausos del auditorio, que esperaba escuchar precisamente eso.

Miliband ha querido diferenciar dentro de la empresa privada a los “productores” de los “depredadores”. Los primeros serían los creadores de empleo y riqueza. Los segundos, las grandes empresas que sólo se guían por los beneficios sin ninguna responsabilidad social. Parece una distinción un poco maniquea, porque los primeros a fin de cuentas no pueden sobrevivir sin beneficios. Pero Miliband tenía un buen ejemplo para demostrarla, el de la empresa Southern Cross, la mayor propietaria de residencias y pisos para jubilados cuya gestión por un fondo de inversiones la envió a la ruina. También se ha referido a las empresas de energía, que en las últimas semanas han aplicado subidas astronómicas del precio de la luz y el gas.

Ha sido un discurso pensado para ganarse el apoyo de la audiencia, sin demasiados puntos de interés para votantes indecisos y mucho menos para los de otros partidos. Miliband pretendía dejar claro que la crisis es motivo suficiente para que los laboristas no abandonen sus valores de siempre. Para buena parte de la prensa, eso es un giro a la izquierda. Los militantes laboristas lo verán como una invitación a no rendirse.

A corto plazo, poco importa. No va a haber elecciones el próximo año ni el siguiente. Lo más probable es que la legislatura no termine hasta su fecha límite, 2015, o como poco, el año anterior. Miliband tiene tiempo para seguir creciendo como líder. Aun así, creo que el tiempo se le acaba. La gente espera de él algo más que la defensa de los valores que se le suponen, por ejemplo respuestas concretas a problemas reales.

Por otro lado, esta crisis tiene pinta de ser capaz de cargarse a gobiernos y a los gobiernos que los sustituyen. Quedarse en casa esperando a que pase el cadáver del enemigo es una opción interesante.
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Lo de los valores tiene sus límites. Varios dirigentes laboristas insisten en pedir disculpas por su gestión de la inmigración en los años de Blair y Brown. Es una forma de congraciarse con la clase media del sur de Inglaterra que se cree todo lo que dice la prensa tabloide, en especial el Daily Mail.

Posted by Iñigo at Septiembre 27, 2011 09:33 PM

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