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Mayo 09, 2007

Un duelo con las cartas marcadas

Como en los duelos del viejo Oeste, Bush y el Congreso de EEUU se contemplan recelosos desde ambos lados de Washington. No es que aún duden en ser el primero en disparar. Ambos han hecho ya uso de sus armas, pero tras la primera andanada ninguno ha mordido el polvo.

El Congreso aprobó la financiación de las guerras de Irak y Afganistán con una nota a pie de página que estalló como una bomba: el comienzo de la retirada de Irak. Bush vetó la ley y dejó que los demócratas hicieran la siguiente jugada: ¿se atreverían a dejar a las tropas sin sus hamburguesas y la munición? Poco probable.

Para no jugárselo todo a una carta, los congresistas opuestos a la guerra tienen un plan B. Pretenden aprobar un presupuesto que conceda al Pentágono los fondos necesarios para seguir jugando a 'El imperio contraataca' hasta finales de julio. Y en agosto volver a votar sobre el inicio de la retirada.

Bush cuenta con su propio plan B. No pasa de ser una versión repetida del A. Consiste en volver a vetar esa ley. La Casa Blanca, que nunca ha sido un prodigio de flexibilidad (por decirlo en inglés, my way or the highway), confía en que los demócratas hagan honor a la fama que les adjudican sus adversarios: no soportan una pelea a cara de perro. ¿Se asustarán ahora a pesar de contar con el apoyo de los sondeos?

En la prensa de EEUU han aparecido algunos artículos según los cuales políticos y militares esperarán a septiembre para comprobar si la última escalada militar en Irak obtiene los frutos deseados. No es exactamente la unidad Friedman (los próximos seis meses serán decisivos y todo eso), pero se le acerca.

Todo es teatrillo y el Ejército no tiene motivos para hacer de corista. El alto mando militar ya ha anunciado que el aumento del número de tropas decretado hace unos meses se prolongará hasta la primavera del 2008. Y será entonces cuando vean si el recuento de cadáveres se les ha ido de madre otra vez.

La gran paradoja es que la lucha contra insurgencia sólo puede tener éxito gracias a... la insurgencia. Si los grupos armados suníes y las milicias tribales de la provincia de Anbar convierten su enfrentamiento con Al Qaeda en una guerra abierta, quizá los atentados más violentos contra la población civil toquen a su fin. Lo malo para EEUU es que no pueden contar con que la insurgencia iraquí, que puede ser tan brutal como los yihadistas, se quede a disfrutar de la benevolencia norteamericana una vez eliminados sus nuevos enemigos.

Siempre ha estado claro que Bush no retirará de Irak ni a los mecánicos antes del final de su mandato. La mayoría de sus compatriotas lo sabe. Por eso, no es extraño que su índice de popularidad se acerque cada vez más al de Ahmadineyad. No en Irán, sino en EEUU.

Posted by Iñigo at Mayo 9, 2007 10:55 PM

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