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Mayo 07, 2010

Cameron tiene al enemigo en casa

Los tories deberían besar el suelo por el que pisa David Cameron. Después de enviar a tres líderes a que fueran masacrados en las urnas por Tony Blair, los conservadores habían encontrado en él a un líder de aires modernos, muy consciente del valor de la imagen y con un lenguaje menos estridente que sus predecesores. En pocas palabras, Cameron era un conservador que no daba miedo a las clases medias urbanas. Por eso, con él estaban en condiciones de poner fin a 13 años laboristas. Su prestigio debería ser máximo.

Nada más lejos de la realidad. El sector más tradicional del partido, con una amplia representación en el grupo parlamentario, siempre ha mirado con desconfianza a Cameron y su grupo de asesores. A todos les llaman “la banda de Notting Hill”, por la zona de Londres en la que viven la mayoría de ellos.

De puertas para dentro, algunos comentarios son brutales. “¿Has visto esas cosas de la webcameron?”, preguntó un diputado tory a otro refiriéndose a los vídeos de Cameron, grabados algunos en la cocina de su casa y que el partido cuelga en YouTube. “Sí, la verdad es que le hacen parecerse a uno de esos terroristas que salen en Al Jazeera”, respondió otro parlamentario, según The Times.

El artículo continúa en Público.es.

Y aquí está la crónica de la jornada de hoy:

Sólo fue una llamada telefónica que duró 10 minutos y aún nadie sabe si fue un mero trámite o el inicio de una gran amistad. David Cameron y Nick Clegg hablaron para establecer las líneas generales de los primeros contactos entre los dos partidos. Esta noche se celebra la primera reunión de las delegaciones de ambos partidos en un proceso que no tiene el éxito asegurado y que podría prolongarse durante semanas.

El partido ganador de las elecciones sufrió un baño de realidad. Sus 306 escaños se quedan a 17 de la mayoría absoluta real, porque no se espera que los cinco diputados del Sinn Fein tomen posesión de sus puestos. Es casi seguro que añadirá uno más cuando se celebren en tres semanas las elecciones en el distrito de Thirsk y Malton. Puede contar con el apoyo de ocho diputados unionistas, pero tampoco es suficiente.

Cameron necesita a Clegg. Por eso, el líder conservador le hizo una propuesta para llegar a un pacto estable: “Hay motivos para intentar un acuerdo que vaya más allá de mantener a un Gobierno conservador en minoría. Por eso, quiero hacer una oferta abierta a los liberales demócratas. Quiero que trabajemos juntos para afrontar los graves y urgentes problemas del país”.

En lo que más interesa a Nick Clegg, Cameron fue tan cauto que sus palabras sonaron a una oferta de mínimos que tiene poco futuro. Se limitó a decir que la reforma política es necesaria, incluida la del sistema electoral, que cada partido tiene sus ideas y que se podría organizar una comisión formada por todos los partidos para avanzar en los cambios.

Formar el Gobierno de forma inmediata y aplazar la discusión del sistema electoral en un proceso que se prolongará durante meses no es algo que atraiga mucho a los liberales. De hecho, es la misma oferta que escucharon a Edward Heath en 1974 y que rechazaron rápidamente.

Cameron sabe que buena parte de su partido se levantaría en armas si se concediera a Clegg un cambio en la forma de elección de los diputados. La influyente web conservadora Conservative Home le recordó sólo unas horas más tarde que la representación proporcional dividirá a los tories y “les impedirá llegar al Gobierno durante años”. Y no se quedaba ahí: “Es imposible que un líder conservador acepte la representación proporcional, incluso si estuviera a favor, y pueda seguir en el cargo”.

No es eso lo que espera escuchar Clegg. Los liberales han sufrido un tremendo varapalo con el resultado: 57 escaños, cinco menos que en 2005. Toda la expectación creada por la actuación de su líder en campaña se ha quedado en nada. Sus 6,8 millones de votos parecen desperdiciados.

Cada escaño les ha costado 119.397 votos. A los laboristas, 33.338. El partido de Gordon Brown ha tenido 8,6 millones de votos y 258 escaños.

Clegg cumplió lo que había dicho en campaña. Aceptó que el partido con más votos y escaños sea el primer encargado de formar Gobierno. Admitió la decepción por el resultado y dejó claro que la reforma electoral es ineludible para su partido: “No refleja las esperanzas y aspiraciones del pueblo británico. Con independencia de lo que ocurra en las próximas horas, días y semanas, continuaré luchando, no sólo por una mayor responsabilidad en la política económica, sino también por amplias reformas con las que reparar nuestro sistema político”.

La disposición de Clegg a negociar con los tories habrá decepcionado a muchos de sus votantes. Otros creen que Cameron pronto tenderá una trampa a Clegg con reformas para dentro de un año para luego disolver la Cámara y convocar nuevas elecciones con el sistema de siempre.

Un ejemplo de esa desconfianza del tercer partido podía encontrarse en el twitter de la concejal liberal Sara Bedford: “Los LibDems buscamos una relación larga, no una aventura de una noche. Por tanto, parece que podríamos quedarnos solteros, ¿no?”

A la espera de que el matrimonio Cameron-Clegg no se llegue a consumar, queda un pretendiente que de momento no tiene prisa. Gordon Brown confirmó que no dimite –no está obligado constitucionalmente a hacerlo– y que acepta que Cameron sea el primero en intentar formar Gobierno.

Pero si esa negociación fracasa, Brown dijo que los laboristas están dispuestos a entrar en liza. Su oferta a Clegg suena de entrada muy tentadora: una “inmediata” reforma electoral que sea confirmada en referéndum y cuyo objetivo sea un sistema “más justo”.

Los laboristas han perdido 91 escaños desde 2005. Parecían predestinados a una derrota de proporciones catastróficas y se han salvado gracias a la tremenda lealtad del voto laborista en el centro y norte de Inglaterra y en Escocia. En algunos distritos se salvaron por los pelos. El ministro Ed Balls, uno de los candidatos a suceder a Brown si este decide retirarse, mantuvo su escaño por 1.101 votos. Su rival tory fracasó en el intento de “castración” de los laboristas. Palabras literales del candidato: Balls significa pelotas.

Los laboristas iban a ser mutilados y su cuerpo arrojado a los escombros. Ahora tienen mejor aspecto, aunque no se les ocurre hablar de derrota dulce. No dejan de recordar que sus diputados y los liberales suman 315, uno más que los 314 de conservadores y unionistas. ¿A quién elegirá Clegg para la boda?

Posted by Iñigo at Mayo 7, 2010 10:34 PM

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Comments

Una pena. Se cumplieron los peores sondeos.

Posted by: judio at Mayo 7, 2010 11:18 PM