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Junio 28, 2005

Judith Miller: cómo utilizar el secreto profesional para fabricar una guerra

Si existe el infierno para los periodistas, espero que haya un lugar reservado para Judith Miller, periodista de The New York Times. En su zona más caliente.

De momento, al infierno no va a ir, pero la cárcel la tiene más cerca. El Tribunal Supremo de EEUU ha decidido no aceptar el recurso presentado por Miller y otro periodista de la revista Time, Matthew Cooper, contra la decisión de un juez de Washington de amenazarles con la prisión por no revelar sus fuentes.

¿Cómo se ha llegado tan lejos?

El juez está investigando la filtración del nombre de una espía de la CIA, un delito cometido con la intención de desprestigiar a su marido, el diplomático Joseph Wilson, que se había convertido en un molesto testigo para la Casa Blanca. Wilson había recibido el encargo de viajar a Níger para comprobar si era cierto que el régimen de Sadam Hussein había intentado comprar un tipo de uranio susceptible de ser utilizado en la fabricación de armas nucleares.

La pista resultó ser falsa. Wilson descubrió que los documentos que habían hecho saltar la alarma eran burdas falsificaciones. Informó de ello a sus superiores, pero meses después se dio cuenta de que el presunto uranio africano continuaba siendo utilizado como posible indicio del programa iraquí de armas de destrucción masiva.

Publicó un artículo en el NYT contando su historia y alguien (¿en la Casa Blanca?, ¿en el Pentágono?, ¿en la CIA?) decidió ajustar cuentas. Contó al columnista conservador Robert Novak que la idea de enviar a Wilson había partido de su mujer, que no trabajaba precisamente en la Cruz Roja. Había que minar su credibilidad.

Espías, diplomáticos, políticos, periodistas... Mucha gente implicada como para que el juez pueda terminar encontrando a los culpables. Lo curioso es que el periodista al que el magistrado quiere obligar a hablar no es Novak, sino dos reporteros que se interesaron después por la historia. Uno de ellos, Miller, ni siquiera llegó a escribir un artículo. Por hacer preguntas, es muy probable que acabe en prisión durante algunos meses. Como máximo, 18.

La confidencialidad de las fuentes es uno de esos principios sagrados del periodismo sin los cuales los medios de comunicación no podrían realizar su labor. Al mismo tiempo, es también un recurso que algunos periodistas emplean sin rigor y, a veces, con intenciones nada limpias.

Quizá la crisis no sea tan grave como sostiene el periódico de Miller -"la confrontación más grave entre la prensa y el Gobierno en una generación", ha dicho el NYT-, pero plantea un debate muy serio sobre los límites del secreto profesional.

Los periodistas deben defender ese principio, incluso si con ello se arriesgan a ser encarcelados. La justicia no puede permitir que esa idea conceda a los periodistas una patente de corso que impida la investigación de un delito.

Como periodista, pienso que el secreto profesional merece una protección legal similar a la que existe en otras profesiones. Sin ese recurso, multitud de historias importantes no habrían salido a la luz (como bien sabe Mark Felt). Y también creo que no libera de toda responsabilidad al reportero, que no debe permitir que sirva para encubrir a un delincuente.

Es un dilema que no tiene una solución fácil. Quizá por eso la Constitución española reconoce el secreto profesional, sin que los políticos se hayan atrevido a ir más allá. 25 años después, no se ha aprobado ninguna ley que desarrolle ese principio constitucional y que establezca sus límites y su aplicación.

En un perverso ejemplo de justicia poética, el caso puede acabar con Judith Miller en prisión. La mención inicial al infierno está justificada porque hay pocos periodistas que hayan hecho un uso de las fuentes anónimas más extenso, y más irresponsable, que Miller.

En los dos años anteriores a la guerra de Irak, Miller fue un arma de destrucción masiva en favor de la invasión. Nunca escribió, que yo recuerde, ningún artículo de opinión en favor de ir a la guerra. Lo que sí hizo fue publicar decenas de artículos en los que sostenía, sirviéndose del testimonio de fuentes anónimas, que Irak contaba con un arsenal prohibido de dimensiones espeluznantes.

Sus artículos sólo decían lo que decían sus fuentes (anónimas). Pero ella sabía muy bien elegir a sus fuentes.

Apoyada en las revelaciones que le pasaba el líder del Congreso Nacional Iraquí, Ahmed Chalabi, y sus asesores, Miller fue descubriendo el alcance de la amenaza iraquí citando fuentes supuestamente de primera mano. Se trataba de personas, algunas de ellas científicos, que habían huido de Irak y que decían tener un conocimiento muy detallado de ese arsenal.

En otras ocasiones, la periodista citaba fuentes militares o de los servicios de inteligencia. Todos ellos tenían la intención de despejar las dudas que persistían en el Congreso y la opinión pública sobre la necesidad de acabar para siempre con la amenaza iraquí. Miller nunca citó a los expertos, de la sección de inteligencia del Departamento de Estado o del Departamento de Energía, que dudaban de la fiabilidad de esas pruebas. Se ve que nunca se pusieron al teléfono.

En un alarde de manipulación, el partido de la guerra filtraba a Miller una información y, días después, citaba el artículo del NYT para dar más fuerza a sus argumentos. Si lo dice el NYT, que nunca ha adorado a Bush...

En el mejor de los casos, Miller fue manipulada por Chalabi y por el Pentágono. En el peor, engañó a sus lectores con informaciones sesgadas y falsas, procedentes de fuentes que obtendrían un beneficio político (y en el caso de Chalabi, económico), si esas noticias servían para convencer a los norteamericanos. Miller nunca juntó en su cerebro las palabras "conflicto de intereses".

Algunos ejemplos del periodismo de Miller. "Iraqi Tells of Renovations at Sites for Chemical and Nuclear Arms (20/12/2001): Artículo sobre laboratorios secretos de armas bioquimicos e instalaciones subterráneas nucleares. Aún las están buscando.

"US says Hussein Intensifies Quest for A-bomb Parts" (7/9/2002) El Ejército iraquí estaba intentando comprar unos tubos de aluminio imprescindibles para su programa nuclear. Miller no dio ninguna importancia a los argumentos de los expertos de la Administración que pensaban que las características técnicas de estos tubos impedían que los utilizaran para ese fin.

"Verification is Difficult at Best, say the Experts, and Maybe Impossible" (18/9/2002). Cuando Cheney y otros discutían si podía servir de algo enviar otra vez a los inspectores de la ONU a Irak, dados los antecedentes de obstrucción iraquí, Miller saltó en ayuda de sus fuentes para elegir a los expertos que se mostraban escépticos.

Después del derrocamiento de Sadam, Miller consiguió que sus contactos en el Pentágono le pagaran los favores prestados. Fue el único periodista al que permitieron acompañar a la unidad militar y de la CIA, llamada MET Alpha, cuya misión era descubrir en Irak el rastro de las armas no encontradas.

Aparte de algunos detalles de mala crianza (como amenazar a los militares y espías a los que acompañaba con telefonear al Pentágono si no buscaban las armas en los lugares de los que ella sospechaba), Miller terminó de hundir su prestigio con un artículo que figurará en los anales periodísticos de la credulidad.

Contó que un científico iraquí reveló a los soldados de la unidad que el régimen de Sadam había destruido las armas químicas y biológicas "sólo unos días antes del comienzo de la guerra". Más tarde, el científico acompañó a los soldados para señalar exactamente el lugar donde se habían enterrado algunos de los elementos utilizados en su fabricación.

Miller nunca habló con el científico. Lo vio de lejos, y por eso pudo decir que llevaba puesta una gorra de béisbol. Ni siquiera se puede decir que tuviera una sola fuente; como mucho, tenía lo que otros le habían dicho que la fuente había dicho.

Y a pesar de estas pruebas tan endebles, que al final tampoco llevaron a ninguna parte, Miller apareció radiante en FOX News para ser entrevistada sobre su hallazgo. Y no se quedó corta en su descripción:

"Well, I think they found something more than a smoking gun. What they found is a silver bullet in the forma of a person, an Iraqi individual, a scientist, as we've called him, who really worked on the programs, who knows them firsthand, and who has led MET Alpha people to some pretty startling conclussions".

El pastel se descubrió después de la guerra cuando The Washington Post publicó los emails que se enviaron en Irak Miller y el jefe de la corresponsalía del NYT en Bagdad, John Burns, a cuenta de una disputa sobre quién debía escribir un perfil de Chalabi. En su respuesta, Miller le explicaba a Burns que tenía la confianza de Chalabi desde hace diez años y algo más:

"Él nos ha entregado la mayoría de las exclusivas sobre armas de destrucción masiva que han aparecido en la primera página de de nuestro periódico".

Chalabi les entregó las exclusivas y Miller le entregó la guerra.

¿18 meses? Pocos me parecen.

Extra:

Ahora Judith Miller ha puesto en marcha una web para defender su caso (vía Periodistas 21). Espero que su némesis personal, Jack Shafer, de Slate, continúe haciéndole el marcaje acostumbrado.

Posted by Iñigo at Junio 28, 2005 11:17 PM

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Comments

> Si existe el infierno para los periodistas,
> espero que haya un lugar reservado para Judith
> Miller, periodista de The New York Times. En su
> zona más caliente.

Despreciable, sin duda. ?Pero se le desea el mismo destino a otros mentirosos probados como Seymour Hersh? Que si, dio con un filon con lo de My Lai, pero luego tuvo episodios igualmente vergonzosos.

A mi me parece que el repudio debe de ser igual de fuerte para delitos semejantes, por mas que unos sean "de los nuestros" politicamente, y otros no. Sentemos a Miller en ese rincon del infierno. Pero tambien a Hersh a su lado. ?Hersh tambien hizo historia del periodismo en el buen sentido? Bueno, que le den un pai-pai.

Pero me parece aun mas interesante el debate sobre el “derecho de los periodistas” a no declarar lo que otros si estamos obligados a declarar. La postura del articulo no la entiendo muy bien. Pide una “proteccion legal” a la discrecion, pero a la vez reconoce que eso deja el hacer mal uso de la discrecion (incluso hasta el punto de cometer un delito) a la discrecion de periodista (pun intended).

El resto del mundo tiene eso que los americanos llaman "accountability". ?Los periodistas no?

Por otro lado tenemos la paradoja de que con el fin de informar al publico al periodista se le hubieran de dar derechos con los que uno, dos, diez o cien miembros del publico no cuentan a la hora de informarse por si mismos. Y encima tenemos a miembros del publico que a su vez informan a otros sin ser periodistas: Los "bloggers".

?Merecen los bloggers ser incluidos en esta bula papal de derechos extra para el periodista? Inyigo es periodista *y* blogger, or lo que su opinion en este sentido seguro que es muy interesante.

Posted by: Anonymous at Junio 29, 2005 10:38 AM

¡Hola Íñigo! Me parece estupenda la iniciativa de lavarle la cara a tu blog, aunque la nueva imagen me gustaría más si le introdujeras algún fondo en plan "collage" de corresponsal o algo así. Sólo es una idea. Por lo demás, te sigo leyendo.
Un abrazo

Posted by: Nómada at Junio 29, 2005 12:27 PM

Sencillamente, no hay que plantearse la procedencia de algunas fuentes, ni su veracidad, si judith miller publica algo, en nuestra conciencia se encuentra el contrastarlo, ya que hemos llegado a un punto en el que no tantos periodistas contrastan la informacion que consiguen al comprobar que es una informacion impactante. Opino que seria demagogia culpar a una persona de algo que hacen muchas personas solo, porque lo que lo que escribe no respalda la opinion popular de "no a la guerra", eso sin meternos en el terreno de si irak tiene o no armas de destruccion masiva, personalmente y sin ser un delegado de la onu, opino que si, igual que opino que tanto, ee.uu tienen, igual que rusia y sin ir mas lejos paises no tan lejanos. Solo cabe opinar desde mi punto de vista acerca de la efectividad de los "agentes de la onu" en irak. Igual que cualkier empresa puede esconder resultados de operaciones y fabricacion de productos que afectan al medio ambiente negativamente, un pais, en teoria corrupto en su raiz puede esconder la fabricacion de armas de destruccion masiva, basandome directamente en que un chico de 17 años con cierto control sobre fisica y quimica con los materiales adecuados podria fabricar un arma como las cualidades de un "arma de destruccion masiva" y no se darian cuenta ni sus vecinos, que podemos esperar de un pais y unos inspectores a los que francamente opino que les han podido ocultar todo lo que han querido. personalmente el unico pecado de judith miller ha sido subjetivar un tema polemico desde un principio y conseguir enemigos que desde el punto de vista popular pueden estar mas cubiertos que sus posibles amigos a favor de una guerra que siempre "suena" peor que una trankila paz, que en el fondo puede ser mas hipocrita y cobarde que una guerra necesaria contra alguien en exceso poderoso y peligroso contra cualkier persona o faccion no afin a sus ideales.
Como nota final kiero añadir que no defiendo a ee.uu desde su politica de "guerrear" contra cualkiera que no acepte sus dictamenes tanto populares como impopulares, pero si defender la opinion y la faceta subjetiva de toda persona que trata de informar a un publico en su mayoria con capacidad para decidir lo que le parece correcto y veraz y lo que no.
todo mi apoyo a judith miller.

Posted by: alvaro at Julio 7, 2005 06:01 AM