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Septiembre 08, 2006

Una misión arriesgada, pero imprescindible

Algo hemos ganado en el Ministerio de Defensa con la llegada de José Antonio Alonso, como apuntaba Victoria Prego. Ya no nos hablan de zonas hortofrutícolas ni nos cuentan que los soldados se ocuparán de tareas simplemente humanitarias. Al solicitar al Parlamento el permiso preceptivo para enviar soldados a la fuerza internacional que se desplegará en el sur del Líbano, Alonso no ha ocultado los riesgos de la misión. Es un buen comienzo. Es algo que no hicieron ni Trillo ni Bono.

Alonso ha dicho que se trata de una misión "difícil, complicada y de riesgos evidentes". No ha sido muy preciso cuando ha apuntado en qué consistían esos riesgos, pero no los ha ocultado. No hay que ser un experto en asuntos militares para saber de dónde podrían proceder los disparos. De los dos lados.

La llegada de los soldados supondrá cumplir la primera parte de la misión: separar a los contendientes. Quien piense que eso es poca cosa debe de creer que todas las guerras acaban con la rendición, el tratado de paz y el intercambio de embajadores. No siempre es así. De hecho, ya casi nunca es así.

La segunda parte aún no ha comenzado, y de ahí viene la incertidumbre. Los países europeos deben ofrecer incentivos a las dos partes enfrentadas para que acepten la situación actual y no reanuden las hostilidades. En esa tarea, van a tener la colaboración del Gobierno y Ejército libaneses, que es algo que no se podía dar por hecho cuando se empezó a discutir en Naciones Unidas la opción de fortalecer las fuerzas de UNIFIL ya desplegadas en la zona.

Hemos oído estos días los mismos comentarios indocumentados de siempre sobre los fracasos de la ONU en otras misiones de paz. Los fracasos existieron, pero la responsabilidad no está tanto en la institución internacional como en los países que, con sus votos en el Consejo de Seguridad de la ONU, pusieron en marcha esos despliegues. La ONU sólo llega hasta donde los países miembros, los más importantes, le dejan llegar.

En esta ocasión, por mucho que se hable de fuerzas de la ONU, quienes han empeñado sus soldados y su prestigio han sido los Gobiernos de Francia, Alemania, España e Italia, con el apoyo del Reino Unido y EEUU. La coalición incluye Gobiernos de izquierda y de derecha, de países cercanos a la posición libanesa y otros más preocupados por Israel.

Indignarse por el desastre humanitario que supuso la guerra y negarse a hacer todo lo posible para que no se repita sería una muestra de hipocresía europea de la que ya tuvimos suficiente en la época de los Balcanes. Los comunicados de condena, las reuniones de ministros de Exteriores, los editoriales indignados de los periódicos y las manifestaciones de poco sirven si no existe en Europa una política común en los asuntos diplomáticos y de defensa, y no se tiene la voluntad de imponer una solución. Y eso obliga a enviar tropas a aquellos lugares en los que la diplomacia convencional no sirve más que para crear titulares de prensa.

La alternativa, además de rasgarse las vestiduras, es no hacer nada.

El editorial de El País lamenta que no haya una "estrategia de salida" de las tropas, que no exista ninguna previsión sobre los plazos de la misión. Es cierto, pero leer esas frases hace pensar que alguien ha tardado demasiado tiempo en caerse del guindo. Hay tantas estrategias de salida en el sur del Líbano como las ha habido en el Sáhara, en Bosnia, en Kósovo o en Afganistán. Ninguna.

Ése es el precio de la diplomacia de los derechos humanos y de la incapacidad de los países internacionales, afortunadamente habría que decir, por aceptar la guerra como forma legítima de dirimir las diferencias entre Estados. Aunque no siempre ese rechazo a la guerra se convierte en una voluntad de intervenir, como es obvio en el caso de varios países africanos.

La intervención en conflictos de larga duración obliga a estar dispuesto a entrar sin saber cuándo se podrá salir. Sería muy diferente si los Gobiernos occidentales pusieran tanto interés en la segunda fase de la que hablaba antes como en la primera.

Posted by Iñigo at Septiembre 8, 2006 05:29 PM

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Comments

tanto a Trillo, como Bono como Alonso. los tres han sido grandes ministros de defensa, muy preocupados por el bienestar y el material de los miembros de nuestras fuerzas armadas. Trillo tuvo el grandísimo error del Yak-42, en el cual se fió de la opinión, en un asunto muy peliagudo, de ciertos personajes que se les debería sacar con nombres y apellidos en blogs como éste (aunque permitidme pensar que creo que su responsabilidad política es evidente). Bono, fue aún mejor, sobre todo en la dotación de material, aunque tuvo el fallo de no sacar una verdad muy evidente sobre los 17 muertos del superpuma de Afganistan (no hablo precísamente de una ataque por insurgentes). me gusta que Alonso haya hablado de los riesgos importantes de la misión en el Líbano.
no me gusta la misión en ese país, pues no creo que nuestras FAS tengan el entrenamiento adecuado para una misión tan compleja. pero como de costumbre, sobre el terreno, nuestros mandos y nuestros soldados sabrán dar lo mejor de si mismos. ojalá, algún día, nuestra sociedad, les reconozca el gran sacrificio y esfuerzo que todos ellos hacen.

Posted by: rm47 at Septiembre 8, 2006 06:16 PM

De igual modo que no hace falta tener muchos conocimientos políticos para saber que no es igual una misión decidida en tripartito (curioso) al margen de la ONU que ofrecerse para liderar un contingente en una misión expresamente encomendada por la ONU.

Posted by: Al-Duende at Septiembre 8, 2006 07:06 PM

Efectivamente, Alonso es muy honesto (quizá demasiado para una sociedad poco dispuesta a arriesgar en materia exterior) y se agradece que por una vez se nos muestre el Ejército como lo que es y no como una tropa de Teresas de Calcuta. Por una vez, tenemos un ministro de Defesa serio, cenizo y coherente, esperemos que dure.

Dices que no hay estrategia de salida y sin embargo en Irak ZP ha dado con una fórmula mágica inapelable. ¿Quién nos dice que en las próximas elecciones, ante un hipotético recrudecimiento del conflicto, el PP (Rajoy apunta maneras) aplica la misma fórmula electoralista en el Líbano? ¿Es suficiente el aval de la ONU para depejar políticas populistas?

Posted by: Whitard at Septiembre 8, 2006 08:07 PM

Desde luego la dotación presupuestaria debería acompañar al tipo de misiones que se le está encomendando al ejército.
Desconozco si es así. Pero desde la distancia no se como cuadran el tema de enviar tanta gente a tantos sitios y algunos de ellos bastante calentitos. No es lo mismo hacer de securata en lugares ya pacificados que andar por Afganistán, sabiendo el talibán de turno las vueltas que les daríamos a cada baja propia.

Las ONG con frecuencia denuncian la continua e interesada confusión entre ejercitos y voluntarios en tareas humanitarias que en algunos lugares ha hecho que se les mire a ellas con desconfianza si no con animadversión.

Mi percepción del ejército ha ido mejorando en tanto que ha ido mejorando la percepcion de mayor profesionalidad y eficacia en el desempeño de las tareas. Hice la mili en 1984 y valoro especialmente la disciplina y subordinación al poder civil. Los ejércitos levantiscos enseguida se convierten en banderías.

Los juguetes de la guerra son costosos de pagar hasta para los estados.Nuestra dependencia en recursos estratégicos nos hace depender enseguida de otros ejércitos mas poderosos, pero en el terreno, en el ámbito de lo táctico, es obligación nuestra dotar de lo mejor a los que se van a arriesgar su vida. Porque aparte de que se lo merecen, tambien en caso de baja propia se va a -con razón- escudriñar que se ha hecho para prever la agresión.

Posted by: pecha at Septiembre 9, 2006 08:11 AM