Enero 14, 2008

Historia de un fraude

Se han realizado varios documentales sobre la guerra de Irak. "No End in Sight" es probablemente el mejor de ellos.

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Mayo 02, 2007

Defina ironía, señor Bush

Cuatro años después del discurso de Bush en la cubierta del portaaviones Abraham Lincoln bajo la pancarta "Misión cumplida", resulta instructivo echar un vistazo a ciertos números.

Lista de bajas de las tropas de EEUU en Irak a 1 de mayo del 2003:
--Muertos: 139.
--Heridos: 542.

A 1 de mayo del 2007:
--Muertos: 3.351.
--Heridos: 24.912.

Y no son los únicos.

Las cifras hablan por sí solas. Aún más elocuentes son las palabras de Bush en ese discurso (y la cobertura que hicieron algunos periódicos):

"The liberation of Iraq is a crucial advance in the campaign against terror. We have removed an ally of Al Qaeda, and cut off a source of terrorist funding. (...)

"And this much is certain: No terrorist network will gain weapons of mass destruction from the Iraqi regime, because that regime is no more.

Cuánta gente ha muerto en nombre de estas mentiras: la invención de la 'alianza' de Sadam y Al Qaeda, y el inexistente arsenal de armas de destrucción masiva. Ese "avance crucial" de la lucha contra el terrorismo ha causado por el contrario un espectacular incremento de los atentados terroristas, según el recuento del Departamento de Estado:

Of the 14,338 reported terrorist attacks worldwide last year, 45 percent took place in Iraq, and 65 percent of the global fatalities stemming from terrorism occurred in Iraq. In 2005, Iraq accounted for 30 percent of the worldwide terrorist attacks.

Con enemigos como Bush, ser terrorista en Oriente Medio es un chollo.

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Noviembre 16, 2006

Pero qué cara tiene esta mujer

Pero qué cara tiene esta mujer

Judith Miller, en el mayor ejemplo de descaro que jamás haya mostrado un periodista:

"I'm worried about bloggers. (A post) starts as a rumor and within 24 hours it's repeated as fact."

Un aviso que nos llega por cortesía de la reportera del NYT que transmitió todo lo que le contaba Ahmed Chalabi para convencer a los norteamericanos de que Sadam estaba fabricando a todo trapo armas de destrucción masiva. Sus artículos, basados en pruebas falsas, eran repetidos --no al día siguiente, sino a las pocas horas-- por los altos cargos de la Administración de Bush como si fueran hechos.

No es la primera vez que Miller la emprende contra los blogs. No están a la altura del rigor y profesionalidad que ella ha dejado patente a lo largo de su carrera.

[La ilustracción completa de Judith Miller en Huffington Post.]

En Guerra Eterna:
Judith Miller: cómo utilizar el secreto profesional para fabricar una guerra.
Periodistas en guerra en Bagdad.

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Abril 22, 2006

Espías a la carta

Un ex alto cargo de la CIA ha confirmado que el ministro iraquí de Exteriores antes de la guerra, Naji Sabri, era un agente a sueldo de los servicios secretos norteamericanos. Después de tantos años sin un maldito confidente que llevarse a la boca (excepto los impostores que facilitaba el CNI de Ahmed Chalabi), la Casa Blanca debería haber estado eufórica al conocer la noticia. Pero no.

Tyler Drumheller ha contado al programa 60 Minutes de la CBS que el problema residía en la información que facilitó Sabri, que obviamente se estaba jugando el cuello y algunas otras partes blandas de su cuerpo por colaborar con la CIA:

"[The source] told us that there were no active weapons of mass destruction programs," says Drumheller. "The [White House] group that was dealing with preparation for the Iraq war came back and said they were no longer interested. And we said 'Well, what about the intel?' And they said 'Well, this isn't about intel anymore. This is about regime change.' "

Eso fue en septiembre del 2002, seis meses antes de la invasión. La decisión política ya estaba tomada y los fontaneros de la Casa Blanca sólo estaban dispuestos a aceptar información de los servicios de inteligencia si confirmaba la versión oficial que habían fabricado durante meses. Allí también tenían varias líneas de investigación, pero sólo habían una a la que prestaran atención Bush y Cheney. Que estuviera basada en mentiras o rumores no la descalificaba. Muy al contrario.

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Abril 14, 2006

La rebelión de los generales

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En España, supongo que una noticia así provocaría escalofríos en la mayoría de la gente. Un grupo de generales retirados lanza durísimas críticas contra el ministro de Defensa, la máxima autoridad civil, en el sentido operativo, de las Fuerzas Armadas. En EEUU, nunca se cuestiona la superioridad del poder civil sobre el poder militar (ventajas de contar con una democracia antigua) y los ex generales no resultan demasiado atractivos como candidatos en unas elecciones.

Si acaso, el problema, si se le puede llamar así, que ha tenido EEUU en algunas guerras ha sido el opuesto. El presidente Johnson, eligiendo personalmente los objetivos de los bombardeos sobre Vietnam del Norte. El secretario de Defensa, junto a los otros ministros de los países de la OTAN, escogiendo los objetivos en la guerra aérea contra Serbia. Donald Rumsfeld, ordenando a los jefes militares que reduzcan el número de tropas destinadas a invadir Irak.

2.370 soldados muertos en Irak después, varios ex generales ya han tenido suficiente con Rumsfeld. Piden su dimisión por los errores de la guerra en su planificación y en su ejecución, por su arrogancia y por su incapacidad para aprender de los errores cometidos.

A estas alturas, no debe sorprender que Bush haya confirmado públicamente su confianza en el jefe del Pentágono: "Secretary Rumsfeld's energetic and steady leadership is exactly what is needed at this critical period". Si Bush dijo hace unas semanas que la retirada de Irak será una decisión que tendrá que tomar, si lo estima conveniente, su sucesor, no hay que ser un genio para imaginar que Rumsfeld se mantendrá en el cargo hasta el final del mandato del actual presidente.

Cuando se aclare el chaparrón actual, Rumsfeld volverá a despreciar las críticas a su gestión, en especial si proceden de los medios de comunicación, y dirá que sólo sirven a los intereses de los terroristas. Ahora lo tiene más complicado. Resulta imposible acusar a generales que han combatido en Irak de estar colaborando con Al Zarqaui.

Pero en cierto modo debería hacerlo, porque las críticas periodísticas son pequeños rasguños comparados con los proyectiles enviados por el teniente general Greg Newbold, que llama, en un artículo en Time, "fanáticos" a los arquitectos de una guerra equivocada. Su mensaje es el 'yo acuso' más dramático que Rumsfeld ha tenido que encajar desde dentro de las filas militares.

¿De qué acusa a Rumsfeld?

-La manipulación de la información de los servicios de inteligencia antes de la guerra.
-La dirección al estilo de McNamara (Vietnam redux) que impidió que las fuerzas militares tuvieran los recursos necesarios (léase soldados) para cumplir su misión.
-El fracaso en la reconstrucción del Ejército iraquí a tiempo para hacer frente a la inseguridad.
-La negativa inicial a reconocer que el objetivo central de la insurgencia era la lucha contra la ocupación.
-El desprecio a los aliados que podían haber colaborado en la reconstrucción de Irak.
-La incapacidad de otros departamentos del Gobierno de entregar los recursos necesarios para la misión al mismo nivel que el Pentágono.

El militar recuerda en su artículo un canción de The Who de 1971: Won't Get Fooled Again.

Me temo que los "fanáticos" les han vuelto a engañar. Pero no han sido los únicos en sufrir las consecuencias.

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Noviembre 04, 2005

Yo no he sido

Los servicios de inteligencia italianos están intentando quitarse el muerto de encima. Han desmentido a una comisión del Parlamento de su país haber sido los responsables de entregar información falsa a la CIA sobre un supuesto intento iraquí de comprar uranio en África. Es más, sostienen que en enero de 2003 comunicaron a EEUU que los documentos en los que se basaba esa sospecha eran falsos.

En su testimonio, el jefe de los espías, Nicoló Pollari, ha dicho que los papeles fueron falsificados por un antiguo confidente. Sus agentes los analizaron entre octubre de 2002 y enero de 2003. No fueron muy rápidos en las comprobaciones. La Agencia Internacional de la Energía Atómica no necesitó tanto tiempo para llegar a esa conclusión.

La versión italiana resulta difícil de creer, según Talking Points Memo, uno de los blogs que han seguido esta polémica. Los informes enviados desde Roma llegaron a EEUU a finales del 2001 y principios del 2002. Y tras analizar esos informes en ese periodo de tiempo, la CIA decidió que no tenían ningún valor.

Evidentemente, las fechas no cuadran. Washington ya no es la única capital en la que los gobernantes tienen problemas para conciliar el sueño por culpa de los papeles de Níger. En Roma también intentan alejarse de una polémica que ha sacado a la luz las 'sólidas' pruebas con las que se justificó la invasión de Irak.

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Más confusión desde Roma. El senador, de la oposición, que ha informado a los periodistas sobre la comparecencia a puerta cerrada de Nicoló Pollari, se ha retractado después. Ha dicho que las preguntas de los periodistas le han confundido. Según su nueva versión, los servicios de inteligencia italianos no comunicaron en enero de 2003 a EEUU que los papeles de Níger eran falsos. Lo que sí hicieron en esas fechas fue responder a una petición de información de la Agencia Internacional de la Energía Atómica y responder que ellos no habían tenido nada que ver con esos documentos.

Quizá dentro de poco negarán la existencia de Níger.

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Octubre 31, 2005

Si falla con el marido, prueba con la esposa

Se dice que si algo funciona no lo toques. Resulta curioso comprobar cómo esta siendo la reacción de los partidarios de Bush a la noticia del procesamiento de Lewis Libby y a la constatación de que el Plamegate es un escándalo que va a acompañar a la Casa Blanca hasta el fin del segundo mandato del presidente de EEUU.

Ya empezamos a tener una idea sobre los no demasiado brillantes resultados que tuvo la estrategia de atacar la credibilidad de Joseph Wilson y de su viaje a Níger. De momento, un consejero de Cheney se arriesga a pasar 30 años en prisión y el principal asesor de Bush, su creador dirían algunos, corre el riesgo de compartir el mismo destino.

Algunos intentos por hacer lo mismo con el fiscal Patrick Fitzgerald no han llegado a cuajar, aunque, todo hay que decirlo, ni Bush ni su portavoz han llegado tan lejos. Como explicaba hace unos días The Economist, la reputación y la independencia de este fiscal le hacen casi inmune a acusaciones de partidismo.

La última vuelta de tuerca, a pesar de los malos precedentes, tiene como objetivo a la espía de la CIA Valerie Plame. En un intento desesperado de restar importancia a los delitos investigados, algunos cuestionan incluso que se trate de una agente y llegará el momento en que terminarán sosteniendo que sólo se trataba de una secretaria con aires de trepa.

Entre las razones más divertidas que se han manejado está el hecho de que Plame entrara en coche en la sede central de la CIA. Parece que les resulta extraño que no llevara la cabeza metida en una bolsa de papel o no entrara en el edificio saltando un muro y vestida con el jersey y pantalones negros que Homer Simson usa cuando tiene que asaltar la mansión de Montgomery Burns.

Es bueno saber que los agentes de la CIA no tienen que jugarse la integridad ni poner a prueba los mecanismos de seguridad de la sede cuando trabajan allí. Larry Johnson, ex agente y compañero de clase de Plame en el centro de adiestramiento de la CIA, lo explicaba en una entrevista en la CNN:

BLITZER: What about the argument that she was driving in and out of Langley, CIA headquarters, on a daily basis for her job as an analyst in counter -- nuclear counterproliferation?

JOHNSON: People saying that just demonstrate their further ignorance of the CIA.

At least 40 percent of the people driving through those gates every day are undercover. They are -- sometimes, they are here in the United States for two or three assignment. Then they go back overseas. Their acknowledged relationship with the CIA is unacknowledged. They're presumed to work for some other U.S. government agency. Their covers are backstop.

So, just because they are driving through the gates there doesn't mean that they're not undercover. I was out there for four years driving through the gates. I was undercover until I day I left. And the only one who knew I worked with CIA was my wife

Johnson explica que Plame estaba a punto de perder su estatus de NOC, agente secreto que trabaja en el extranjero sin cobertura diplomática, porque era una de las personas cuya situación había quedado comprometida por la traición de Aldrich Ames. Sin embargo, aún era una NOC y realizaba algunas misiones en el extranjero. Su disfraz consistía en trabajar como consultora de una empresa del sector de la energía, la típica compañía que se inventa la CIA para dar algún tipo de apariencia inocente a sus agentes cuando viajan fuera del país.

Si los hechos no colaboran, hay que aplicar la maquinaria de las teorías de la conspiración. En este caso, los defensores de la Casa Blanca sospechan que Plame formaba parte de un complot de la CIA para desprestigiar a Bush: el viaje de Wilson sería un ardid que sólo cobraría sentido cuando el diplomático publicó su artículo en The New York Times.

En realidad, esta invención no es nada sorprendente. Proviene de la misma gente que afirmaba que el principal responsable del fiasco de las armas de destrucción masivas iraquíes era la CIA. En esta versión, los altos cargos de la Casa Blanca jugaban el papel de honestos gobernantes engañados por sus servicios de inteligencia.

Son las cosas que se decían los lunes, miércoles y viernes, porque en martes y sábados tocaba sugerir que el famoso arsenal iraquí podía haber existido, sólo faltaba encontrarlo en una caja fuerte de Suiza o en el Ministerio de Defensa sirio.

De entre todas las críticas que los aliados de Bush hacen a la CIA, la que más se sostiene es la de la incompetencia de los servicios de inteligencia. En cualquier caso, ese catálogo de torpezas que han hecho célebre a la CIA en los últimos años no resta valor al estatus de Valerie Plame dentro del organigrama de la Agencia. Era un espía y revelar su nombre es un delito que merece ser investigado.

Como también se debe investigar, y es lo que ha hecho el fiscal, el delito de obstrucción a la justicia, otra acusación que ha sido subestimada por los adalides de Libby y Rove. Si no se considerara esta acción como un delito grave, nunca se podrian investigar los desmanes de los gobernantes, que siempre tienen recursos para obstaculizar el trabajo de jueces y fiscales cuándo estos meten sus narices en las alcantarillas del poder.

Sí que están desesperados si su unica estrategia consiste en minar la credibilidad de los protagonistas de este escándalo que les resultan molestos. Les salió mal una vez y es probable que el ventilador les vuelva a fallar ahora.

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OK, Valerie, no Valery.

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Plamegate

Cada vez que alguien habla del Plamegate, el escándalo que ha provocado el procesamiento del jefe de gabinete de Cheney, se suele comentar que se trata de un asunto muy complicado. Es una historia en la que hay implicados políticos, periodistas y espías, así que, como mínimo, el reparto principal de la película es bastante denso.

Con la intención de contar la historia desde el principio hasta el final o quizá de aclararme yo mismo, he escrito un artículo para Informativostelecinco.com sobre la última aplicación del sufijo "gate" en la política norteamericana. Al igual que en casos anteriores, la cuestión clave consiste en saber quién supó qué y en qué momento.

Plamegate: la historia que hace temblar a la Casa Blanca.

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Octubre 28, 2005

Lewis Libby, procesado

La Casa Blanca tropieza en el Plamegate

Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Cheney, ha sido procesado. El gran jurado ha aceptado la petición del fiscal y le acusa de tres delitos: obstrucción a la justicia, perjurio y mentir en sus declaraciones ante el gran jurado.

Si fuera declarado culpable, Libby podría ser condenado a una pena máxima de 30 años de prisión y una multa de 1.250.000 dólares, según el fiscal.

Libby es el único alto cargo de la Casa Blanca que ha sido procesado. Karl Rove se ha salvado, pero quizá sólo de momento. Dentro de una hora, el fiscal se presentará en una conferencia de prensa y anunciará si la investigación continúa o si se detiene en la figura de Libby.

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19.20
Libby ha presentado la dimisión, que le ha sido inmediatamente aceptada.

19.30
Los cargos presentados contra Libby son cinco: uno por obstrucción a la justicia, dos por perjurio y otros dos por mentir en sus declaraciones ante los agentes del FBI. CNN:

A news release by [el fiscal] Fitzgerald said Libby allegedly lied "about how and when in 2003 he learned and subsequently disclosed to reporters then-classified information concerning the employment of Valerie Wilson by the Central Intelligence Agency."

20.35
Carl Bernstein, que algo sabe de escándalos en la Casa Blanca, ve así el Plamegate:

"We are obviously watching and the press is beginning to document the implosion of a presidency," Bernstein said Thursday, just hours before the Plame grand jury is set to expire. "How destructive that implosion is going to be, ultimately, we don't know yet.

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Texto íntegro del acta de procesamiento (22 páginas, pdf).

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Octubre 25, 2005

Miller: un campo de minas

Un clásico del periodismo norteamericano, David Halberstam (autor de varios libros y premio Pulitzer) es uno de los antiguos periodistas de The New York Times a los que les han preguntado sobre el caso de Judith Miller. Su veredicto es inapelable:

"I think the paper has taken a terrible hit. I think it is shocking that this young woman who has been a known identified land mine for a long time seems to have guaranteed loyalty to the office of the Vice President of the United States more than to The New York Times."

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Octubre 24, 2005

Miller, un peligro para el NYT

la bruja miller

Varios políticos y directivos de empresas de comunicación de España y América Latina colocaron el viernes un anuncio de media página en The New York Times para apoyar a Judith Miller. Sí, esa Judith Miller. Se me ocurren algunas cosas que responderles. Por ejemplo, podían fijarse en algunos comentarios que han aparecido allí sobre su iniciativa.

Pero en la información no hay nada mejor que ir a las fuentes. Como son gente muy ocupada, no sé si tendrán tiempo, pero les convendría leer tres textos escritos por personas a sueldo del NYT.

Una de ellas es su director, Bill Keller. En un email a la redacción, Keller ha reconocido algunos de sus errores. En primer lugar, haber dejado tanto tiempo para afrontar las críticas a la cobertura de todo el asunto de las armas de destrucción masiva iraquíes, esa inmensa broma que nos gastó la Casa Blanca con la ayuda de algunos periodistas como Miller. Y además:

But in this case I missed what should have been significant alarm bells. Until Fitzgerald came after her, I didn't know that Judy had been one of the reporters on the receiving end of the anti-Wilson whisper campaign. I should have wondered why I was learning this from the special counsel, a year after the fact.

No quiere decir que habría dejado a Miller tirada en la acera si hubiera sabido más de sus oscuros contactos con la Casa Blanca, pero al menos no habría confiado ciegamente en una periodista que le estaba hurtando información clave. Porque:

But if I had known the details of Judy's entanglement with Libby [jefe de gabinete de Cheney], I'd have been more careful in how the paper articulated its defense, and perhaps more willing than I had been to support efforts aimed at exploring compromises.

El segundo artículo lo publica el defensor de los lectores del NYT, Byron Calame. Más críticas a la heroína y una observación final: no cree que Miller pueda volver a trabajar en el periódico.

Por último, una de las plumas más afiladas del NYT, la columnista Maureen Dowd, le dedica un artículo cuyo titular lo dice todo: "Woman of Mass Destruction". Su último párrafo:

Judy [Miller] told The Times that she plans to write a book and intends to return to the newsroom, hoping to cover "the same thing I've always covered - threats to our country." If that were to happen, the institution most in danger would be the newspaper in your hands.

Y Dowd no es la única periodista del NYT que suda sangre ante la mera posibilidad del regreso de Miller.

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Judith Miller envía un email de respuesta al defensor de los lectores del NYT.

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Octubre 19, 2005

Judith Miller pasa la factura al NYT

A su salida de la prisión donde pasó 85 días, Judith Miller entró en el hotel Ritz-Carlton de Georgetown para descansar, un día antes de su comparecencia ante el gran jurado. Disfrutó de un masaje y una manicura, y, antes de cenar, se tomó un martini. Lógicamente, su periódico, The New York Times, corrió con los gastos.

No ha sido la única factura que el periódico ha tenido que costear por culpa de una reportera que fue, en una de las muchas paradojas de esta historia, la mejor aliada periodística del Pentágono en los meses anteriores a la invasión de Irak. Su negativa a declarar ante el gran jurado sobre la revelación del nombre de la agente de la CIA Valerie Plame le llevó a la cárcel y dejó al periódico en una posición vulnerable.

Después de leer el largo reportaje publicado este domingo por el periódico y el testimonio de la propia Miller, queda bastante claro hasta qué punto esta controvertida periodista secuestró al diario, minó su credibilidad y atizó el malestar interno en la redacción.

Los que pensaron que Miller era una víctima de un abuso contra la libertad de expresión y el secreto profesional (incluidos esos intelectuales europeos como Almodóvar, Rosa Montero y Maruja Torres que firmaron un manifiesto en su honor) deberían leer el reportaje aparecido el pasado domingo en el NYT.

Y después deberían echarse a llorar.

La lectura provoca, primero, perplejidad. Los responsables del periódico –el director, Bill Keller, y el editor, Arthur Sulzberger–, ni siquiera se molestaron en pedir a Miller que les dejara leer las notas de sus entrevistas con Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Cheney. Si las hubieran leído, y hubieran chequeado su contenido con Miller, habrían quedado algo confundidos.

En una primera entrevista, Libby comunicó el malestar de la Casa Blanca con el diplomático Joseph Wilson que había viajado a Chad para comprobar las informaciones sobre un supuesto intento iraquí de comprar uranio. Además, mostró la indignación de sus jefes por lo que percibían como un intento de la CIA de desmarcarse del fiasco del arsenal iraquí para que todas las culpas recayeran en el Pentágono y la Casa Blanca.

Eso ocurrió antes de que Wilson publicara un artículo en el NYT muy crítico con la Administración por emplear pruebas falsas para justificar la invasión de Irak.

Y antes de que fuentes de la Casa Blanca filtraran el nombre de la mujer de Wilson, una agente de la CIA, para desprestigiar su versión, lo que es delito si el culpable trabaja para el Gobierno.

Esas conversaciones están en el origen del escándalo y del paso de Miller por la cárcel. La periodista se negó a facilitar al fiscal la identidad de su fuente, aunque ahora resulta que Miller sostiene que no fue Libby quien le facilitó el nombre de la esposa de Wilson, la agente de la CIA Valerie Plame. En el colmo del delirio, en el cuaderno de Miller aparece un nombre similar –Valerie Flame–, aunque no exactamente en las hojas en las que tomó notas durante una segunda charla con Libby.

Según Miller, Libby sí comentó algo sobre Plame en estos encuentros. Le contó que trabajaba en la CIA, pero de forma que la periodista llegó a la conclusión de que se trataba de una analista, y no de un agente secreto.

Más tropiezos con el sentido común. Miller tuvo una tercera conversación con el alto cargo de la Casa Blanca, esta vez por teléfono. En sus notas, aparece otra variante del nombre de la agente: Victoria Wilson. Miller no está segura de si Libby utilizó el nombre o fue ella quien lo escribió (aunque mal) porque ya había hablado del asunto con otras personas.

Si no fue el asesor de Libby el que pronunció el nombre de Plame, ¿quién fue? Respuesta de Miller: ya no lo recuerda.

Sencillamente genial. Miller pasa por prisión y fuerza a su periódico a enfrentarse al sistema judicial (y a ser derrotado en todas sus apelaciones) para no revelar el nombre de una fuente que no había cometido, si tenemos que creer a Miller, el delito investigado por el fiscal.

¿Por qué entonces no declaró ante el gran jurado? Porque Miller sostiene que Libby no le dio permiso para hacerlo, no le liberó de la promesa de confidencialidad que todo periodista debe a una fuente ante la que se ha comprometido a no revelar su identidad.

Falso, según el abogado de Libby. Éste comunicó hace un año a los abogados del NYT que Miller era libre de testificar. También dijo que Libby había declarado ante el gran jurado que él ni había revelado a Miller el nombre de Valerie Plane ni su posición en la CIA. La periodista lo interpretó por su cuenta como un deseo de Libby de que no testificara, se supone que para no dejarle en evidencia.

No andaba muy equivocado el juez Hogan cuando ordenó el encarcelamiento de Miller: dijo en ese momento que ella tenía la llave para recuperar la libertad.

Un año después, Miller se dio cuenta en prisión de que su estancia podía no ser tan breve como ella creía. Podía pasar otros 18 meses encarcelada y eso ya era demasiado. Una cosa es ser un mártir del periodismo durante tres meses y otra pasar casi dos años de tu vida en una celda.

Por eso, pidió a su letrado que se pusiera en contacto con el abogado de Libby. La respuesta fue la que ya conocemos: el jefe de gabinete de Cheney ya había dado ese permiso. Sin embargo, para que no hubiera ninguna duda, Libby envió a Miller una carta de dos páginas reiterando su permiso.

Tampoco le servía. Aparentemente, a Miller no le parecía suficiente que Libby no hubiera firmado la carta con su sangre y pidió que le lllamara por teléfono. Y finalmente, gracias a esta última conversación, en la que al menos Libby no se vio obligado a echarse a llorar, la periodista se vio satisfecha. Estaba liberada del compromiso de confidencialidad y podía testificar ante el gran jurado.

El fiscal también facilitó las cosas al prometer que sólo interrogaría a Miller sobre sus contactos con Libby, y no con otras fuentes.

Mientras tanto, los grandes jefes del NYT sentían impotentes la presión. Ellos mismos se habían metido en ese rincón. Habían dejado que Miller trazara la estrategia y estableciera los límites de la defensa. En cierto modo, su apoyo a la periodista era encomiable.

Y suicida. Porque si había una persona en la redacción que no gozaba de la máxima credibilidad era Judith Miller. De hecho, cuando Keller se hizo cargo de la dirección del diario, una de sus primeras decisiones fue comunicar a Miller que ya no seguiría cubriendo las noticias relacionadas con Irak y la búsqueda frustrada del arsenal prohibido.

El reportaje publicado en el NYT este domingo detalla las malas relaciones que Miller tenía con varios de los miembros del staff. En pocas palabras, era casi imposible de controlar, y además alardeaba de ello. Muchos de sus compañeros sospechaban que sus artículos eran sólo un compendio de lo que las fuentes del Gobierno querían que escribiera, con las consecuencias que todos conocemos.

(A eso Miller ha respondido: “Si tus fuentes se equivocan, tú te equivocas”. Sobre todo, si las fuentes son siempre las mismas y tienen un interés político en que aparezcan esas informaciones).

La reportera no llegó a escribir ningún artículo sobre el tema de Wilson y Valery Plane. Miller alega que cuando otro periodista, Robert Novak, difundió el nombre de la agente, recomendó a sus jefes que se volcaran en la cobertura de la historia. La subdirectora del periódico, Jill Abramson, dice que eso es mentira.

Varios periodistas de Washington conocieron el nombre de la agente de boca de fuentes gubernamentales. El jefe de la oficina del NYT en Washington preguntó a sus reporteros si alguno de ellos estaba entre los receptores de esa información. Todos lo negaron, incluida Miller.

Una vez que Miller entró en prisión, la cobertura del caso por el periódico se vio afectada de forma inevitable. Lo que sus lectores no sabían, ahora sí gracias al reportaje del domingo, es que el NYT colocó sus necesidades por debajo de los intereses de Miller en la lista de prioridades.

Algunos reporteros se mostraron reticentes a cubrir el tema. Otros propusieron ideas para artículos que fueron rechazados por la dirección porque podían complicar la situación de Miller o exponer a Libby. “All the news that fit to print” (todas las noticias que merecen ser publicadas) dice el lema del NYT. Bueno, no todas. Las que podían perjudicar a Miller, casi todas las relacionadas con el caso, no alcanzaban ese rango.

A lo único a lo que se puede agarrar el NYT para recuperar la confianza de sus lectores es a su empeño por contar todo lo que saben... eso sí, después del paso del huracán. Al igual que hicieron en el caso de Jayson Blair, han escrito un mea culpa de varias páginas en forma de reportaje. Es un paso que pocos periódicos, ninguno en España, se hubieran atrevido a dar.

Pero es un consuelo menor. No resulta extraña la respuesta que Jill Abramson dio a los autores del reportaje cuando éstos le preguntaron si lamentaba algo del comportamiento del diario en este caso. Su respuesta: "Todo".

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The Miller Case: A Notebook, a Cause, a Jail Cell and a Deal. NYT 16 de octubre.
My Four Hours Testifying in the Federal Grand Jury Room. Judith Miller. NYT 16 de octubre.
Reporter, Times Are Criticized for Missteps. The Washington Post. 17 de octubre.
European personalities call for release of Judith Miller. Lista de firmantes.

Judith Miller: cómo utilizar el secreto profesional para fabricar una guerra. Guerra Eterna, 28 de junio.
El delirio del NYT. Guerra Eterna, 7 de julio.

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Junio 28, 2005

Judith Miller: cómo utilizar el secreto profesional para fabricar una guerra

Si existe el infierno para los periodistas, espero que haya un lugar reservado para Judith Miller, periodista de The New York Times. En su zona más caliente.

De momento, al infierno no va a ir, pero la cárcel la tiene más cerca. El Tribunal Supremo de EEUU ha decidido no aceptar el recurso presentado por Miller y otro periodista de la revista Time, Matthew Cooper, contra la decisión de un juez de Washington de amenazarles con la prisión por no revelar sus fuentes.

¿Cómo se ha llegado tan lejos?

El juez está investigando la filtración del nombre de una espía de la CIA, un delito cometido con la intención de desprestigiar a su marido, el diplomático Joseph Wilson, que se había convertido en un molesto testigo para la Casa Blanca. Wilson había recibido el encargo de viajar a Níger para comprobar si era cierto que el régimen de Sadam Hussein había intentado comprar un tipo de uranio susceptible de ser utilizado en la fabricación de armas nucleares.

La pista resultó ser falsa. Wilson descubrió que los documentos que habían hecho saltar la alarma eran burdas falsificaciones. Informó de ello a sus superiores, pero meses después se dio cuenta de que el presunto uranio africano continuaba siendo utilizado como posible indicio del programa iraquí de armas de destrucción masiva.

Publicó un artículo en el NYT contando su historia y alguien (¿en la Casa Blanca?, ¿en el Pentágono?, ¿en la CIA?) decidió ajustar cuentas. Contó al columnista conservador Robert Novak que la idea de enviar a Wilson había partido de su mujer, que no trabajaba precisamente en la Cruz Roja. Había que minar su credibilidad.

Espías, diplomáticos, políticos, periodistas... Mucha gente implicada como para que el juez pueda terminar encontrando a los culpables. Lo curioso es que el periodista al que el magistrado quiere obligar a hablar no es Novak, sino dos reporteros que se interesaron después por la historia. Uno de ellos, Miller, ni siquiera llegó a escribir un artículo. Por hacer preguntas, es muy probable que acabe en prisión durante algunos meses. Como máximo, 18.

La confidencialidad de las fuentes es uno de esos principios sagrados del periodismo sin los cuales los medios de comunicación no podrían realizar su labor. Al mismo tiempo, es también un recurso que algunos periodistas emplean sin rigor y, a veces, con intenciones nada limpias.

Quizá la crisis no sea tan grave como sostiene el periódico de Miller -"la confrontación más grave entre la prensa y el Gobierno en una generación", ha dicho el NYT-, pero plantea un debate muy serio sobre los límites del secreto profesional.

Los periodistas deben defender ese principio, incluso si con ello se arriesgan a ser encarcelados. La justicia no puede permitir que esa idea conceda a los periodistas una patente de corso que impida la investigación de un delito.

Como periodista, pienso que el secreto profesional merece una protección legal similar a la que existe en otras profesiones. Sin ese recurso, multitud de historias importantes no habrían salido a la luz (como bien sabe Mark Felt). Y también creo que no libera de toda responsabilidad al reportero, que no debe permitir que sirva para encubrir a un delincuente.

Es un dilema que no tiene una solución fácil. Quizá por eso la Constitución española reconoce el secreto profesional, sin que los políticos se hayan atrevido a ir más allá. 25 años después, no se ha aprobado ninguna ley que desarrolle ese principio constitucional y que establezca sus límites y su aplicación.

En un perverso ejemplo de justicia poética, el caso puede acabar con Judith Miller en prisión. La mención inicial al infierno está justificada porque hay pocos periodistas que hayan hecho un uso de las fuentes anónimas más extenso, y más irresponsable, que Miller.

En los dos años anteriores a la guerra de Irak, Miller fue un arma de destrucción masiva en favor de la invasión. Nunca escribió, que yo recuerde, ningún artículo de opinión en favor de ir a la guerra. Lo que sí hizo fue publicar decenas de artículos en los que sostenía, sirviéndose del testimonio de fuentes anónimas, que Irak contaba con un arsenal prohibido de dimensiones espeluznantes.

Sus artículos sólo decían lo que decían sus fuentes (anónimas). Pero ella sabía muy bien elegir a sus fuentes.

Apoyada en las revelaciones que le pasaba el líder del Congreso Nacional Iraquí, Ahmed Chalabi, y sus asesores, Miller fue descubriendo el alcance de la amenaza iraquí citando fuentes supuestamente de primera mano. Se trataba de personas, algunas de ellas científicos, que habían huido de Irak y que decían tener un conocimiento muy detallado de ese arsenal.

En otras ocasiones, la periodista citaba fuentes militares o de los servicios de inteligencia. Todos ellos tenían la intención de despejar las dudas que persistían en el Congreso y la opinión pública sobre la necesidad de acabar para siempre con la amenaza iraquí. Miller nunca citó a los expertos, de la sección de inteligencia del Departamento de Estado o del Departamento de Energía, que dudaban de la fiabilidad de esas pruebas. Se ve que nunca se pusieron al teléfono.

En un alarde de manipulación, el partido de la guerra filtraba a Miller una información y, días después, citaba el artículo del NYT para dar más fuerza a sus argumentos. Si lo dice el NYT, que nunca ha adorado a Bush...

En el mejor de los casos, Miller fue manipulada por Chalabi y por el Pentágono. En el peor, engañó a sus lectores con informaciones sesgadas y falsas, procedentes de fuentes que obtendrían un beneficio político (y en el caso de Chalabi, económico), si esas noticias servían para convencer a los norteamericanos. Miller nunca juntó en su cerebro las palabras "conflicto de intereses".

Algunos ejemplos del periodismo de Miller. "Iraqi Tells of Renovations at Sites for Chemical and Nuclear Arms (20/12/2001): Artículo sobre laboratorios secretos de armas bioquimicos e instalaciones subterráneas nucleares. Aún las están buscando.

"US says Hussein Intensifies Quest for A-bomb Parts" (7/9/2002) El Ejército iraquí estaba intentando comprar unos tubos de aluminio imprescindibles para su programa nuclear. Miller no dio ninguna importancia a los argumentos de los expertos de la Administración que pensaban que las características técnicas de estos tubos impedían que los utilizaran para ese fin.

"Verification is Difficult at Best, say the Experts, and Maybe Impossible" (18/9/2002). Cuando Cheney y otros discutían si podía servir de algo enviar otra vez a los inspectores de la ONU a Irak, dados los antecedentes de obstrucción iraquí, Miller saltó en ayuda de sus fuentes para elegir a los expertos que se mostraban escépticos.

Después del derrocamiento de Sadam, Miller consiguió que sus contactos en el Pentágono le pagaran los favores prestados. Fue el único periodista al que permitieron acompañar a la unidad militar y de la CIA, llamada MET Alpha, cuya misión era descubrir en Irak el rastro de las armas no encontradas.

Aparte de algunos detalles de mala crianza (como amenazar a los militares y espías a los que acompañaba con telefonear al Pentágono si no buscaban las armas en los lugares de los que ella sospechaba), Miller terminó de hundir su prestigio con un artículo que figurará en los anales periodísticos de la credulidad.

Contó que un científico iraquí reveló a los soldados de la unidad que el régimen de Sadam había destruido las armas químicas y biológicas "sólo unos días antes del comienzo de la guerra". Más tarde, el científico acompañó a los soldados para señalar exactamente el lugar donde se habían enterrado algunos de los elementos utilizados en su fabricación.

Miller nunca habló con el científico. Lo vio de lejos, y por eso pudo decir que llevaba puesta una gorra de béisbol. Ni siquiera se puede decir que tuviera una sola fuente; como mucho, tenía lo que otros le habían dicho que la fuente había dicho.

Y a pesar de estas pruebas tan endebles, que al final tampoco llevaron a ninguna parte, Miller apareció radiante en FOX News para ser entrevistada sobre su hallazgo. Y no se quedó corta en su descripción:

"Well, I think they found something more than a smoking gun. What they found is a silver bullet in the forma of a person, an Iraqi individual, a scientist, as we've called him, who really worked on the programs, who knows them firsthand, and who has led MET Alpha people to some pretty startling conclussions".

El pastel se descubrió después de la guerra cuando The Washington Post publicó los emails que se enviaron en Irak Miller y el jefe de la corresponsalía del NYT en Bagdad, John Burns, a cuenta de una disputa sobre quién debía escribir un perfil de Chalabi. En su respuesta, Miller le explicaba a Burns que tenía la confianza de Chalabi desde hace diez años y algo más:

"Él nos ha entregado la mayoría de las exclusivas sobre armas de destrucción masiva que han aparecido en la primera página de de nuestro periódico".

Chalabi les entregó las exclusivas y Miller le entregó la guerra.

¿18 meses? Pocos me parecen.

Extra:

Ahora Judith Miller ha puesto en marcha una web para defender su caso (vía Periodistas 21). Espero que su némesis personal, Jack Shafer, de Slate, continúe haciéndole el marcaje acostumbrado.

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Junio 23, 2005

¿Cuándo comenzó la guerra de Irak?

Michael Smith, de The Sunday Times, explica cómo consiguió los informes secretos de Downing Street y recuerda un detalle interesante a los periodistas norteamericanos que no han prestado mucha atención a la noticia. Es posible que esos tipos tan listos que ya sabían que la decisión de invadir Irak estaba tomada en el verano de 2002 no supieran que en realidad la guerra ya había comenzado. En cierto modo.

Los documentos demuestran que uno de los planes para forzar el inicio de las hostilidades consistía en aumentar los bombardeos en la zona de exclusión aérea del sur para intentar provocar una respuesta bélica de Sadam que justificara el comienzo de la guerra. Los datos, según Smith:

-En marzo y abril de 2002 casi no hubo ataques sobre el sur de Irak.

-Entre mayo y agosto de 2002 se lanzaron una media de 10 toneladas de bombas al mes.

-Ante la falta de respuesta iraquí, a finales de agosto se decidió aumentar la intensidad de los bombardeos. Los aviones británicos y norteamericanos lanzaron 54,6 toneladas de bombas en septiembre y los ataques continuaron aumentando en los meses finales de 2002 y los primeros de 2003.

¿Cuándo comenzó la guerra de Irak? ¿Seguro que fue el 20 de marzo de 2003?

The Real News in the Downing Street Memos. Michael Smith, en Los Angeles Times.

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Junio 21, 2005

Sus recuerdos están equivocados

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El humorista gráfico Tom Tooles le lanza un revés a dos manos a los medios de comunicación norteamericanos que han ignorado la publicación en el Reino Unido de los informes secretos que revelan cuándo tomó Washington la decisión de invadir Irak (Respuesta: mucho antes de lo que nos hicieron creer).

Texto de la viñeta publicada en The Washington Post:

"Corrección: El informe de Downing Street parece entrar en conflicto con lo que recuerdan haber leído o escuchado en los medios de comunicación antes de la guerra de Irak.
Sus recuerdos están equivocados. Lamentamos su error".

Lo curioso es que entre los que han recibido el dardo está la sección de opinión de The Washington Post. Un editorial del Post sostuvo la semana pasada que los informes secretos no añaden nada que no se conociera en el verano de 2002.

No está mal viniendo de un periódico al que se acusa frecuentemente de ser antiBush.

Lo que no comprendo muy bien es por qué si el director de la sección de opinión del Post lo sabía ya todo entonces no nos contó nada a los lectores. Hubiera sido un detalle.

Y falta algo:

The Downing Street Memo es un blog puesto en marcha para sacar las vergüenzas de los medios norteamericanos que silenciaron durante semanas el contenido de los informes secretos.

Algunos periodistas no se enteran. En este artículo de Howard Kurtz, se puede ver cómo insisten en mantener que los informes no contaban nada nuevo.

Fred Kaplan, de Slate, explica qué es lo que hay de interés en los informes.

Posted by Iñigo at 08:09 PM | Comments (3) | TrackBack

Junio 13, 2005

Londres avisó pero Washington no escuchó

The Sunday Times ha vuelto a poner en dificultades al Gobierno de Tony Blair con la publicación de otro informe secreto fechado en 2002. Al igual que con el informe conocido el pasado 1 de mayo, vuelve a quedar patente la preocupación de las autoridades británicas con la actitud de la Casa Blanca y del Pentágono ocho meses antes del inicio de la invasión de Irak.

Se insiste en destacar que el "cambio de régimen" por sí mismo no era una causa legal suficiente para ocupar Irak. Aunque también se reconoce que las autoridades norteamericanas y británicas (aquí también podríamos decir europeas) tenían puntos de vista diferentes sobre el derecho internacional.

Los asesores de Blair resumen la posición británica en sus contactos con las autoridades de EEUU. La novedad de este último informe reside en los malos augurios sobre una futura posguerra iraquí a causa de la falta de preparación de los norteamericanos.

A diferencia de los mensajes que salían de boca de Bush, Cheney o Wolfowitz, Londres no creía que la ocupación de Irak fuera a ser un camino de rosas, y no sólo por las obligaciones económicas impuestas por la reconstrucción de un país arrasado por décadas de dictaduras y guerras:

A post-war occupation of Iraq could lead to a protracted and costly nation-building exercise. As already made clear, the US military plans are virtually silent on this point. Washington could look to us to share a disproportionate share of the burden. Further work is required to define more precisely the means by which the desired endstate would be created, in particular what form of Government might replace Saddam Hussein's regime and the timescale within which it would be possible to identify a successor.

Los planes militares de EEUU no incluyen prácticamente nada sobre la reconstrucción del país, dice el informe, cuyo autor ya se teme lo peor: "Washington podría pensar en nosotros para que soportáramos una parte desproporcionada de la responsabilidad".

Ha habido una intensa polémica en los medios de comunicación de EEUU sobre el silencio con que se recibió inicialmente la publicación por The Sunday Times del primer informe secreto. Los partidarios de Bush dicen que no demuestra nada y los críticos creen que la Casa Blanca mintió deliberadamente a los norteamericanos al hacerles creer que la decisión de invadir el país no estaba tomada en el verano de 2002.

En esta ocasión, The Washington Post no ha esperado varias semanas para escribir sobre la filtración, como hizo en mayo. Uno de sus reporteros más veteranos escribió ayer sobre el nuevo informe y el periódico llevó el artículo a la primera página.

Para ilustrar la absoluta falta de un plan realista sobre la posguerra, el periodista recuerda que el entonces número dos del Pentágono explicó en una comisión parlamentaria que contener la amenaza de Sadam había costado algo más de 30.000 millones de dólares en los doce años anteriores. "No me puedo creer que haya alguien aquí que quiera gastarse otros 30.000 millones para eso en los próximos doce años", dijo Wolfowitz en febrero de 2003.

Como dice el artículo, el Congreso ha aprobado hasta mayo el gasto de 208.000 millones de dólares en la guerra y reconstrucción de Irak.

No hay un ejemplo mejor para describir esta negligencia que los desesperados esfuerzos de los militares norteamericanos por crear desde cero un Ejército iraquí. Dos reporteros del Post fueron testigos durante unos días del entrenamiento de una unidad iraquí. Los testimonios de los profesores (norteamericanos) y de los alumnos (iraquíes) revelan lo lejos que está EEUU de conseguir su objetivo: Building Iraq's Army: Mission Improbable.

A menos que salir huyendo del enemigo se considere una parte ineludible del adiestramiento de un soldado.

RESTOS DE FABRICA:
Parece que el proyecto de crear una versión en inglés de Al Jazeera va en serio. El ex presentador de CNN Riz Khan es uno de sus fichajes y explica en el WSJ por qué se pasa al enemigo.

Es duro ser un imperio. El 59% de los norteamericanos quiere sacar de Irak a todos o algunos de sus soldados, según una encuesta de Gallup publicada por USA Today. Sólo el 36% quiere mantener las tropas o aumentar su número.

Abú Mazen no se atreve a poner los principios sobre las ventajas políticas y permite la ejecución de cuatro delincuentes. Las primeras en territorio palestino desde 2002.

Posted by Iñigo at 07:09 PM | TrackBack

Marzo 22, 2004

Mentiras pagadas por los contribuyentes

No todos los artículos de la prensa norteamericana acusan a los españoles de haberse rendido ante el terrorismo. Algunos periodistas continúan preguntándose cómo pudieron engañar a todo el mundo con el terrorífico cuento de las armas de destrucción masiva. Los periódicos de la cadena Knight Ridder (que edita los diarios más importantes de ciudades como Detroit o Miami, entre otras muchas) llevan tiempo siguiendo la pista de las noticias que se dieron como ciertas y que resultaron ser falsas. Ahora han descubierto (Iraqi exile group fed false information to news media) que buena parte de esas informaciones tenían la misma fuente, el partido de la oposición Congreso Nacional Iraquí, presidido por Ahmed Chalabi:

El grupo de exiliados iraquíes que facilitó a la Administración Bush información falsa y exagerada sobre Irak también entregó la misma información a los principales periódicos, agencias y revistas de EEUU, Gran Bretaña y Australia.

Una carta del Congreso Nacional Iraquí, enviada el 26 de junio del 2002 al Comité de Apropiaciones del Senado, incluía una lista de 108 artículos, basados en informaciones entregadas por el Programa de Recogida de Información, del CNI, un programa financiado por EEUU para recoger información secreta sobre Irak.

La mayoría de estas informaciones, dice el artículo, procedía de media docena de iraquíes que habían huido del país, no estaba confirmada por ningún servicio de inteligencia norteamericano, e incluso era contemplada con escepticismo por varias fuentes de la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado.

El líder del CNI, Chalabi, era el niño bonito del Pentágono, el líder del exilio elegido por Rumsfeld y Wolfowitz para convertirse en el nuevo presidente del Irak. Al carecer de apoyo popular, se ha tenido que conformar con ser un miembro más del Consejo de Gobierno Iraquí, pero sus opciones para presidir algún día Irak, aunque reducidas, siguen abiertas.

El CNI entregó al Senado esta lista para justificar los fondos recibidos. Es decir, que los periódicos norteamericanos mintieron a sus lectores al dar por buenos datos facilitados por un grupo interesado en propiciar la invasión de Irak y que estaba financiado por los propios contribuyentes norteamericanos. Los engañados estaban financiando con sus impuestos las mentiras que iban a llevar a su país a la guerra. El círculo perfecto.

Entre las denuncias, recogidas como ciertas o probables por la prensa norteamericana, el artículo destaca algunas que han resultado falsas o que aún no han podido confirmarse. Entre ellas:

-Sadam colaboró durante años con Osama Bin Laden y fue cómplice de los atentados del 11 de septiembre.

-Irak podía lanzar misiles Scud sobre Israel armados con toxinas que podían matar a 100.000 personas.

-Irak entrenó a extremistas islámicos con las mismas técnicas de secuestro de aviones empleada en el 11 de septiembre.

Para un análisis más extenso del fracaso de la prensa norteamericana en separar el grano de la paja en las denuncias norteamericanas sobre las armas iraquíes, conviene leer Now They Tell Us, aparecido en febrero en The New York Review of Books. Aquellos que piensan que The New York Times es el mejor periódico del mundo se van a llevar una gran decepción cuando lean ese artículo. Y si además leen Miller Time (Again), The New York Times owes readers an explanation for Judith Miller's faulty WMD reporting, (de la revista Slate), probablemente se peguen un tiro.

Posted by Iñigo at 06:45 PM | TrackBack