Negacionistas, pirómanos y agentes del caos

Hace unos días, Angela Merkel tiró de números para insistir en la necesidad de medidas más drásticas contra el coronavirus: «En verano, a finales de junio y comienzos de julio, teníamos 300 nuevas infecciones diarias y ahora tenemos días con 2.400 infecciones. Eso significa que en julio, agosto y septiembre, en tres meses, el número de infecciones se ha doblado tres veces, de 300 a 600, de 600 a 1.200, de 1.200 a 2.400. Si eso ocurre en los próximos tres meses, en octubre, noviembre y diciembre, entonces pasaríamos de 2.400 a 4.800 diarios, de 4.800 a 9.600, y de 9.600 a 19.200». A día de hoy, las cifras de contagios no son aún alarmantes en Alemania a diferencia de España y en especial de la Comunidad de Madrid. ¿Cuál es la respuesta en Madrid? El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso sostiene que la situación está bajo control y que está mejorando. Sobre la presión del Gobierno central para ampliar las restricciones, el PP madrileño dice que sólo van a provocar «el caos».

El negacionismo en la pandemia no exige sólo afirmar que las cosas no están mal. Como se ha visto en EEUU con la Administración de Donald Trump, la estrategia obliga a criticar a los que opinan lo contrario y denunciarlos como derrotistas, gente que pretende destruir la economía o sencillamente políticos que lanzan conspiraciones sobre el coronavirus para socavar la confianza en el Gobierno.

Este viernes fue otro día en que el Gobierno de Díaz Ayuso metió más carbón en la caldera de su campaña para presentarse como víctima de los oscuros designios de Moncloa. Ante la decisión del Ministerio de Sanidad de restringir por decreto los desplazamientos entre ciudades que cumplan una serie de condiciones negativas, lo que en el caso de Madrid supone tener las peores cifras de Europa, la respuesta ha sido destacar que son innecesarias y que perjudicarán seriamente a la economía. Sigue leyendo

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Fuck off

Un zoo británico ha tenido que tomar medidas drásticas con un grupo de cinco loros que tienen el pico un poco sucio. Los han separado de la colonia de 200 loros por ser una mala influencia. Se dedican a lanzar palabras soeces a los visitantes y la palabra ‘fuck’ es una de sus preferidas. «Estamos bastante acostumbrados a ver a los loros decir palabrotas, pero nunca habíamos tenido a cinco haciéndolo al mismo tiempo», ha dicho el responsable del zoo. Tampoco es que haya habido muchas protestas del público. Aparentemente, a la gente le hace gracia escuchar a un loro mandarle a tomar por culo («fuck off»), cuentan. Lo malo es si los otros 200 se animan a unirse al coro.

Otra solución sería enviarles a observar la sesión de control en el Congreso. Los animales se iban a quedar lívidos. Por otro lado, podrían aprender nuevos insultos.

A falta de temas con los que matar el tiempo, la pandemia y todo eso, la oposición optó por escandalizarse porque hay políticos de ideas republicanas en el Gobierno. Es otra forma de denunciar que el Gobierno es ilegítimo, no importa lo que digan los resultados de las elecciones. «Si le queda un mínimo de dignidad institucional, debe cesar a su Gobierno radical y romper con sus socios que anuncian otro golpe a la legalidad», dijo Pablo Casado a Pedro Sánchez. Lo que quiere decir es que debe dimitir y convocar elecciones o sencillamente entregar el poder al PP. Casado es el mismo que llevó a su partido a los peores resultados de su historia, pero, tal y como habla, parece que consiguió la mayoría absoluta él solo. Sigue leyendo

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Madrid, ese lugar mágico en que los ingresos hospitalarios suben y se desploman al mismo tiempo

En la batalla de la pandemia de Madrid, todo gira en torno al duelo entre el Gobierno central y el madrileño. El segundo no cree que sea necesario dar marcha atrás en toda su Comunidad a las medidas con las que se permitió la vuelta a la normalidad económica. Mientras desde muchos ámbitos se da la voz de alarma ante las dimensiones de la segunda oleada en Madrid, y las comunidades limítrofes saben lo que eso significa para ellas, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso dice que todo está controlado y que no hay motivos para tener miedo. A veces, conviene mirar también fuera de la capital de España, que es algo que no es habitual en los medios de comunicación cuya sede central se encuentra en Madrid. Veamos lo que ha dicho el presidente de Andalucía en una entrevista en El Confidencial: «Parece, por los datos, por la ola fruto de la resaca del verano, que posiblemente nos precipitamos con la desescalada. Debió ser más lenta y más duradera en el tiempo. Ha sido un verano descontrolado, donde las medidas se han descontrolado mucho».

No es que Juan Manuel Moreno Bonilla se haya hecho un harakiri con estas palabras. Sólo está diciendo lo que piensa la mayoría. Para solucionar un problema, tienes primero que reconocer que lo tienes. No puedes curarte del alcoholismo si no admites que eres un alcohólico.

El PP de Madrid no opina lo mismo y sigue amarrado a la botella. No acepta desandar parte del camino y volver a una situación similar a la de la Fase 1 de la desescalada en primavera, como ha pedido el presidente de la Organización Médica Colegial. Ha decidido primar la economía sobre cualquier otra consideración. «Tenemos que conjugar la salud con la economía porque Madrid no se puede parar», dijo el domingo Díaz Ayuso. Antes muertos que parados, se podría decir, si no fuera porque en este caso lo de muertos no es en sentido figurado.

La mayoría de los científicos sabe que eso es imposible. No hay economía que se pueda salvar si no se controla antes la pandemia. «La política está intentando hacer el equilibrio entre economía y control pandémico, pero ahora tienen que priorizar el control pandémico, que va a condicionar la economía», ha dicho Rafael Bengoa, uno de los expertos más conocidos en Salud Pública en este país y que además sabe cómo funciona la política (fue consejero del Gobierno vasco). «No es una dicotomía, porque sin salud desde luego que no hay economía», opina Margarita del Val, viróloga en el CSIC.

No se puede entender la estrategia del Gobierno madrileño sin echar un vistazo a los cambios sucesivos de la posición del Partido Popular desde el inicio de la crisis en marzo.

1. Apoyamos el estado de alarma.

2. El estado de alarma es un ataque a los derechos fundamentales.

3. El estado de alarma es innecesario porque las leyes ordinarias permiten al Gobierno tomar las decisiones necesarias.

4. Necesitamos reformas legislativas porque las leyes ordinarias no sirven.

5. No necesitamos reformas legislativas ni un nuevo estado de alarma en algunas autonomías porque las leyes ordinarias ya son suficientes.

Hay más capítulos en esta montaña rusa. Tantos cambios y contradicciones quedaron de manifiesto este lunes en la entrevista a Pablo Casado que hizo Carlos Alsina en Onda Cero. El líder del PP intentó mantener una posición y la contraria en la misma respuesta para perplejidad del entrevistador. Casado exigió «un mando único sanitario», pero no tolera que el Ministerio de Sanidad dé ordenes a la Consejería madrileña de Sanidad. Es decir, sería un mando único que no mande. Reclamó un «marco legal nacional», pero no supo responder a la pregunta de qué instrumentos legal nuevos necesita Díaz Ayuso que ahora mismo no pueda utilizar. Sobre todo, teniendo en cuenta que Ayuso se niega a aumentar las restricciones a las zonas que ya superan de largo el porcentaje de casos positivos existente en toda Europa, y que el Gobierno central no exige un confinamiento similar al de marzo.

A lo máximo que llegó Casado es a decir que, como Madrid no tiene una Policía autonómica –como si fuera la única comunidad en esa situación–, necesita más policías para que la cuarentena aprobada, que no es tal, sea efectiva. Su prioridad es más policías, no más médicos, con el argumento empleado por Díaz Ayuso de que no hay médicos libres en España, algo que niegan las organizaciones médicas colegiales.

Fuera porque estaba confuso o desesperado por las respuestas, Alsina le preguntó si quiere que el ministro Salvador Illa intervenga en las decisiones sanitarias del Gobierno de Madrid, y ponga fin a la inhibición del Gobierno, o que no se meta en esos asuntos. «Es que el relato que hace usted es perfecto. De todo eso nos quejamos y nos seguimos quejando», respondió Casado. De una cosa y de la contraria. De que intervengan y de que no lo hagan.

Para terminar de arreglarlo, Casado dijo que las autoridades de Madrid «van por el camino correcto». ¿Entonces la pandemia está bajo control allí?, preguntó el periodista. «Yo no he dicho eso», dijo el presidente del PP.

Según los últimos datos, se han notificado 13.449 nuevos casos positivos por PCR desde el viernes en la Comunidad de Madrid. Suponen el 42% de los datos de toda España (cuenta con el 14% de la población española). Es la mayor cifra desde que comenzó la segunda oleada.

Ante este panorama, no se puede negar que tenemos un asiento de primera fila para ser testigos de la disputa entre ambos gobiernos. El lunes, hubo una rueda de prensa de Salvador Illa, otra de Enrique Ruiz Escudero, consejero madrileño de Sanidad, una entrevista a Illa en televisión y otra entrevista a Díaz Ayuso en otra cadena. No consiguen alcanzar un acuerdo, pero les encanta hablar de ello. Ellos ponen las palabras y la audiencia pone los enfermos.

El último truco de este homenaje permanente a los acertijos vino el mismo lunes de la propia Díaz Ayuso. ¿Cómo va a intervenir el Gobierno central en Madrid si todo está ya solucionado? La presidenta alardeó de que «se desploman los ingresos hospitalarios» por Covid-19. Eso quiere decir que han bajado de forma espectacular. No exactamente. Lo que ha ocurrido es lo contrario. Siguen subiendo a gran ritmo, aunque no tanto como la semana anterior. Ya ni siquiera las cifras representan lo que dicen. Los ingresos hospitalarios suben y se desploman al mismo tiempo.

Para qué tomar medidas más estrictas cuando podemos jugar con las cifras para no tener que tomar ninguna decisión realmente efectiva.

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Cosas que hacer en sábado cuando no estás muerto

La escena de ‘Margin Call’ cuando se reúne el consejo de la compañía para que los altos cargos se enteren de que están al borde del abismo, que además sirve para ver qué bueno es Jeremy Irons.

–¡Corten! Y las dos estrellas se separan porque no se soportan.
Dave Chappelle renunció a un contrato de 50 millones, pero no está loco.
‘Taxi Driver’, la sitcom romántica.
‘Star Wars’ al estilo de ‘Misión imposible’.
–¿Cuántas películas de Hollywood son secuelas y cuántas cuentan con material original?
–Las canciones compuestas para las películas de James Bond que no pasaron el corte.
–Un documento muestra la vida diaria en un barco esclavista del siglo XVIII.
–Las reglas básicas de los ladrones de cadáveres en el siglo XIX.
–Las empresas de Japón que ayudan a la gente a desaparecer.
–¿A qué velocidad despega un avión?
Bugs Bunny continúa siendo un icono. Dicho de otra manera, todos queremos ser como Bugs Bunny y acabamos siendo como el Pato Lucas.

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Ya está aquí el tráiler de ‘Spitting Image’

En un tiempo en que todo son remakes y nuevas versiones y muchos líderes políticos mundiales se han convertido en la caricatura de su caricatura, regresa ‘Spitting Image’, el programa de marionetas y humor que parodió la política británica y mundial de los años ochenta y noventa, con más éxito en la primera década que en la segunda.

Obviamente, Donald Trump y Boris Johnson serán los personajes principales, pero los guionistas tienen difícil exagerar la realidad, uno de los elementos habituales en cualquier sátira. Las ruedas de prensa de Trump son difícilmente parodiables, porque la versión real ya es lo suficiente absurda como para ser difícil de creer.

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Señores pasajeros, el avión de Madrid está a punto de estrellarse, abróchense los cinturones y no pidan más médicos

El pasaje empieza a preocuparse cuando se da cuenta de que el avión hace extraños movimientos durante la tormenta. Se oye el sonido de la voz de una asistente de vuelo. Señores pasajeros, el avión de Madrid se prepara para estrellarse. Uno de los motores está en llamas y el otro empieza a dar problemas. La comandante de la nave no sabe para qué sirven todas esas luces rojas. El piloto y el copiloto están discutiendo y han decidido no dirigirse la palabra. Casi no queda combustible. Abróchense los cinturones y recuerden que el problema de las ocupaciones es el más grave al que se enfrenta Madrid. Y España, porque Madrid es España y el resto es menos España porque no es Madrid.

Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid que había salvado a España, según un vídeo de homenaje que le dedicó el PP en julio, la mujer que dijo en mayo «yo soy la responsable de que esto salga bien o mal, lo asumo y lo asumiré», preside la Comunidad con los peores datos de coronavirus de Europa. Ella no cree que tenga nada que reprocharse, pero dice que se ha sentido sola. Nadie le ayuda, empezando por el Gobierno central, siguiendo por los médicos y continuando por los profesores, todos ellos muy reivindicativos. Hay una conspiración contra ella. Y contra Madrid –que es en sus propias palabras «una España dentro de España»– y por tanto contra España.

Acuciado por las críticas del PP, Pedro Sánchez hizo lo que Ayuso no esperaba y ofreció a trasladarse este lunes a la sede de la presidencia madrileña para reunirse con ella. Prometió ayuda y coordinación. En realidad, no estaba pensando en Díaz Ayuso con esta decisión, sino en Pablo Casado. Con la reunión y los compromisos alcanzados, Moncloa intenta neutralizar las críticas del PP sobre el supuesto abandono de las Comunidades Autónomas. Casado se ha inventado que la gestión de una pandemia es responsabilidad absoluta del Gobierno central –eso no aparece en ninguna ley–, mientras al mismo tiempo ha prohibido a los gobiernos autonómicos presididos por su partido que acepten la oferta de declarar el estado de alarma en su territorio. Cuando Casado vuelva a acusarle de dejar tiradas a las autonomías, Sánchez sacará la foto de su reunión con Ayuso. Con eso, Moncloa ya dio la cita por rentabilizada.

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Nadie al volante en Madrid, pero lo primero es saber dónde está el volante

En las marquesinas y quioscos de Madrid, se anuncia ‘Esperando a Godot’, la obra de Samuel Beckett paradigma del teatro del absurdo que se ha convertido en el espejo perfecto en el que se mira la política madrileña durante la pandemia. No, no es publicidad de guerrilla ni una campaña política intencionada. Es una obra de teatro de verdad en un escenario de verdad y con actores de carne y hueso. El gobierno de Isabel Díaz Ayuso también es de verdad, o intenta serlo, con su presidenta de verdad y su vicepresidente y consejeros de verdad. En el mundo real, en el que nueve de las diez ciudades españolas con mayor número de casos de coronavirus se encuentran en la Comunidad de Madrid, la impresión es discutible, como se ha visto esta semana.

Un viceconsejero de Sanidad anuncia medidas drásticas sin concretar que aún no están decididas, previo mensaje por WhatsApp a la presidenta. Un vicepresidente cancela la rueda de prensa semanal porque no sabe qué debe decir o no quiere comerse el marrón de dar la cara por todos. Un consejero de Sanidad tampoco está por la labor de ponerse ante los periodistas. El viceconsejero se niega a grabar un vídeo para desvelar el enigma, un vídeo que sirva como prueba de vida de que el Gobierno sabe lo que está haciendo. Los titulares dudan entre las palabras caos, desastre o incendio. Difícil elección.

Nadie al volante, dicen algunos. A lo que hay que responder: en primer lugar, las autoridades tendrían que saber dónde está el volante. Hay que esperar para saberlo, quizá este viernes. Godot no vendrá hoy, pero mañana seguro que sí.

Todo esto ocurre en la misma semana en que Díaz Ayuso afirma en un debate en la Asamblea que la oposición no le respeta y se queja de que «ha habido ensañamiento en Madrid». Contra ella, claro. Ante la acusación de pasividad en los meses de verano con el aumento drástico de contagios hasta llegar a una transmisión descontrolada que ha colocado a la región de Madrid como la que cuenta con más casos de Europa, la presidenta lo niega todo: «La Comunidad de Madrid (es decir, su gobierno) no se ha relajado en ningún momento».

«Cuesta entender cómo no se han adoptado medidas antes», ha dicho a El País Santiago Moreno, jefe de servicio de enfermedades infecciosas en el hospital Ramón y Cajal. «Recuerdo que en el mes de julio, mientras otras comunidades sufrían un importante aumento de casos, aquí en Madrid se decía que todo estaba bien y bajo control. Parece que hubo cierta relajación, que es lo que nunca hay que hacer con el coronavirus».

Los hospitales ya sufren las consecuencias. «No se puede ampliar la UCI porque no tenemos enfermeras», afirma a este medio Araceli Rojo, delegada de UGT en el Hospital Doce de Octubre. En varios centros de Atención Primaria, el personal coloca carteles en el exterior para anunciar cuántos médicos y enfermeras están trabajando ese día y a cuántos pacientes están atendiendo para que la gente sepa por qué se está tardando una semana en dar citas o por qué los teléfonos de los centros no responden a las llamadas.

Doce horas después del fin del pleno del martes, el Gobierno de Ayuso empieza a echar humo por todos los lados. Todos se miran entre sí para ver quién debe asumir la responsabilidad después de que el viceconsejero Antonio Zapatero, ojito derecho de Ayuso, haya anunciado el miércoles «confinamientos restrictivos» sin concretar dónde y cómo se harán y dando a entender que la presidenta está avisada. Todos se borran, aunque el consejero de Sanidad se ve obligado a grabar el vídeo al que Zapatero se ha negado. Ayuso, que estaba protagonizando una gira de entrevistas por varios medios, se queda callada. La noticia de que las nuevas medidas ya se contarán el viernes no sirve para acallar la polémica.

Al aumentar la presión periodística para saber qué está pasando, fuentes del Gobierno comunican en la tarde del miércoles a tres medios de comunicación que se prepara para reabrir el hospital de Ifema –¿con qué personal sanitario si ya falta en los ambulatorios?–. Los datos de hospitalización son los peores de España, 22% de camas ocupadas, pero están lejos de haber llegado al nivel de saturación. Es sólo propaganda para ganar un titular en las portadas de la prensa del jueves, cosa que se consigue con El Mundo y La Razón.

Fuentes de la presidencia madrileña envían a los periodistas un largo mensaje para sostener que las medidas que se están estudiando no son diferentes a las adoptadas en otras regiones. No explica por qué se ha tardado tanto en aplicarlas en Madrid. Quizá porque les salía políticamente más rentable hablar del aeropuerto de Barajas que del número de médicos y rastreadores. También explica las palabras del viceconsejero: «Zapatero habló de ‘confinamientos selectivos’, pero usó ese término como concepto para que todos lo entendiéramos, no dijo que vayan a aprobarse confinamientos selectivos, sino que en todo momento habló de restricciones». Zapatero sí se refirió a que estaban estudiando «confinamientos selectivos», pero el mensaje nos comunica que hablar de confinamientos selectivos no significa que se esté pensando en confinamientos selectivos. ¿Cómo pueden pensar algo así?

Aguado está nervioso. Se ha negado a dar la rueda de prensa semanal, pero aparece en un acto online el jueves sobre el deporte sin que los periodistas puedan hacerle preguntas. Finalmente, sí se refiere a lo que todo el mundo está hablando y hace un llamamiento que suena a desesperado: «Es necesario y urgente que el Gobierno de España se implique de forma contundente en el control de la pandemia en Madrid». Es difícil saber a qué se refiere con la palabra «contundente». No dice qué debería hacer Moncloa. ¿Dar órdenes a Ayuso? ¿Enviar más ayuda a la Comunidad? ¿Darles algún tipo de cobertura legal que ya el Gobierno puso a su disposición, como el estado de alarma?

Pocas horas después, Pedro Sánchez envía una carta a Díaz Ayuso en la que se ofrece a desplazarse a la sede de su Gobierno para reunirse y «trabajar conjuntamente» para encontrar una solución. La presidenta acepta la oferta, pero no puede evitar la tentación de dejar la patita con su acostumbrado «Madrid ha estado demasiado tiempo sola». Los que no tienen tanta suerte son varios alcaldes del sur de Madrid que iban a reunirse con ella el viernes vía telemática y conocer qué pasará en sus ciudades. Tendrán que seguir esperando a Godot, es decir, a Ayuso, porque su encuentro fue cancelado el día anterior.

Quienes también se sienten muy solos son los habitantes del los barrios del sur de Madrid en los que el viceconsejero había dicho que estaban teniendo una «relajación ciudadana» que estaba propiciando el aumento de los contagios. Personas que no pueden conseguir que les vean en los desbordados centros de Atención Primaria, frente a los que tienen que hacer colas en el exterior hasta que pueden atenderlos.

Flora, enfermera con una experiencia de 15 años que trabaja un centro de salud del barrio de Puente Vallecas donde hay cuatro de los seis médicos de baja y otro de vacaciones, explica a La Sexta quiénes son esas personas: «Es evidente. Solamente hay que ver: ¿quién trabaja? La clase obrera. ¿Quién se traslada? La clase obrera. ¿Quién no teletrabaja? La clase obrera. ¿Quién vive en 45 metros seis, ocho personas o más? La clase que vive en Vallecas, en Carabanchel, en Usera… Vamos, no hay que ser un lumbreras (para saberlo), hay que saber muy poquito de salud pública».

Esos sí que están solos. Son los que siguen esperando a que alguien haga algo.

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La mayor víctima de la pandemia en Madrid es Díaz Ayuso y luego está toda esa gente que se ha muerto

Vaya verano tuvo que pasar la reputación de Ángel Gabilondo en las redes sociales. El tuit desde la izquierda más abrasivo contra el portavoz socialista en la Asamblea de Madrid era tan cierto y divertido como gamberro: «Os metéis con Gabilondo y él no ha hecho nada». Y los más cabreados decían: pues claro que no hace nada en la oposición a Isabel Díaz Ayuso. El exrector universitario había decidido no unirse a la estrategia de tierra quemada que caracteriza a la política española y dar aire al Gobierno madrileño para que elaborara su estrategia ante el coronavirus en unas condiciones terribles para cualquier Administración. Ayuso lo agradeció compitiendo con Pablo Casado en la tarea de atacar por todos los medios al Gobierno de Pedro Sánchez. Eso dejó a Gabilondo con la imagen del típico individuo del que es fácil aprovecharse. Eso es demoledor en política. Nadie te respeta.

En la segunda jornada del debate del estado de la región en la Asamblea de Madrid, Gabilondo tuvo la oportunidad de dejar clara su posición en la tribuna. Ya en meses anteriores había explicado lo poco que le interesaba la idea de una moción de censura en plena pandemia. Y además esa moción estaba condenada a la derrota y eso no parece que haya cambiado mucho. El portavoz socialista cedió un poco a esa presión en la que incluso ha intervenido de forma algo confusa el líder del PSOE madrileño, José Manuel Franco, y pronunció unas palabras que en realidad no le comprometen en nada: «Estoy dispuesto como candidato más votado para asumir lo que me corresponda», dijo en relación a un posible cambio de Gobierno, y para ello no descarta emplear los «mecanismos parlamentarios».

Con eso, ya empezaron a volar los titulares que decían que el socialista alentaba la moción de censura o que invitaba a Ciudadanos y Vox a dejar caer al Gobierno de Ayuso, pero el ruido era mayor que las palabras realmente pronunciadas. Gabilondo también dijo que «lo importante ahora es afrontar la pandemia». Muchas ganas no tiene.

Por lo que pueda valer, Díaz Ayuso elogió en dos ocasiones la moderación de Gabilondo, que es la típica ayuda que te echan al cuello y que te deja con menos aire del que tenías.

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Díaz Ayuso y el esperpento: dos grandes hitos originados en Madrid

Hubo que esperar al final del discurso de Isabel Díaz Ayuso en el debate del estado de la región para encontrar la perla que llevaba escondida, uno de esos momentos que maravillan a los expertos en Ciencia Política y dejan boquiabiertos a los periodistas. Como parte del intento de describir a Madrid en términos celestiales –la nueva «City on a Hill», versión española, con la que los presidentes describían a EEUU en la Guerra Fría como el faro de la esperanza en el mundo–, la presidenta negó que haya racismo en la Comunidad ¿y qué mejor forma de hacerlo que recurriendo a un ataque racista ocurrido unos días atrás? Eso obligaba a unas cuantas contorsiones verbales, pero eso nunca ha sido un gran obstáculo para ella.

Tres chicas menores de edad insultaron y escupieron a una pareja de origen sudamericano en el Metro de Madrid la semana pasada. Las palabras que emplearon tenían una clara intencionalidad racista, pero eso no es lo que vio Díaz Ayuso. «Aunque al principio parecía una cuestión racista — Díaz Ayuso comprende que estéis confundidos–, en el fondo no lo es. No solo porque en Madrid la integración, sobre todo hispanoamericana, es una realidad», dijo.

Díaz Ayuso tenía otra explicación en la que solo ella ha reparado: «¿Qué les pasa a esas chicas? Descomposición familiar, drogas y otras adicciones como a las nuevas tecnologías, que son caldo de cultivo de violencia y marginación a edades muy tempranas».

Faltó la ola de pornografía que nos invade. La culpa es de las drogas y del TikTok con el que los jóvenes comparten cochinadas audiovisuales. Qué raro que no culpara también a los videojuegos, que antes salían en todas las listas de cosas que la policía tiene que vigilar de cerca. ¿Racismo? Para nada. Cómo va a haberlo si en Madrid no hay racismo contra los latinoamericanos, si Madrid es España, faro y vigía de Occidente, el lugar al que llegan tantos españoles huyendo del comunismo, según hemos escuchado tantas veces.

Era previsible tanto elogio del ‘procés’ madrileño. En el caso de Díaz Ayuso y del PP, el orgullo local adquiere un tinte claramente político. Solo Madrid es realmente libre. Solo Madrid acoge con los brazos abiertos a los de fuera –siempre que no se interpongan las drogas y las abyectas nuevas tecnologías– hasta ser como el café instantáneo. «Aquí se es madrileño desde el primer día», dijo, lo que sonará extraño a todos aquellos que llegan a las grandes ciudades y se ven abrumados por lugares que no tienen misericordia con los que no cuentan con dinero suficiente.

Para resaltar aun más que Madrid es lo más importante de España y que los habitantes de otras regiones están solo para hacer bulto, Ayuso se apropió en su discurso de grandes figuras de la historia que cometieron el error de nacer fuera de Madrid, pero que luego lo corrigieron obteniendo grandes ventajas de esta manera. Ahí, citó a Galdós, García Lorca, Goya, Velázquez, Valle-Inclán y Pardo Bazán. Política de talonario. Madrid ficha a los mejores, como en el fútbol. Los demás, que hagan de cantera.

«El gallego Valle-Inclán creó el género del esperpento en nuestras calles», presumió Ayuso. Qué no escribiría hoy Valle-Inclán de la política madrileña y de su presidenta pulsando las opiniones populares en tabernas y burdeles.

Por ejemplo, sobre la amenaza fantasma de la «okupacion», Ayuso anunció la puesta en marcha de un teléfono «112 Ocupación» y una oficina para ocuparse de un asunto que las televisiones privadas y el PP han convertido en la falsa alarma del verano. El PP consigue así ocupar dos posiciones contradictorias: ponerse en primera línea de combate ante un asunto dramático y también afirmar que el problema está ya en vías de solución gracias al Gobierno madrileño. En agosto, un consejero sostuvo que la ocupación de viviendas ha descendido un 65% desde octubre de 2019. Lo mismo fue solo un despiste. Ayuso demostró en el discurso que quiere seguir exprimiendo esa fuente de miedo.

No hay procés sin cuestiones económicas en primera línea. La presidenta confirmó que el hundimiento de las cuentas públicas provocada por la pandemia no le hará abandonar su promesa de bajar los impuestos en esta legislatura. «Estos impuestos deben promover el incentivo, nunca asfixiar hasta paralizar la iniciativa ciudadana», anunció. De ahí que pretenda reducir medio punto todos los tramos del IRPF, lo que beneficiará a las rentas más altas. Es curioso cómo se puede pasar de estar asfixiado a respirar libremente gracias a medio punto de la parte autonómica del impuesto. Debe de ser otro de los milagros ‘liberales’.

Al mismo tiempo, prometió invertir 80 millones más en tres años en la sanidad pública. Antes había exigido que el Gobierno central aporte ayuda extraordinaria a las cuentas madrileñas en función de la población y también del impacto de la pandemia. Esas rebajas de impuestos no se van a pagar solas. Las demás comunidades tendrán que poner algo de su parte. Luego, la culpa la tendrá el Gobierno central porque Moncloa ens roba.

Como todo discurso de inicio de curso que se precie, había más promesas, que serán contestadas por la oposición en el pleno del martes. Lástima que el problema más grave que tiene la Comunidad de Madrid no es lo que suceda en el resto de la legislatura, sino lo que está ocurriendo ahora mismo. Consultas de Atención Primaria con médicos que atienden a 60 pacientes cada día. Personas que tardan una semana en conseguir cita con su médica de cabecera. Pruebas PCR a personas que han estado en contacto con un positivo para las que hay que esperar muchos días, aunque lo más probable es que te digan que te quedes en casa y problema solucionado. 27.404 nuevos casos comunicados desde el viernes en toda España, de los que 10.864 se han producido en Madrid.

Fue un olvido imperdonable que algún diputado del PP no gritara después del discurso de Ayuso: «¡Cráneo previlegiado!».

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El Gobierno se encomienda al brazo incorrupto de Montoro y se lleva un revolcón

Acabó la votación del Congreso que concluyó con una derrota del Gobierno y allá salió corriendo Pablo Casado para saborearla delante de los periodistas y, sobre todo, de las cámaras de televisión. Si le ponen un bedel delante, se lo lleva puesto. Terol, detrás de mí. Gamarra, detrás también. Dadme más micrófonos. La máquina de titulares estaba ofreciendo un panorama muy oscuro al Partido Popular con nuevos datos sobre la trama de espionaje en Interior al servicio de los intereses del Gobierno de Mariano Rajoy (AKA El Asturiano). Ahora hasta aparecía la cifra del dinero de los fondos reservados, 53.000 euros, gastados en conseguir que la información en poder de Luis Bárcenas no perjudicara al PP. Casado ya se imaginaba ensayando ante el espejo para ver cómo tendría que pedir el carné del partido al hombre que fue siete años presidente del Gobierno y quince años presidente del PP. Con lo que tú has sido, Mariano.

Hasta seis cortes de vídeo con declaraciones de Casado subió el PP a su cuenta de Twitter. No está la cosa para desperdiciar regalos del enemigo.

El Gobierno se empeñó en salir derrotado y lo consiguió. Escuchando a la ministra de Hacienda resultaba difícil entender por qué el PSOE se metió en una batalla sobre la financiación de los ayuntamientos que no podía ganar, a menos que sea para poder presumir en Bruselas de que también sabe cerrar el grifo del dinero público cuando es necesario. Esto no iba de quitar los ahorros a los niños. No quería dejar a los ayuntamientos sin los fondos que son suyos, explicó. «El Gobierno no necesita en ningún caso el dinero de los ayuntamientos», dijo María Jesús Montero en la tribuna.

Los diputados del PP se rieron. «Por mucho que les moleste, este país es solvente. Están ustedes fuera de la realidad si dicen que este país no puede financiarse en los mercados y con los tipos que les he contado». Es decir, tipos de interés tan bajos que casi resultan negativos. Nos quitan los bonos de las manos, señora, yo no me rebajo a rascar unos euros en las cuentas municipales.

Si eso es así, ¿por qué conducir recto hacia la derrota esta semana y conceder argumentos al PP para hacer su trabajo de oposición durante unas cuantas semanas precisamente cuando aparecen en todos los medios las andanzas de El Asturiano y de su acólito, el santo varón de Las Vegas? ¿Y hacerlo además con el aparato legal que impusieron Rajoy y Montoro con su mayoría absoluta contra el que se manifestó el PSOE en los términos más estrictos? ¿Por qué dejar en la estacada a los propios alcaldes socialistas y de Podemos? ¿Y presentarlo además en forma de ultimátum?

«No piensen que habrá una segunda oportunidad», avisó Montero, como quien regaña a los alumnos que no han estudiado para el examen definitivo. En ese momento, ya sabía que iba a ser derrotada en la votación. Y no por poco, 193 votos en contra y 156 a favor.

Joan Baldoví, de Compromís, pidió al Gobierno que «no haga un drama con lo de hoy» y que vuelva a negociar otro decreto. «Se aprende mucho más de las derrotas que de las victorias». Esta es la típica frase con la que todos estamos de acuerdo, pero que en política se cumple sólo en contadas ocasiones.

Los remanentes de tesorería de los ayuntamientos ascienden a 15.000 millones. El decreto del Gobierno establecía que las corporaciones locales entregaban ese superávit al Gobierno central, que a su vez les devolvería 5.000 millones este año y el próximo, y el resto en un plazo de quince años. Lo que se suele llamar en cómodos plazos. Un cambio de última hora, pactado con Ada Colau y Unidas Podemos, permitía destinar 3.000 millones de ese fondo a todos los ayuntamientos, incluidos los que no tienen superávit, en función de su población. Es un mecanismo voluntario, dijo Montero. Voluntario de aquella manera. No dejaba muchas opciones a los ayuntamientos.

Casado tenía motivos para mostrarse exultante después del rechazo parlamentario a la ratificación del decreto ley, que sólo ha ocurrido en otras dos ocasiones después de 1979. «Esta derrota histórica lo que muestra es un grave problema de debilidad dentro del Gobierno y, sobre todo, de arrogancia y de incompetencia a la hora de llegar a acuerdos», dijo en una rueda de prensa convocada pocos minutos antes. Ya lanzado, pasó a afirmar que corre peligro el aumento del salario de los funcionarios, las pensiones de los jubilados y las cotizaciones de los autónomos. Su portavoz en la tribuna, Antonio González Terol, casi había dado por iniciada la bancarrota del Estado al especular con que «dentro de poco no van a poder pagar las nóminas».

No se alarmen. Nunca es necesario probar estas afirmaciones en el Parlamento.

En el hemiciclo, Montero intentó denunciar la hipocresía del PP por criticar la aplicación de una ley que fue aprobada con sus votos: «¿Acaso no es el PP el autor de la ley de estabilidad presupuestaria? ¿Acaso no es el PP el que ha impedido durante una década a los ayuntamientos el uso de los remanentes?».

El argumento ya parecía algo frágil hace unos días. Fue el mismo Cristóbal Montoro el que dijo que «la regla de gasto y la limitación del déficit deberían estar suspendidas» a causa del hundimiento económico causado por la pandemia. «Yo soy un creyente de la estabilidad económica y presupuestaria», dijo Montoro en una entrevista en TVE, «pero esto es una crisis de salud pública de dimensión social terrible que produce una crisis económica. Eso, nuestras leyes lo prevén, y no entiendo por qué no se están aplicando».

Después de las palabras de Montoro, lo ocurrido al Gobierno es como si montas las cruzadas para ir a la guerra santa y tomar Jerusalén y el Papa dice que a dónde vas con tanta prisa y por qué matas a esa gente que no te ha hecho ningún daño.

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