
Todos los debates sobre el genocidio en Gaza, sobre las complejidades legales al utilizar o no ese concepto para describir lo que ha ocurrido en territorio palestino, quedan un tanto ridículas al leer lo que dijo el general Aharon Haliva en un acto restringido, probablemente después de su dimisión como jefe de la inteligencia militar israelí seis meses después del ataque del 7 de octubre de 2023. Con sus propias palabras, que fueron grabadas y de las que ha informado hace unos días el Canal 12 de la televisión israelí, ha reflejado con crudeza las dimensiones de la aniquilación de Gaza y la mentalidad de todos aquellos, políticos y militares, que han tomado esas decisiones.
A diferencia de los comunicados oficiales del Ejército, Haliva no presenta la cifra de palestinos muertos como resultado inevitable de la guerra o de las acciones de Hamás, sino como un imperativo político, casi una misión histórica. «El hecho de que ya haya 50.000 muertos en Gaza es necesario y obligado para futuras generaciones», dijo (fue en marzo de este año cuando se alcanzó esa cifra, según el recuento del Ministerio de Sanidad de Gaza).
De forma aparentemente fría, el general establece un baremo que recuerda a la represión masiva de la población civil después de un acto violento contra el Ejército de ocupación que hemos visto en otras guerras, por ejemplo a manos del Ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial. «Por cada víctima del 7 de octubre, 50 palestinos debían morir. No importa que sean niños. No hablo con una intención de venganza, sino de enviar un mensaje a futuras generaciones (de palestinos). No hay nada que podamos hacer (para evitarlo). Ellos necesitan una Nakba de vez en cuando para que sientan el precio». El precio que deben pagar si se atreven a responder a la violencia con violencia.
En el ataque del 7 de octubre, murieron 1.175 israelíes, según datos oficiales. De ellos, 796 eran civiles entre los que había 36 menores. El resto, policías y soldados. A partir de una cifra de 62.000 palestinos muertos en Gaza –aunque el número real sea probablemente mayor–, la ratio sería de 51,9 palestinos muertos por cada israelí.
La inteligencia militar israelí cuenta con una amplísima base de datos con el número de miembros de Hamás y Yihad Islámica que han sido eliminados y que ha sido conocida este jueves. Se compone de 47.653 nombres de personas identificadas como integrantes del ala militar de ambos grupos. De ellos, 8.900 aparecen marcados como muertos o probablemente muertos. Al tratarse de cifras de mayo, cuando el número de víctimas llegaba a 53.000, eso supondría que el 83% de los asesinados eran civiles.
Ha habido innumerables declaraciones de ministros del Gobierno israelí de intención claramente genocida. Han sido frecuentes en el caso de los ministros de Policía y Hacienda, los ultraderechistas Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, pero estos no han sido los únicos. Si acaso, los más persistentes. El mensaje constante es que había que «borrar Gaza de la faz de la Tierra». El auto del Tribunal Penal Internacional contra Israel incluye varias de estas declaraciones públicas hechas con una intención que no es difícil interpretar.
Las tertulias televisivas en Israel desde el 7 de octubre han estado llenas de opiniones similares sin que hayan supuesto ninguna censura para los que las han proferido. El argumento siempre era el mismo. Todos los habitantes de Gaza son cómplices de Hamás o todos son terroristas y por tanto todos deben pagar. «No hay inocentes. En 1948, hicieron que la Nakba cayera sobre ellos. Ahora tendrán una segunda Nakba, pero de verdad, para acabar con el trabajo de Ben Gurion», dijo la periodista Nava Dromi en un programa de actualidad llamado ‘Los patriotas’.
En ese programa pocos días después del 7 de octubre, su presentador dejó claro que todos los gazatíes eran responsables: «El enemigo no es Hamás, es Gaza. El enemigo no es Fatah, son los árabes de Judea y Samaria. Cuando hablas de ‘población’, no hay población. En Gaza, hay dos millones y medio de terroristas».
Lo significativo de las palabras de Haliva es que no provienen de un político ultraderechista movido por el fanatismo y el supremacismo judío o de un periodista que insiste en un mensaje de odio que sabe que su audiencia apoyará. Incluso tenía una cierta reputación de moderado entre algunos grupos de derechos civiles que denuncian la violencia de la ocupación. Se trata de un análisis de un general que ha tenido un puesto clave en la cúpula militar y que realiza observaciones pretendidamente profesionales. Sus comentarios políticos que aparecen en la disertación revelada parecen estar muy lejos del apoyo a Netanyahu y sus ministros. No oculta su desdén por Ben-Gvir y Smotrich y critica directamente al primer ministro por haber aprobado que Hamás mantuviera el poder en Gaza a través de la ayuda económica de Qatar durante años.
En la conferencia, es muy directo al hablar de un hecho que no es realmente desconocido, pero que no aparece con frecuencia en los medios israelíes. «Hamás es bueno para Israel. Ese es el argumento de Smotrich». Se refiere a que el ministro de Hacienda se ha mostrado a favor de que Hamás controle Cisjordania. ¿Por qué? Con Hamás al frente de un Gobierno palestino, sería imposible un acuerdo de paz (que por lo demás la derecha y la ultraderecha israelíes nunca aceptarán).
Para Netanyahu, contar con Hamás al frente del Gobierno de Gaza y permanentemente enfrentado a Fatah y la Autoridad Palestina, que preside Mahmud Abás, liberaba a Israel de cualquier presión efectiva para recuperar las negociaciones de paz. Los comunicados de los gobiernos occidentales en favor de la solución de dos estados no valían nada, al igual que ahora, como bien sabían sus autores, porque nunca había detrás una intención clara de amenazar a Israel con sanciones económicas o presionar de alguna otra forma. «Hamás es una organización contra la que puedes luchar sin problemas. No tiene un apoyo internacional», dijo Haliva. «Y si no tiene legitimidad, puedes luchar contra ella con una espada». Es decir, sin ningún tipo de límites ni respeto al derecho internacional y sin preocuparte por las consecuencias de esos actos.
Eso es lo que ha ocurrido desde octubre de 2023. No eran sólo Netanyahu, los ultraderechistas y las tertulias televisivas los que sabían que debían aprovechar la oportunidad para ejecutar la destrucción total de Gaza. Fue, está siendo, una guerra de aniquilación para convertir esos 45 kilómetros cuadrados en un lugar en el que sea imposible vivir. Un mar de ruinas donde cualquier actividad económica sea imposible.