Damasco

Charles Glass ha vuelto de Siria y ha comprobado que el Gobierno mantiene sin mayores problemas el control en aquellas zonas del país que considera prioritarias para su supervivencia, en especial Damasco. Hay zonas en los suburbios del sur en los que los insurgentes resisten y los ataques con morteros o bombardeos son frecuentes, pero sin muchas posibilidades de avanzar.

Esta es una descripción de la vida cotidiana en Damasco, según Glass:

«Mientras mejoran las opciones de Bashar (Asad) con cada ataque norteamericano contra sus enemigos en el Este del país, Damasco y las ciudades más pobladas del norte están disfrutando de un cierto descanso. El Ministerio sirio de Educación ha informado que de las 22.000 escuelas del país, más de 17.000 han vuelto a funcionar a mediados de septiembre. No es necesario decir que casi todas están en zonas controladas por el Gobierno.

Los zocos de la Ciudad Vieja de Damasco están abiertos, a diferencia de los ya destruidos en Alepo. A las tiendas que venden carne, verduras, especias y otros productos básicos a la población local les va bien, aunque las tiendas para turistas en el famoso zoco de Hamadieh no tienen más clientes que funcionarios de la ONU y unos pocos diplomáticos. De noche, los restaurantes en la mayoría de los barrios están si no llenos, casi. Hay en abundancia de todos los productos, desde vino a pollo, pero más caros que antes de la guerra. El tráfico continúa siendo intenso, aunque con menos atascos desde que en junio el Gobierno se sintió lo bastante seguro como para quitar muchos de los controles. La electricidad es intermitente, y aquellos que se lo pueden permitir tienen generadores para las horas en que no hay luz.»

Los habitantes de la ciudad, partidarios del Gobierno o resignados ante su poder, también sufren el precio de la guerra. La caída en manos del ISIS de varias bases militares provocó la eliminación inmediata y pública de muchos de los soldados que las habían defendido. De ahí que hayan surgido críticas al Gobierno en redes sociales por gente que hasta ahora siempre había defendido a Asad. No dan crédito a lo que consideran un ejemplo de incompetencia militar.

Ese malestar puede crecer en algunos momentos. No parece que de forma suficiente como para poner en peligro al Gobierno. Cualquier guerra que se prolonga durante mucho tiempo provoca grietas en la autoridad del Estado. Se ha informado de la proliferación de milicias, al igual que ocurre en la zona de los insurgentes, cuyo objetivo no es tanto buscar partidarios del enemigo como llenarse los bolsillos con robos y secuestros. Incluso así, como demuestra el reportaje de Glass, la vida diaria en las grandes ciudades conserva un atisbo de normalidad.

Y los cajeros automáticos siguen escupiendo dinero.

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