El asesinato de Jo Cox obliga al Reino Unido a enfrentarse al discurso del odio

yorkshireLa campaña del referéndum británico del Brexit ha quedado suspendida tras el asesinato de la diputada laborista Jo Cox el jueves en la localidad inglesa de Birstall. No se sabe cuándo se reanudará, pero es seguro que cuando lo haga todo será muy diferente. El testimonio del esposo de Cox –al igual que el de muchos políticos– incide en algo de lo que también se ha hablado en EEUU tras la matanza de Orlando. Con independencia de que a esta hora sea difícil tener claras las auténticas motivaciones del asesino, está claro que se ha tratado de un acto de odio y que la mejor respuesta ante él no consiste en refugiarse en ese mismo odio.

Un testigo del asesinato de Cox ha dicho que su agresor gritó «Britain First», que es también el nombre de un grupo de extrema derecha favorable al Brexit (y que ha condenado el atentado y negado cualquier relación con él). Ha surgido una relación antigua de ese hombre –Thomas Mair, de 52 años– con un grupo euroescéptico que había apoyado tiempo atrás al régimen surafricano del apartheid. Su familia, tan sorprendida como el resto de la gente, ha dicho que no le conocían ninguna actividad política.

Antes de llegar a la política, Jo Cox, de 41 años, había trabajado durante muchos años en las ONG, en Save the Children y Oxfam. Como directiva de Oxfam, había viajado a Gaza y ya como parlamentaria formaba parte del grupo laborista Labour Friends of Palestine. En los Comunes, se había distinguido por su defensa de los derechos de los refugiados sirios y había pedido que el país acogiera a más víctimas de la guerra de Siria.

La campaña sobre la salida de la UE está siendo virulenta y dramática. No es extraño si tenemos en cuenta lo que se juega el país. A diferencia de unas elecciones, cuyos resultados pueden cambiar cuatro años después, como muy tarde, un referéndum divide a una sociedad en dos bandos y su desenlace suele ser irreversible.

Hemos visto a los partidarios del , sobre todo en el sector del Gobierno de Cameron contrario al Brexit, incluido su primer ministro, anunciar todo tipo de tragedias económicas si el país abandona la UE. Es el voto del miedo que de una forma u otra funciona en todas las citas electorales.

Pero el discurso de los partidarios del no es distinto. También se refieren a cuestiones económicas, pero el nudo central de sus mensajes están íntimamente relacionado con la identidad nacional y, de forma nada velada, con la amenaza exterior que supone la inmigración (y eso incluye a los ciudadanos de otros países de la UE que viven en el Reino Unido gracias a la libre circulación de personas en territorio comunitario). Para ellos, la patria está en peligro y el estilo de vida británico –más allá de lo que pueda significar eso- puede desaparecer por la llegada masiva de extranjeros.

Si había alguna duda, Nigel Farage la despejó en la mañana del jueves con un acto de la campaña.

La imagen es una cola inmensa de refugiados en Europa Central que se utiliza de forma demagógica para dar a entender que el Reino Unido ha perdido el control de sus fronteras, lo que es falso, y que puede sufrir una invasión si el país continúa dentro de la UE. El cartel de UKIP, el partido de Farage, dice que «debemos recuperar el control de nuestras fronteras».

Está claro que sus partidarios lo entenderán como una acusación a aquellos que se oponen al Brexit y que por tanto están poniendo en peligro la integridad del país.

Uno de los artículos más citados en las últimas horas ha sido el escrito por Alex Massie en la web de The Spectator.

«Nigel Farage no es responsable del asesinato de Jo Cox. Ni lo es la campaña de Leave (en favor del Brexit). Pero son responsables de la forma en que han presentado sus razones. No podían saber que algo así podía pasar, desde luego, y estarán tan impresionados y horrorizados como todos los demás.

Pero, aun así. Vean. Cuando fomentas la rabia, no puedes fingir sorpresa cuando la gente se enfurece. No puedes girarte y decir: ‘Amigo, no deberías habértelo tomado ‘tan en serio’. Sólo es un juego, un truco, una estrategia para ganar votos.

Cuando gritas BREAKING POINT (el lema del cartel presentado por Farage) una y otra vez, no deberías sorprenderte cuando alguien estalla. Cuando presentas la política como un asunto de vida o muerte, como una cuestión de supervivencia nacional, no te sorprendas si alguien te toma la palabra. No le obligaste a que lo hiciera, no, pero no hiciste mucho para pararle».

Ese sentimiento de alarma nacional, de aviso a un país –uno de los más ricos del planeta– que está a punto de ser arrollado por una marea de extranjeros, ha estado constantemente en los mensajes de los partidarios del Brexit. ¿La posibilidad de la violencia? Veamos lo que dijo Nigel Farage en mayo:

Esto es lo que dice Farage: «Creo que es legítimo decir que si la gente tiene la sensación de haber perdido por completo el control de nuestras fronteras como miembros de la UE, si la gente cree que votar no cambia nada, entonces la violencia es el siguiente paso. No estoy… (le corta el periodista: «¿Incluso en este país? ¿En la pacífica Gran Bretaña?»). Creo que es difícil contemplar algo así aquí, pero no hay nada imposible».

La mayoría de los británicos hubiera dicho hasta ayer que era imposible que una diputada fuera asesinada a tiros después de uno de los encuentros regulares con votantes de su circunscripción. La muerte de Jo Cox les descubre que el país en el que viven ya no es como ellos pensaban. Ya no es la pacífica y pragmática Gran Bretaña que acogió durante siglos a los perseguidos políticos del resto del planeta. La campaña del Brexit ha sacado a la luz una sociedad más agresiva e intolerante, y tendrán que convivir con ella.

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