El final puede ser peor que el principio

Ha sido una tarde de muchos comentarios y anuncios sobre un inminente alto el fuego en Gaza. Egipto y Turquía han hecho varias declaraciones en ese sentido, pero los israelíes sólo admiten que las negociaciones continúan y que están cerca del final. No sería la primera vez que, por ponerle un nombre, se acuerda un fin de las hostilidades que necesite de unas 24-48 horas para ponerse en práctica. Según CNN, Israel exige un «periodo de calma» de 24 horas antes de aceptar el alto el fuego propiamente dicho.

A partir de ahí, la duda siempre está en saber si un ataque aislado con un puñado de cohetes por un grupo no controlado directamente por Hamás se computa como ruptura del acuerdo. Todo depende en primer lugar de si provoca víctimas. Obviamente, ese «periodo de calma» no quiere decir que no se produzcan ataques israelíes.

Siempre es más difícil dejar de disparar que comenzar a hacerlo. Muchas reputaciones políticas en ambos lados están en juego.

Hoy han ocurrido algunas cosas que hacen dudar de que Israel acepte el fin de la operación. Un soldado, de 18 años, ha muerto y otros cinco han resultado heridos en un ataque con morteros sobre territorio israelí. Es la cuarta víctima israelí desde el miércoles. Además, un cohete ha destrozado un edificio de viviendas de seis plantas en Rishon Lezion, la cuarta ciudad del país (250.000 habitantes), que está a unos 12 kilómetros de Tel Aviv. Ha sido un impacto directo sin más víctimas que dos heridos leves, pero que podría haber tenido resultados mucho más dramáticos. El edificio ha sido evacuado porque podría venirse abajo.

Si se trata de una versión del cohete iraní Fajr-5, como parece probable, en teoría su alcance máximo sería de 75 kilómetros. Pero que ese sea su alcance no quiere decir que las milicias de Hamás hayan podido hasta ahora convertirlo en alcance efectivo, es decir, que estén en condiciones de lanzarlo con altas probabilidades de llegar a Tel Aviv o Jerusalén, como han intentado sin éxito estos días. El ataque a Rishon Lezion es por tanto mucho más grave para Israel.

El Ejército ha anunciado al final de la tarde que ha habido 147 cohetes disparados sobre Israel el martes, de los que 51 han sido interceptados por el sistema de defensa Iron Dome. También ha dicho que la Fuerza Aérea ha realizado 18 ataques hoy en los que ha eliminado a 18 miembros de Hamás y Yihad Islámica.

A primera hora de la noche, los periodistas de BBC en Gaza informan de un aumento del fuego de artillería sobre Gaza. Los militares han lanzado octavillas sobre la zona norte de Gaza ordenando a sus habitantes que abandonen sus casas. Pocos lo han hecho, porque tampoco tienen muchos sitios a los que ir, y ninguno que puedan considerar seguro.

El Ejército no sólo ha atacado por segunda vez un edificio utilizado por medios de comunicación locales, sino que por la tarde ha matado a dos trabajadores de la cadena de televisión Al Aqsa, próxima a Hamás. No ha sido un error, sino un ataque directo contra el coche en que viajaban. En el coche que circulaba unos metros por delante viajaba la corresponsal del NYT en Israel.

El asesinato de periodistas es un caso evidente de crimen de guerra. ¿Cómo soluciona esto el Gobierno israelí? Muy sencillo. Ellos deciden quiénes son periodistas y quiénes no. La respuesta del portavoz del Gobierno en una entrevista en Al Jazeera:

Oh you’re talking about… oh first of all maybe we have a discussion about who is a journalist and if you’ll allow me I will elaborate on this. There is the al-Aqsa station, which is a station that is a Hamas command and control facility, just as in other totalitarian regimes; the media is used by the regime for command and control and also for security purposes. From our point of view that’s not a legitimate journalist.

Me recuerda a la respuesta que dio la OTAN cuando atacó la sede de la televisión serbia durante la guerra de Kosovo.

Un grupo de enmascarados miembros de la milicia de Hamás han parado una furgoneta en una zona céntrica de Ciudad de Gaza y han sacado de dentro a seis personas atadas. Eran confidentes del Ejército israelí, o al menos eso es lo que dijeron sus captores. Han sido ejecutados a tiros uno a uno, dicen los titulares, pero en realidad ha sido un asesinato a sangre fría. No parece que fuera suficiente. Han amarrado uno de los cadáveres a una motocicleta y lo han arrastrado por las calles en una macabra procesión.

Los militares israelíes no podrían eliminar a dirigentes de Hamas o atacar ciertos edificios sin la información que aportan estos confidentes. Unos lo hacen por dinero, otros coaccionados. El ataque al coche en el que viajaban los dos periodistas de Al Aqsa no se habría podido hacer sin esos datos. Es probable que el vehículo estuviera marcado electrónicamente por alguien. De lo contrario, podrían haber terminado cargándose a la periodista del NYT.

Los colaboracionistas no gozan de misericordia en ninguna guerra y no es raro en absoluto que acaben de esta manera. Pero se supone que Hamás dirige un Gobierno en Gaza e impone unas leyes que castigan con penas de prisión o la pena de muerte, previo juicio, a los que ayudan al enemigo. Lo que ha ocurrido en las calles de Gaza ha sido sólo una venganza al estilo de las bandas mafiosas.

Leo ahora que hace unos minutos se ha producido la quinta víctima mortal israelí. Un joven beduino ha muerto por la explosión de un cohete al sur de Bersheva.

Entre los objetivos atacados esta noche en Gaza, donde se está produciendo un recrudecimiento de los bombardeos, está el edificio del Parlamento de Gaza.

Según la agencia palestina Ma’an, 115 palestinos han muerto desde el inicio de los bombardeos. Los heridos son más de 900.

La ONG Oxfam informa que una guardería a la que financian ha sido destruida por un ataque israelí.

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