El fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana el PNV

Fuentes de toda solvencia y que sólo se equivocan una de cada dos veces han informado de que se vio este fin de semana a Aitor Esteban galopando por el Paseo de la Castellana y llevando consigo en el morral las enmiendas que el PNV quería incluir en el proyecto de presupuestos. El corcel corría brioso por el carril bus mientras el jinete tenía clara la misión encomendada. Demasiadas noticias sobre lo que EH Bildu pretendía hacer. Tocaba demostrar lo que el PNV sabe hacer, porque lleva muchas legislaturas poniendo negro sobre blanco el precio de sus diputados en el Congreso. No es prohibitivo, pero tampoco salen gratis. El que quiera regalos, que espere a los Reyes Magos.

Se cree que para el 6 de enero o antes ya estén aprobados los presupuestos. Este martes fue el día en que se aceleraron los acontecimientos. El portavoz del PNV anunció por la mañana que su partido votará a favor y pasó revista a la lista de concesiones obtenidas. Gabriel Rufián dijo que ERC cuenta ya con un «preacuerdo» con el Gobierno, tan detallado que tenía toda la pinta de ser definitivo a expensas de saber lo que se acordará para impedir los desahucios.

Edmundo Bal, de Ciudadanos, presumió de que el PSOE votará a favor de crear una tarjeta sanitaria única en toda España y fingió que Esquerra aún no ha llegado a un acuerdo. Como recordó que «las dos vías son incompatibles» –Ciudadanos no apoyará unos presupuestos que lleven incluido el voto afirmativo de ERC y EH Bildu–, hay que pensar que su grupo terminará votando en contra o absteniéndose, pero hasta entonces quiere seguir apareciendo en los titulares con el mensaje de que ellos consiguen cosas. Como si fueran el PNV.

«Ha sido una negociación a uña de caballo», dijo Esteban. No ocultó que se había pisado el acelerador en las negociaciones y que se había trabajado en ellas el pasado fin de semana. El PNV sabe combinar declaraciones con mucho cabreo y la disposición a negociar un minuto después de que se acabe la rueda de prensa con los ataques furibundos.

Saben repartirse los papeles. Al presidente del partido, Andoni Ortuzar, le corresponde ponerse duro con alguno de los dos partidos del Gobierno, o con los dos, mientras el lehendakari Urkullu y Aitor Esteban se ocupan de hacer posibles los acuerdos. No es como en el PP, donde el líder lanza el ataque y todos los demás lo clonan en sus declaraciones con mayor o menor fortuna.

En los últimos días, Ortuzar ha enseñado los dientes, descontento con el entusiasmo con el que Pablo Iglesias recibió y alentó el apoyo de Bildu. Y no sólo con Iglesias. Este domingo, leyó la cartilla a Pedro Sánchez en una entrevista en El Correo. «Es un poco descorazonador que el grado de cumplimiento de los acuerdos que hemos hecho con Sánchez desde que es presidente no llega al insuficiente. Es muy deficiente», dijo. No se quedó ahí. «Un Gobierno no puede funcionar así, porque no da credibilidad», comentó para volver a quejarse de las declaraciones de Iglesias.

No fue tan contundente sobre la decisión de Bildu de votar a favor de los PGE. Le gustaba que la izquierda abertzale apoye al Gobierno y al mismo tiempo no le sentaba bien. Digamos que era ambivalente sobre los efectos de esa nueva situación o no quería hacerse el ofendido.

El PNV contempla con algo de aprensión una colaboración permanente de Bildu con el Gobierno. Como se ha visto en las dos últimas elecciones autonómicas, la coalición que lidera Arnaldo Otegi se encuentra en una sólida segunda posición en la política vasca, pero con dificultades obvias para convertirse en eje de una mayoría alternativa a la del PNV. En la campaña de este año, Otegi ni se molestó en dar importancia a la propuesta de tripartito de izquierdas que hizo Podemos. Sabía que era inviable a causa de las frías relaciones de Bildu y el PSOE vasco.

Falta tiempo, quizá mucho tiempo, para que ese posible tripartito pueda ser una realidad. El PNV lo sabe, como también que le conviene mantener alejados al PSOE y a Bildu en la medida de lo posible, no sea que se despierte entre ellos por este orden respeto, cariño y quién sabe si amor (esto último es menos probable). Ya están pensando en las elecciones vascas de 2024 y –esto es menos habitual– en las de 2028. Dejas estas cosas para la próxima legislatura y al final te das cuenta de que debías haberte movido antes.

En el mismo día en que se publicaban estas críticas de Ortuzar a Sánchez y su Gobierno, a los que prácticamente tachaba de amateurs, Esteban estaba negociando con el Gobierno. La medida acordada de más impacto es la venta de los terrenos donde está el cuartel militar de Loyola en Donosti para que la ciudad pueda construir 2.000 viviendas. Es desde hace mucho tiempo una de las ciudades con el precio de vivienda más alto de toda España.

Veremos en los próximos días muchos alegatos dramáticos sobre el cierre de ese cuartel. «El PNV echa al Ejército de su cuartel de Loyola», apareció en un medio pocas horas después de la rueda de prensa de Esteban. El Ministerio de Defensa se negaba hasta ahora al traslado porque no le convencían las opciones que daba el Ayuntamiento para situar el nuevo emplazamiento del regimiento de Infantería Tercio Viejo de Sicilia.

La presencia de todos esos cuarteles en el casco urbano de las ciudades tiene una explicación que se remonta al franquismo. El régimen situó en ellas un nutrido número de fuerzas militares por si acaso las necesitaba en caso de ya se pueden imaginar qué. El Ejército estaba para vigilar a los ciudadanos, no para protegerlos de las amenazas exteriores. Desde entonces, el cuartel de Loyola ha seguido allí quizá con vistas a una invasión francesa.

Fue otro día en la oficina de Aitor Esteban, que recogió los frutos de la tradicional actitud del PNV abierta a negociar con quien sea para hacer valer su fuerza parlamentaria. Otros están más en política para dejar clara su posición en los términos más rotundos e irrenunciables con líneas rojas cruzando por todos los lados.

Le pidieron al portavoz parlamentario del PNV que comparara esta negociación supersónica con la que tuvo con Montoro en la época del Gobierno de Rajoy. Tampoco era el momento para ponerse estupendo, porque además ¿cuál es la diferencia? «Todas las negociaciones han sido diferentes», respondió Esteban. «En todas ellas, he salido satisfecho. También en esta».

Las líneas rojas se quedan para los que se vuelven a casa con los bolsillos vacíos.

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