El hundimiento de la imagen de Israel en EEUU

Entrega de alimentos en el campo de Yabalía en Gaza el 27 de marzo.

No hay precedentes en Estados Unidos para un rechazo tan claro de la opinión pública a un ataque militar israelí en territorio palestino. Tampoco los hay para lo que está ocurriendo en Gaza. La última encuesta de Gallup muestra que un 55% se opone a las acciones militares en Gaza. Un 36% las aprueba, cuando eran el 50% en noviembre de 2023. El rechazo es aún más claro entre los votantes demócratas (75%) y también lo es en el caso de los votantes independientes (60%).

El anterior sondeo de noviembre se hizo menos de dos meses después del ataque de Hamás del 7 de octubre y del inicio de la invasión israelí. En ese momento, una parte importante de la gente podía mantenerse en sus posiciones anteriores en relación al conflicto israelí-palestino. En EEUU, los primeros siempre han tenido mayor apoyo que los segundos. Aun así, la diferencia no era grande entonces: 50%-45%. A diferencia de la clase política, no todos los ciudadanos pensaban que su respuesta debía ser por defecto proisraelí.

Más de cinco meses después del inicio de la destrucción de Gaza por Israel, que ha matado a 32.000 palestinos, el rechazo se ha hecho mayoritario. Las cifras en el campo demócrata, que se han podido apreciar en otras encuestas, explican por qué Joe Biden necesita que la guerra llegue a su fin. Eso no impide que continúe el apoyo militar norteamericano, que siempre ha sido esencial para las Fuerzas Armadas israelíes.

Otro síntoma del hundimiento de la imagen de Israel en EEUU, que es más acusado en Europa, puede encontrarse en unas declaraciones de Donald Trump. Cuando era presidente, prácticamente concedió a Netanyahu todo lo que quería. Ahora es consciente de que la reputación israelí se ha convertido en algo tóxico y él nunca ha ha tenido interés en ponerse del lado de los perdedores. En una entrevista con el diario Israel Hayom, Trump reclamó a Netanyahu que ponga fin a la guerra, porque está perdiendo mucho apoyo en todo el mundo.

Por mucho que la continuación de la guerra ponga en peligro la participación en las urnas de sectores cuyo candidato natural sería Biden, no parece que la Casa Blanca esté dispuesta a abandonar por completo a Netanyahu. EEUU decidió abstenerse en la última votación del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que permitió la aprobación con catorce votos a favor de la resolución 2728 que pide un alto el fuego inmediato y la entrada masiva de alimentos en Gaza.

Esa forma de presión quedó muy descafeinada cuando el Gobierno norteamericano se apresuró a afirmar en público, a través de su embajadora en la ONU, que se trataba de una resolución no vinculante, una interpretación

Los demás países del Consejo negaron de inmediato. Como muestra, la embajadora británica dijo que la decisión debía ser aplicada inmediatamente.

«Todas las resoluciones del Consejo de Seguridad forman parte del Derecho internacional. Son vinculantes por ser leyes internacionales», dijo la portavoz adjunta de la ONU, Farhan Haq. El artículo 25 de la Carta de Naciones Unidas establece que «todos los miembros de Naciones Unidas están de acuerdo en aceptar y aplicar las decisiones del Consejo de Seguridad».

El Gobierno israelí se ha negado a cumplir la resolución 2728.

«En Gaza hoy, el número de bajas civiles es demasiado alto y la cantidad de ayuda humanitaria es claramente demasiado baja. Necesitamos un aumento inmediato de la asistencia para evitar una hambruna», dijo el secretario de Defensa, Lloyd Austin, antes de reunirse con el ministro israelí de Defensa, de visita en Washington.

Muchas palabras y pocas acciones efectivas para alcanzar ese objetivo. Netanyahu continúa prometiendo la victoria final sobre Hamás y ha anunciado en varias ocasiones que el Ejército ocupará por la fuerza Rafah, la última población del sur donde se han refugiado más de un millón de personas.

La negativa de los republicanos a aceptar un nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania ha afectado también a los 13.000 millones que Biden había prometido al Gobierno de Netanyahu. Sin embargo, su Gobierno ha continuado enviando armamento a Israel en cantidades menores para no tener que pasar por una votación en el Congreso. Senadores demócratas han pedido que esa ayuda esté condicionada al fin de los ataques a Gaza sin que la Administración se haya atrevido a dar ese paso.

Comentarios como los de Austin o los comunicados del Departamento de Estado tienen un efecto nulo en las autoridades israelíes, que creen saber que no irán más lejos.«Los israelíes pueden ignorar esa retórica porque no se sustenta en acciones», ha dicho Daniel Levy, que participó en las negociaciones entre israelíes y palestinos en el proceso de Oslo. «Todo se reduce de forma clara a la persona del presidente (Biden), que vive con un Israel en la cabeza que probablemente nunca existió y que seguro que no existe ahora».

Lo que ven los norteamericanos es a su Gobierno haciendo declaraciones a favor del fin de la invasión y del aumento de ayuda humanitaria sin ser capaz de presionar de forma efectiva a su mejor aliado en Oriente Medio al que aporta 3.000 millones de dólares anuales en ayuda militar. Es difícil saber hasta qué punto influirá la situación de Gaza en su voto en las elecciones de noviembre a la hora de elegir entre Biden y Trump –los asuntos de política internacional casi nunca son esenciales en las urnas–, pero no cabe duda de que ya no aceptan que la única respuesta norteamericana debe ser apoyar a Israel hasta el final.

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