El mundo descubre que Arabia Saudí no puede proteger a su industria petrolífera

«Para el mercado del petróleo, o la propia economía mundial, Abqaiq es el trozo más valioso de territorio en el planeta», ha dicho a Bloomberg el presidente de una consultora sobre temas de energía. La definición es correcta y ha quedado confirmada por las consecuencias del ataque con diez drones sobre esas instalaciones petrolíferas, aún más importantes que los campos de extracción para la producción diaria de no menos diez millones de barriles. Abqaiq es la mayor planta de procesamiento de productos petrolíferos del mundo. La función de sus refinerías es eliminar del crudo extraído el agua, gas y todas las demás impurezas para que el petróleo tratado pueda ser exportado.

Arabia Saudí ha visto reducida a la mitad su capacidad de producción, lo que afecta a unos cinco millones de barriles, el 5% de la producción mundial. Abqaiq siempre ha aparecido en los análisis sobre los peligros que un ataque terrorista podía tener en la industria petrolífera saudí y por tanto en la economía mundial. Riad desdeñaba tales análisis y los calificaba de alarmistas. Los miles de kilómetros de oleoductos eran objetivos más vulnerables, pero el impacto de una explosión en ellos sería menor en la infraestructura del país.

La amenaza de Al Qaeda, que incluía un llamamiento de Osama bin Laden para atacar objetivos relacionados con la exportación de petróleo, hizo que el Gobierno saudí gastara inmensas cantidades de dinero en la mejora de la seguridad de las instalaciones. Las más importantes están protegidas por baterías de misiles antiaéreos y fuerzas militares. Además, la empresa estatal Aramco cuenta con un ejército privado para proteger sus activos.

En 2006, se produjo un ataque de un comando de Al Qaeda precisamente en Abaiq que, según la versión oficial, fue interceptado antes de que pudiera ocasiones daños serios en las instalaciones. En mayo de este año, un ataque con drones reivindicado por los hutíes yemeníes, causó daños «limitados» en estaciones de bombeo en la zona oeste del país, según el Ministerio de Energía.

Ese y otros ataques con drones desde Yemen habían causado hasta ahora daños menores, con lo que su mayor efecto se había quedado en generar incertidumbre sobre la seguridad de la industria petrolífera saudí, además de confirmar que la intervención militar en Yemen, responsable de la muerte de miles de yemeníes, había terminado por volverse contra la monarquía del rey Salmán y los intentos de su hijo, el príncipe Mohamed bin Salmán, de convertir a su país en la punta de lanza de una ofensiva en todos los frentes contra Irán.

Las dimensiones enormes del ataque de este fin de semana han confirmado todos los miedos, algunos quizá sólo especulativos, sobre la capacidad de Arabia Saudí para proteger una industria que es clave en el sistema mundial energético. Los daños han sido tan grandes que no se descarta que se hayan utilizado misiles de crucero y que el ataque procediera del norte, es decir de Irak, algo que el Gobierno iraquí ha negado rápidamente y que a día de hoy sólo es una especulación. De momento, Riad no ha concluido la investigación sobre las características del ataque ni ha dado mucha información concreta.

Los radares de las baterías de misiles están diseñados para localizar y destruir objetivos más grandes que un dron, como aviones y misiles, pero resulta difícil de creer que un país es que uno de los mayores importadores de armas del mundo sea incapaz de detectar un grupo numeroso de drones que atraviesan todo el país hasta la costa oeste, a más de mil kilómetros de distancia.

«No hay pruebas de que el ataque procediera de Yemen», ha dicho el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo para acusar directamente a Irán sin presentar pruebas.

Irán ha negado siempre haber entregado misiles o drones a los hutíes yemeníes. Otra cosa muy diferente es que muchos gobiernos creen, y algunos dirigentes iraníes no se han tomado mucha molestia en desmentir, que Teherán sí ha facilitado a los hutíes entrenamiento y material técnico para aumentar el alcance de sus drones y su carga explosiva.

Riad afirma que espera recuperar una tercera parte de la capacidad perdida de producción al final del lunes. Ese anuncio intenta tranquilizar a los mercados por el temor a una reacción descontrolada después del fin de semana. Se da por hecho que se tardarán semanas hasta devolver a Abqaiq toda su capacidad de producción.

La apertura de los mercados ha provocado un aumento del precio del barril Brent que ha llegado a ser del 20% en los primeros momentos, pasado de 60 a más de 70 dólares el barril Este salto es el mayor producido desde 1990 tras la invasión iraquí de Kuwait. La subida se ha limitado después hasta los 66 dólares, lo que supone un incremento del 11%.

Los saudíes tienen varias opciones para mitigar los efectos del desastre y su repercusión en el precio del barril. Cuentan con varios depósitos subterráneos donde almacena su reserva de emergencia, que contiene decenas de millones de barriles de productos petrolíferos. Además, puede aumentar la producción de los campos no afectados por el ataque y, en el peor de los casos, pedir a otros miembros de la OPEP que aumenten su cuota. Estarán encantados de hacerlo, pero sólo Arabia Saudí tiene la capacidad de incrementar su capacidad de producción en un corto espacio de tiempo de forma significativa.

El presidente de EEUU, Donald Trump, ha comunicado –vía Twitter, como es habitual en él– que se utilizará la Reserva Estratégica de Petróleo, que cuenta en estos momentos con 644 millones de barriles, para compensar la falta de crudo saudí en los mercados.

EEUU y varios países de Europa occidental son los principales suministradores de armas de Arabia Saudí. En los últimos años, esas ventas han sido fundamentales para facilitar a los saudíes los misiles guiados por láser empleados en la campaña de bombardeos en Yemen contra las milicias hutíes, un grupo insurgente del norte de confesión chií que controla la capital, y la infraestructura civil del país. La guerra ha causado el colapso económico del país y la muerte de 16.000 personas, según varias estimaciones.

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