El no tan espléndido aislamiento de Londres

20.00

Finalizado el debate en la Cámara de los Comunes (como es habitual, tumultuoso y teatral), las preguntas que había antes han quedado sin respuesta no han quedado muy claras. Los laboristas han reclamado a Cameron que les diga qué salvaguardias o ventajas tiene ahora la City (la industria financiera) que no tenía la semana pasada. No ha habido más respuesta que la propia decisión de no permitir el cambio de tratado. Cameron ha exigido a Ed Miliband que diga si los laboristas hubieran firmado el tratado. No ha habido respuesta porque era tanto una pregunta legítima como una trampa. Miliband no iba a suscribir en público una posición que es impopular en el país.

Por seguir con los laboristas, Miliband ha tenido en general un buen discurso pero no del tipo que se recuerda. Digamos que su estrategia es europeísta-sin-que-se-note-mucho. De momento, le sirve con denunciar a Cameron como un aislacionista pero sin osar concretar cuál sería su alternativa. Una diputada laborista ha elogiado al primer ministro por su postura en la cumbre. También hay euroescépticos en el partido de Miliband, pero son una minoría no tan ruidosa como la existente entre los tories.

La víctima propiciatoria del debate ha sido Nick Clegg, que ha optado por la no muy lucida táctica de la espantada. Su lugar era el banco del Gobierno, justo detrás de Cameron en el plano de la cámara cuando este se encuentra de pie. No ha aparecido. Los periodistas se han burlado de él (la comparación con la película ‘El hombre que nunca estuvo allí’ es muy buena), pero le habrían sacudido igual si se hubiera presentado. En ese caso, habrían recurrido a su inevitable lenguaje corporal de cónyuge sufriente.

Ha sido un día de celebración euroescéptica pero sin llevar demasiado lejos las divisiones internas en el partido conservador. Los tories euroescépticos más notorios no han insistido en su exigencia de un referéndum y han elogiado a Cameron por su firmeza. No nos engañemos. Volverán al ataque.

Cameron ha comenzado el discurso con una defensa clara de la pertenencia del Reino Unido a la UE para no dar alas a los rebeldes. Su estrategia es situarse en una posición centrada, no exactamente equidistante, entre laboristas, liberales y tories. Lo bastante euroescéptico como para complacer a sus locos seguidores sin dejarles completamente satisfechos. Lo bastante pragmático como para no alarmar a los votantes que no quieren invadir Francia y reeditar la batalla de Agincourt.

La defensa de la City es un arma de doble filo o una espada que puede dejar sangrando al que la empuñe. Por un lado, defender una industria básica en la economía del país siempre da buenos réditos, en especial entre los tabloides. Por otro lado, la reputación de los bancos continúa siendo pésima, y por ejemplo a ello se dedica con pasión el tabloide xenófobo Daily Mail. Ser aliado de los bancos no te da actualmente muchos puntos ante la opinión pública.

Ese es el flanco inmediato más vulnerable para Cameron y en él se aplicarán probablemente los laboristas. Hoy se ha publicado un importante informe sobre las causas del colapso del Royal Bank of Scotland, salvado de la bancarrota con fondos públicos. Además de la pésima gestión de sus directivos, las conclusiones achacan la crisis a la inadecuada regulación por parte de la Administración, responsabilidad de Gordon Brown. Malas noticias para los laboristas, pero también para los tories, que entonces y ahora estaban a favor de dejar esa regulación en el mínimo.

De la habilidad de cada cual en convertir su mensaje en el relato oficial dependerá mucho el panorama político de los próximos meses.
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El veto
La definición de la RAE es lo bastante amplia (poner el veto a una proposición, acuerdo o medida) como para que David Cameron pueda decir que él vetó el plan de Merkozy en la cumbre de UE. Pero si pensamos que vetar también se entiende por impedir que algo se produzca, el fracaso del primer ministro británico resultó obvio. Como por otra parte resultaba previsible, el acuerdo salió adelante aunque no tenga la entidad de reforma del tratado. ¿Y qué consiguió a cambio de esa medida espectacular? Lo está explicando en estos momentos en el Parlamento.

El Gobierno
Los liberales demócratas –socios de los tories en el Gobierno de coalición– tienen dos principios muy arraigados en el ideario del partido: la reforma electoral y el europeísmo. Lo primero se hundió sin remedio con la derrota en el referéndum del sistema de voto alternativo. Lo segundo vende muy poco en el Reino Unido, aún menos en esta época de crisis profunda de la eurozona. Pero la ruptura de todos los puentes con Bruselas y la euforia de los euroescépticos suponen una agresión directa al corazón de los LibDem, que una vez se preguntan para qué están en este Gobierno. La guerra de Cameron contra la UE se convierte así de forma instantánea en una guerra civil del Gabinete. Por eso, tanto a Cameron le conviene tranquilizar a los liberales.

No es que el Gobierno esté a punto de saltar por los aires. El partido de Clegg, hundido en los sondeos, no se lo puede permitir. Un clima de hostilidades permanentes puede debilitar al Gabinete, y por tanto al primer ministro.

El malo de la película
Una de las reacciones más ridículas fue la de señalar a Cameron como el principal culpable de que la cumbre no consiguiera su objetivo. En España, la miopía alcanzó niveles alarmantes al ser uno de los países más perjudicados por el puño de hierro de Merkel. Ahora resulta que los británicos son los responsables de que vayamos a iniciar/continuar un largo periodo de estancamiento económico. De la misma forma que en Gran Bretaña persiste la idea absurda de que todos los males proceden de Bruselas, el instinto antibritánico está muy arraigado en París (parece que también en Madrid) cuando la responsabilidad sobre los males de la UE reside en Berlín, París y Bruselas.

El líder acorralado
El poder tiene sus límites. Cameron estaba prácticamente obligado a bloquear los planes alemanes y franceses. La rebelión de 81 diputados tories hace unas semanas contra su propio Gobierno era un adelanto de lo que podría ocurrir si volvía de Bruselas sin haber sacado nada a cambio. En realidad, no obtuvo nada pero la imagen del «espléndido aislamiento» es muy grata para los euroescépticos. Tanto el Daily Mail como The Sun aplaudieron el gesto de Cameron asegurándole la tranquilidad en el flanco derecho. Hay que recordar que los euroescépticos más radicales del grupo parlamentario tory han creado más problemas a Cameron en esta legislatura que los liberales demócratas.

Ante la duda, los tabloides y hasta la prensa seria siempre vuelve a la Segunda Guerra Mundial para las metáforas. «Standing alone» (quedarse solo) no tiene connotación peyorativa cuando se sacan del armario los mitos churchillianos.

En cualquier caso, el bulldog euroescéptico no se ha calmado tras probar la sangre. Varios de estos diputados han dicho que ahora está más cerca que nunca una idea que hasta hace nada parecía impensable: la salida de la UE. El hecho de que no tenga ningún sentido económico no es un obstáculo en absoluto. Desde el inicio de la crisis de la eurozona, no han dejado de decir que la mejor alternativa es el fin del euro, un horizonte que provoca pesadillas en el ministro de Hacienda Osborne.

Las encuestas
A corto plazo, el gesto de firmeza favorece a Cameron en los sondeos. Un 57% apoya su respuesta a la UE, según una encuesta de The Times aparecida hoy. La impresión puede ser diferente en uno o dos años cuando se acentúe la crisis económica y Londres descubra que el aislamiento ha dejado de ser espléndido y que está en manos de Berlín. Que por otro lado es lo que ocurre ahora mismo. Una implosión de la eurozona dañaría profundamente a Londres con independencia de que esté a uno u otro lado de la línea.

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