El Pravda de la derecha

abc odioMoncloa ha impartido las instrucciones oportunas. Primero, se presentó a los políticos como víctimas de una supuesta campaña de desprestigio lanzada desde la izquierda y que, quizá por arte de magia, había condicionado a dos militantes del PP para asesinar a la presidenta de la Diputación de León en venganza por haber hecho lo que hacen siempre los caciques: premiar la lealtad personal y política con puestos de trabajo que son arrebatados cuando alguien cae en desgracia.

La segunda parte del trabajo sucio consiste en marcar la diana. Unos apuntan para que sea el Ministerio de Interior el que dispare.

La historia ofrece innumerables ejemplos de este uso de los medios de comunicación desde el poder. Es fácil deducir que no ocurre sólo en las dictaduras, pero en ellas las intenciones son más claras. En 1952, Stalin y Beria lanzaron la purga que se llamó «la conspiración de los médicos», muchos de ellos judíos, a los que se acusó de intentar asesinar a los líderes soviéticos. A principios de 1953, y para ampliar la campaña, se ordenó a la agencia Tass y Pravda que hicieran públicas las detenciones con la intención de preparar el terreno para los juicios públicos masivos. No era suficiente con eliminar a las víctimas. Había que dar ejemplo y presentar la supuesta conspiración como una demostración del peligro que para la sociedad suponía bajar la vigilancia.

En España, el comodín que se emplea en estos casos es el del terrorismo ante el que nunca hay que bajar la guardia. Se convierte la arroba en una serpiente que, oh sorpresa, tiene que recordar a la que aparece en el logo de ETA. Todos los disidentes son potenciales terroristas, y cuando no es posible presentarlos así se establecen conexiones de todo tipo en los titulares.

Ahora que estamos en otro aniversario del 15M, no hay que olvidar que esa fue la respuesta inmediata de los medios conservadores desde el primer momento. Cualquier contestación al sistema político era peligrosa por naturaleza.

Está claro que bajar el nivel de agresividad y emoción en la crítica que se hace en el periodismo y las redes sociales sería conceder una victoria a los violentos y a sus altavoces mediáticos.

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