El punto de vista lúcido de Robert Gates

Robert Gates publica un libro de memorias con abundante información sobre cómo la Administración de Obama afrontó la guerra de Afganistán durante la época en que él era secretario de Defensa.

Mientras un periodista de leyenda como Bob Woodward, que desde hace tiempo da muestras de estar profesionalmente senil, señal de que ya sólo habla con la gente como él, afirma que el libro está lleno de información demoledora sobre Obama, otros fragmentos revelan una idea diferente. Y sobre todo, confirman que el punto de vista de Gates, que antes había sido director de la CIA, es mucho más lúcido de lo que nos solemos encontrar en las declaraciones públicas de los dirigentes norteamericanos.

Dicen que en la Casa Blanca su apodo era Yoda. Algo hay de eso.

Los extractos están sacados de este artículo del WSJ:

«Pero en las últimas décadas, los presidentes se han enfrentado a problemas difíciles en el exterior y con demasiada frecuencia han sido demasiado rápidos a la hora de recurrir a las armas. Nuestra política exterior y de seguridad se ha militarizado en exceso, el uso de la fuerza ha sido una herramienta muy fácil para los presidentes. (…)

Esto es particularmente relevante cuando la tecnología ha cambiado la realidad de la guerra. Alguien aprieta un botón en Nevada y segundos más tarde un camión salta por los aires en Mosul. Una bomba destruye una casa a la derecha y deja intacta otra a la izquierda. Para demasiada gente –incluidos ‘expertos’ en defensa, congresistas, altos cargos del Ejecutivo y simples ciudadanos–, la guerra se ha convertido en una especie de videojuego o película de acción: sin sangre, sin dolor, sin olor. Pero mis años en el Pentágono han hecho que sea muy escéptico con los análisis de sistemas, modelos informáticos, teorías de juegos o doctrinas que no te dicen que la guerra es trágica, ineficaz e incierta. (…)

El presidente Bush siempre detestaba esa idea, pero nuestros problemas posteriores en Afganistán, especialmente el regreso de los talibanes en la época en que asumí el cargo, fueron originados en mi opinión por la invasión de Irak. Tanto los recursos como la atención de las autoridades se alejaron de Afganistán. Los objetivos de EEUU en Afganistán –crear un Ejército y una policía afganas competentes y del tamaño adecuado y un Gobierno central menos corrupto– eran ambiciosos hasta niveles absurdos e ingenuos desde el punto de vista histórico comparados con el escaso nivel de recursos comprometidos en la misión, al menos hasta 2009. (…)

Obama simplemente quería acabar con la guerra ‘mala’ de Irak y reducir el papel de EEUU en la guerra ‘buena’ de Afganistán. Su problema básico con Afganistán es que su apuesta política y filosófica sobre minimizar el papel en Afganistán se contradecía con su discurso público proguerra (en Afganistán), especialmente durante la campaña electoral de 2008, las casi unánimes recomendaciones de sus consejeros políticos y militares en el Departamento de Estado y de Defensa, y la realidad sobre el terreno. (…)

Pero si algo aprendí de Irak es que el progreso dependía de dar seguridad a la mayoría de la población. Por eso, no acepté la estrategia favorita del vicepresidente Biden de reducir nuestra presencia en Afganistán y limitarla a ataques contra objetivos terroristas: los ataques ‘Whack-A-Mole’ contra los líderes talibanes no eran una estrategia a largo plazo. De ahí que siga creyendo que el incremento de tropas aprobado por Obama a finales de 2009 fue la decisión correcta. (…)

En cuanto a su estilo, Bush y Obama eran más parecidos de lo que yo esperaba. Ambos se sentían más cómodos junto al grupito de asesores más cercanos y amigos (como la mayoría de los presidentes) y en general ignoraban la vida social de Washington. Creo que ambos detestaban al Congreso y les molestaba tener que tratar con él, lo que incluye a los miembros de su propio partido. Ambos tenían la peor situación posible en sus relaciones con el Congreso: no eran queridos ni temidos. Ni se molestaron mucho en establecer relaciones cercanas con otros líderes mundiales. (…)

Casi siempre yo estaba indignado con los intereses personales de todos los congresistas, excepto unos pocos. Cualquier instalación o contrato militar en su circunscripción o Estado era sacrosanto, aunque fuera un gasto superfluo o un derroche. Me quedaba constantemente perplejo o furioso con la hipocresía de aquellos que acusaban al Departamento de Defensa de malgastar el dinero o ser ineficaz, pero al mismo tiempo luchaban como fieras para impedir cualquier reducción de gasto de defensa en su Estado o distrito.»

Un momento especial en la época de Bush (Gates sustituyó a Rumsfeld al frente del Pentágono y continuó en el puesto en el primer mandato de Obama) fue cuando Gates vio preocupado cómo Israel y Arabia Saudí presionaban a Washington para que lanzara un ataque sobre Irán. La influencia de israelíes y saudíes en la Casa Blanca adquiría niveles alarmantes, para el secretario de Defensa. Gates tuvo que llamar a Bush y decirle que «no debemos dejar que nuestros intereses vitales en Oriente Medio, el Golfo Pérsico y el suroeste de Asia sean rehenes de las decisiones de otra nación, aunque sea un aliado muy cercano».

En resumidas cuentas, es poco probable que Gates sea investido doctor honoris causa por una universidad israelí.

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3 respuestas a El punto de vista lúcido de Robert Gates

  1. mikel dijo:

    ¿No dice nada de sus veintitantos años en la CIA?
    Queremos de saber…Sin sangre y sin dolor.

  2. Xaquín dijo:

    Que horreur…estes lideres usacos que no dan aprendido de nuestros barones y marqueses de la politique!

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