Europa y EEUU se tambalean ante la amenaza que nunca pensaron que llegaría

Escucha a los científicos, dice todo el mundo. Y con razón. Veamos lo que ha dicho el doctor Anthony Fauci, la persona con más nivel científico en el gabinete de crisis de la Casa Blanca que se ocupa del coronavirus. «Tú no haces un calendario [sobre cuándo y cómo acabará esto]. Es el virus el que hace el calendario».

Fauci decía esto en relación al debate propiciado por Trump y algunos empresarios y grandes inversores sobre la posibilidad de poner fin a mediados de abril a las medidas más drásticas e impedir que el daño económico sea mayor. Pero su respuesta vale para todos los gobiernos en relación a cualquier asunto en la lucha contra el coronavirus. Mientras encuentre a portadores en los que residir, el virus seguirá avanzando. Sólo acabará con él la falta de anfitriones, y de ahí las medidas de confinamiento y distanciamiento social.

Esta situación obliga a los gobiernos a reaccionar ante los acontecimientos y con frecuencia parecen verse superados. Están acostumbrados a decir a los ciudadanos que todo está bajo control. Los ciudadanos también tienen la lógica tendencia a pensar que, incluso cuando se equivoca, el Gobierno sabe lo que está haciendo. Viven en un país de Europa occidental o en EEUU, en uno de los más ricos del mundo, con un gran sistema sanitario. La ciencia y la tecnología, en un nivel de desarrollo nunca visto en la historia de la humanidad, están a su servicio, incluso en el más pequeño detalle de la vida cotidiana.

A diferencia de las personas que viven en el Tercer Mundo, somos indestructibles. No hay problema que el dinero o la tecnología no puedan solucionar.

Todas esas presunciones se han visto arrasadas.

De repente, un día descubren que su personal sanitario no tiene mascarillas o guantes. Que deben emplear métodos tan rudimentarios como bolsas de basura para cubrirse o que su jefe les dice que sólo utilicen un par de guantes cada vez, no dos para reforzar la protección. Se enteran de que algunas residencias de ancianos son un foco de contagios que acaba con las vidas de sus ocupantes. Que todos los gobiernos compiten en un gran bazar mundial para conseguir reponer el material sanitario que se consume cada día en dimensiones nunca antes conocidas. El problema no es tener dinero suficiente, sino encontrar lo mismo que todo el mundo busca desesperado.

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