George Soros es el nuevo enemigo público del Brexit

Los partidarios del Brexit más duro y antiUE han sumado otro nombre a su ya larga lista de enemigos. Y es uno de los sospechosos habituales que son señalados con frecuencia por los partidos europeos de extrema derecha, en especial, en su país de origen, Hungría. Se trata de George Soros, que apareció en la portada de The Daily Telegraph del jueves con el titular «Man who broke the Bank of England backing secret plot to stop Brexit».

La trama o conspiración secreta no era otra cosa que una cena convocada por Soros para convencer a un grupo de empresarios para que aportaran fondos al grupo Best for Britain (aparentemente sin mucho éxito), que pretende presionar a los diputados para que voten en contra del acuerdo definitivo de salida de la UE con la intención última de que el Brexit no se produzca.

El carácter secreto de esa supuesta trama queda un tanto deslucido porque Best for Britain es un grupo conocido y porque el artículo reconoce que su iniciativa más inmediata será una campaña de publicidad que a finales de este mes intentará difundir el mensaje de que «aún no es demasiado tarde para impedir el Brexit».

Un grupo de ideas conocidas. Donantes que no ocultan su posición. Una campaña de publicidad inminente. Es difícil apreciar dónde está la conspiración secreta que anuncia el titular a toda plana.

Es tan significativo como sorprendente que una de las cuatro personas que firman el artículo –la que aparece en primer lugar– es Nick Timothy, que fue jefe de gabinete de Theresa May en Downing Street hasta que tuvo que dimitir por la decisión catastrófica de adelantar las elecciones dejando a los tories sin mayoría absoluta. Varios diputados avisaron a May de que si no se deshacía de su principal asesor, podía contar con una moción de censura contra su liderazgo del Partido Conservador. Timothy no es periodista, aunque publica una columna de opinión en el Telegraph desde hace meses.

Soros ha aportado 400.000 libras a Best for Britain a través de su fundación Open Society, lo que no es una cantidad menor. El grupo ya ha dicho que esa no es la única contribución que han recibido y que el conjunto de las donaciones inferiores a 50 libras llega a 413.000 libras. El titular del Telegraph aspira a que cale la idea de que Best for Britain es sólo un instrumento de Soros.

Indudablemente, el nombre del financiero norteamericano no se olvida en el Reino Unido desde los tiempos del ‘Miércoles negro’, cuando la libra tuvo que abandonar en 1992 el Mecanismo Europeo de Cambio (ERM) en tiempos del Gobierno de John Major por el ataque en los mercados financieros protagonizado por varios fondos de inversión, incluido el de Soros, que se vio inmensamente beneficiado en una cantidad cercana a los 1.000 millones de libras. En la prensa británica, no se suele destacar tanto que la política económica del Gobierno estaba manteniendo la libra en una cotización que no se correspondía con la realidad.

Soros es aún más conocido en Europa del Este, donde los gobiernos conservadores y ultranacionalistas de países como Hungría y Polonia lo consideran su enemigo número uno en el exterior por sus donaciones económicas a los grupos de la sociedad civil que denuncian el carácter autoritario de los partidos en el poder. El europeísmo del financiero y su apoyo a la llegada de refugiados procedentes de países en guerra lo convirtieron en la bestia negra del Gobierno de Viktor Orbán.

Embed from Getty Images

Por ello, Orbán ordenó una campaña con vallas publicitarias con la foto de Soros para identificarlo como partidario de la inmigración sin límites (o con mensajes de que iba a llenar Hungría con millones de africanos). Críticos del Gobierno y la comunidad judía de Hungría denunciaron el tono antisemita de la campaña, aunque la condición judía de Soros nunca aparecía mencionada. «Aunque no fuera abiertamente antisemita, esta campaña puede provocar pasiones antisemitas incontroladas y otros sentimientos», dijo el presidente de la Federación de Comunidades Judías.

Las juventudes del partido no pretendieron ser sutiles en otra campaña anterior en la que la caricatura de Soros aparecía moviendo los hilos de las marionetas que representaban a algunos políticos, una iconografía muy habitual entre grupos de extrema derecha para referirse a los judíos desde hace décadas.

El Gobierno llegó a organizar una consulta entre los ciudadanos en forma de cuestionario para que dieran su opinión sobre ese supuesto plan de Soros para inundar de inmigrantes al país.

Soros es el símbolo de lo que en Hungría o Polonia (un diputado del partido en el poder dijo que era «el hombre más peligroso del mundo» por sus «actividades anticristianas y antinacionales»), y también entre los grupos que apoyan a Trump en EEUU, se llama globalismo, una supuesta idea con la que borrar su cultura nacional en favor de la mezcla de razas y el multiculturalismo. Orbán declaró a principios del año pasado que pretendía desenmascarar a las ONG y fundaciones contrarias a sus posiciones nacionalistas para demostrar «de dónde viene su dinero, con qué servicios secretos están relacionados y a qué ONG (del exterior) sirven». Un intento de descalificarlos como traidores a la patria.

Soros es también un enemigo declarado de Vladímir Putin y su Gobierno, lo que hace que reciba constantes críticas de grupos de extrema izquierda que afirman que ha promovido todo tipo de movilizaciones contra gobiernos cercanos a Moscú, en especial en el caso de Ucrania. Los medios públicos rusos publicaron artículos con documentos internos de su fundación presuntamente obtenidos por hackers con los que demostrar que el financiero destinó grandes cantidades de dinero para «manipular» a la opinión pública europea en favor de la llamada revolución de Maidán.

Posteriormente, Soros pidió que EEUU y la UE concedieran amplias ayudas económicas al nuevo Gobierno ucraniano para mantenerlo alejado de Rusia. No es extraño que la embajada rusa en Londres tuviera interés en comentar la noticia del Telegraph sin enlazar precisamente a ese diario.

En los últimos días, Binyamín Netanyahu ha sido el último líder político en poner la mira en el millonario al acusarle de financiar a los grupos que se oponen a la deportación de 40.000 inmigrantes africanos sin papeles. Soros, que lo ha negado, apoya la solución de dos estados para israelíes y palestinos y ha aportado fondos a las ONG que denuncian la ocupación, como Breaking the Silence, B’Tselem y Yesh Din. Sin duda no es un gran amigo del Likud y los partidos ultranacionalistas israelíes.

El columnista de Haaretz Chemi Salev respondió a Netanyahu en estos términos: «El primer ministro debería ser la última persona en la Tierra que concediera el sello de kosher al estereotipo de judío diabólico con el que los supremacistas blancos, sobre todo en Europa del Este, han definido a Soros en los últimos años».

Si hablamos de estereotipos, hay pocos ejemplos mejores que el que fue el último anuncio en la campaña de Donald Trump. Además de su rival, Hillary Clinton, aparecían tres personas (Soros, la gobernadora de la Reserva Federal, Janet Yellen, y el consejero delegado de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein). Resulta que los tres son judíos. Con la imagen de Soros, la voz en off se refería a «aquellos que controlan los resortes del poder en Washington».

Esa frase y otras del anuncio recordaban a los mensajes antisemitas y xenófobos tan abundantes entre los grupos ultras que apoyaban la campaña de Trump y en la web Breitbart, así como en la web conspiranoica Infowars. Es obvio que Soros era su adversario por su apoyo económico a grupos de derechos civiles contrarios a la pena de muerte y a la campaña de Clinton.

Nigel Farage se apresuró a destacar el artículo del Telegraph como ejemplo de que es hora de despertar ante la influencia de Soros en la política británica (el exlíder de UKIP ha hecho campaña por los ultras de AfD en Alemania y apoyado a Trump en EEUU). Es probable que la influencia de los dueños del Telegraph, los hermanos Barclay, sea mayor, aunque su residencia fiscal sea Mónaco. Muchos millonarios financiaron la campaña a favor del Brexit –el más importante, Arron Banks, que ya antes había aportado un millón de libras a UKIP–, pero los partidarios de la salida de la UE, en especial, Farage, nunca lo denunciaron, sino que por el contrario lo celebraron.

Nick Timothy ha respondido a las acusaciones sobre el artículo del que es uno de los firmantes: «A lo largo de mi carrera, he hecho campaña contra el antisemitismo, he ayudado a conseguir fondos para la seguridad de las sinagogas y escuelas judías, he luchado contra la idea de poner límites a centros educativos religiosos y he apoyado a Israel».

La referencia al apoyo a Israel es ya habitual en Europa del Este para desmentir las acusaciones de antisemitismo. El problema aparece cuando algún millonario judío financia organizaciones que defienden los derechos civiles frente a un Gobierno autoritario, apoyan a los refugiados o a los perseguidos en la comunidad LGTBI, o denuncian la ocupación de Palestina. Nick Timothy y el Telegraph han decidido que no tienen problemas en acompañarles a la hora de denunciar otra «trama secreta».

Para los que lleguen aquí a través de eldiario.es, es necesario recordar en aras a la transparencia este artículo que explica que el medio tiene dos proyectos por los que ha recibido fondos de la fundación Open Society. El más importante tiene que ver con la cobertura sobre inmigración y la crisis de refugiados, que ha supuesto la aportación de unos 50.000 euros durante dos años. El contenido de esa cobertura ha sido elegido y elaborado por la redacción de eldiario.es.

Esta entrada ha sido publicada en Periodismo, Reino Unido y etiquetada como , , , . Guarda el enlace permanente.