Irak, corrupción y petróleo

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Ni siquiera el hundimiento de los precios del petróleo, y con ellos de los ingresos del Estado iraquí, ha podido contener el avance de la corrupción en Irak. Es posible que ahora haya menos dinero que robar, pero un Gobierno tiene recursos que están fuera del alcance de muchas organizaciones criminales: puede pedir prestado a otros países o a los mercados de deuda para seguir aumentado su adicción.

La corrupción es una forma de vida en ese país desde hace muchos años. Los partidos políticos, al tener una fiel base sectaria, tienen pocos motivos para reformarse o expulsar a los corrompidos. Los puestos en la Administración o en el Ejército y policía se adjudican a la oferta más alta. Aquel que obtiene la prebenda paga una cantidad de dinero que en realidad es una inversión. A partir de ese momento, comenzará a recaudar dinero sucio para compensar ese gasto.

No es sólo una catástrofe económica o social. También afecta a la seguridad, como demostró la caída de Mosul en manos de ISIS. Irak tiene un Ejército fantasma.

Uno de los principales responsables de la lucha contra la corrupción explica por qué nada va a cambiar. El robo de los recursos públicos es ya una tradición que nadie puede frenar:

«Créame, la mayoría de los altos cargos del país han sido responsables de robar casi toda su riqueza. Hay nombres en lo alto de la jerarquía que me matarían si los persiguiera. Aquí, cuando la gente roba, lo hace abiertamente. Alardea de ello. Aquí hay un virus, como el ébola. Se llama corrupción. No hay esperanza, siento decirlo».

«Aquí solo vamos a por los objetivos fáciles. Hace poco un empresario cristiano fue encarcelado dos años por robar 200.000 dólares para construir su casa. Eso no es nada. Ni siquiera se cuenta como delito en comparación con el resto de cosas que están pasando».

«Hemos pagado 1.000 millones de dólares por aviones de guerra que nunca llegaron. En Tikrit se han pagado presupuestos para juzgados que nunca se han construido. Lo mismo ocurre con proyectos de carreteras por todo el país, o con el puerto de Umm Qasr, cerca de Basora. Si tuviera 50 empleados para ayudarme, apenas podríamos arañar la superficie. Aquí los problemas son tan sociales como todo. Eres considerado como débil si no robas. Todo el mundo quiere acaparar poder, porque saben que nadie más va a compartir el poder con ellos».

Como otros estados que viven de los ingresos de la exportación de petróleo, Irak ha alimentado un gigantesco sector público. Una de las principales razones de existencia es crear empleo para los partidarios de los partidos en el poder, tanto en Bagdad como en el norte kurdo. Ante la caída de los precios del crudo, ha aumentado su producción para intentar compensar la pérdida de ingresos, sin conseguirlo. En enero, Irak exportó 3,28 millones de barriles al día, la segunda mayor cifra desde 2003. Pero no es suficiente:

«Irak se enfrenta a un gran dilema. Más del 90% de sus ingresos proceden del petróleo. Tiene un sector público exagerado que creció durante años cuando le sobraban los fondos. Ahora también se enfrenta a la guerra contra Estado Islámico y una grave crisis interna por los desplazados. Sólo sobrevive gracias a las reservas, que no pueden sostener el alto nivel de gasto durante mucho tiempo. En vez de aprovechar la oportunidad para desarrollar el sector privado y recortar el gasto público inútil, es probable que Bagdad aumente su deuda pidiendo prestado a inversores y bancos, y podría llegar a hacer lo mismo que el Gobierno regional kurdo y dejar de pagar a sus funcionarios o recortar servicios cuando se le acabe el dinero. Como muchos países dependientes del petróleo, Irak no puede librarse de su adicción ni siquiera durante una crisis».

El nuevo Estado originado con la ocupación norteamericana sentó las bases del actual estado de cosas. Los extranjeros desmontaron un Gobierno dictatorial pero eliminando las partes del Estado que aún funcionaban. Los nuevos dirigentes venían de años o décadas en el exilio y utilizaron los fondos públicos para crearse su propia base de poder. Es habitual que décadas de dictadura destruyan el sentimiento de comunidad y el respeto al Estado. En Irak, nunca se construyó sobre esas cenizas algo que mereciera la pena ser defendido.

La guerra es la mejor forma de perpetuar la corrupción. Por otro lado, la corrupción alimenta la confrontación interna y propicia la ley del más fuerte, una estupenda materia prima para la guerra. Es un círculo diabólico y perfecto, muy presente en algunos países africanos y una realidad que se ha convertido en permanente en el Estado iraquí.

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