Los Estados Unidos Fascistas de América

trump furor

El candidato demócrata Martin O’Malley lo clavó. La candidatura de Donald Trump a la presidencia es la de «un demagogo fascista». Esta última no es una palabra que se use mucho en una campaña presidencial en EEUU, pero en este caso resulta apropiada para definir la última bomba lanzada por el multimillonario: prohibir la entrada en el país a todos los musulmanes. Con estas palabras:

Esta vez los demás candidatos republicanos no miraron a otro lado. Alguno como Marco Rubio tampoco fue muy lejos en la crítica, lo que demuestra que vive atemorizado a que Trump le castigue con el desprecio que ha dirigido a sus otros rivales.

Desde la derecha, incluso por parte de los que sostienen que la «corrección política» está dejando indefenso al país, han surgido comentarios para destacar lo increíblemente estúpida que es la idea de Trump, porque incluso afectaría a los ciudadanos estadounidenses de confesión musulmana.

La propuesta no tendría ninguna posibilidad de prosperar por el pequeño detalle que aparece en la Primera Enmienda de la Constitución de EEUU, que prohíbe entre otras cosas cualquier ley que impida el derecho de culto de una religión. Tampoco casa muy bien con la 14ª Enmienda, sobre la protección de los derechos de los ciudadanos.

Cabe caer en la tentación de pensar que este exabrupto suponga el principio del fin de la candidatura de Trump, como desea el establishment del Partido Republicano. También es posible recordar que fueron sus declaraciones xenófobas e insultantes contra los mexicanos las que le auparon al primer puesto en los sondeos desde muy pronto.

La realidad es que Trump pisa aquí un terreno fértil para sus ideas, porque los norteamericanos, en especial si son republicanos, desconfían de la religión musulmana. Un 76% de los republicanos cree que el Islam es contrario a «los valores y estilo de vida» de EEUU. La media nacional de ese dato sería del 56%, según una encuesta anual sobre valores religiosos. La islamofobia es un sentimiento muy popular en ese país, fundado por gente que huía de la persecución religiosa en Europa. Aparentemente, muchos creen que no hay contradicción entre esos «valores» y defender la discriminación por motivos religiosos.

Si el dato que presenta Trump en su comunicado proviene de un centro conocido por su odio al Islam (y cuyo presidente afirma que los Hermanos Musulmanes se han infiltrado no ya en el Gobierno sino hasta en el Partido Republicano), eso no preocupará a sus seguidores porque creen que los medios de comunicación y el Gobierno ocultan una conspiración siniestra para imponer la sharia en EEUU. Los ultraconservadores han sustituido la paranoia sobre el terror rojo con otra sobre la amenaza musulmana. El hecho de que los musulmanes más creyentes defiendan valores sociales no muy diferentes a los de los conservadores no parece llamarles la atención en absoluto.

En el caso de Trump, quizá todo sea más prosaico y su reacción sea, además de un arrebato racista y xenófobo, el gesto airado del niño rico que descubre que le han quitado su juguete o están cerca de hacerlo. Según una encuesta, ha perdido el primer puesto en Iowa ante Ted Cruz (otro sondeo, de CNN, le mantiene por delante). Se confirma lo que se ha visto en muchas primarias anteriores. Encabezar, incluso con holgura, las encuestas nacionales no sirve de mucho si tienes un mal resultado en Iowa (1 de febrero) y New Hampshire.

Un comentario de Teju Cole sobre las vidas de musulmanes que no viven en EEUU.

Como siempre, los comentarios del alcalde de Londres, Boris Johnson, no tienen desperdicio.

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