Macron, el presidente napoleónico, deja de ser un enigma centrista y paga un precio por ello

La misión de Macron de liberalizar la economía francesa ya ha tenido un efecto claro un año después de su llegada al poder: la disminución de sus apoyos en la opinión pública. No de forma tan abrupta como en los casos de Sarkozy y Hollande, pero sí significativa. 19 puntos menos en un año.

Emmanuel Macron comenzó su presidencia en un punto muy alto, lo habitual en los vencedores de las elecciones francesas, reforzados por el sistema de dos vueltas. La encuesta del Grupo BVA para varios medios franceses indica que estaba en un 62% de apoyo hace doce meses. Hoy está en un 43%.

Hollande (61% >> 34%) y Sarkozy (57% >> 32%) cayeron más rápido. Chirac (62% >> 48%) y Mitterrand (61% >> 51%) se mantuvieron más altos tras su primer año.

La popularidad de Macron comenzó a descender al poco de tomar posesión. Su victoria clarísima sobre Marine Le Pen no podía ocultar el hecho de que en primera vuelta había obtenido el 24%. En esos primeros meses, el nuevo presidente fue perfilando su mensaje económico y las reformas concretas que pretendía poner en marcha. La etiqueta siempre difusa de centrista dio paso a la de derechista o liberal.

En la segunda mitad de 2017, según esta encuesta, el apoyo a Macron disfrutó de un repunte cuando el debate estaba protagonizado por la reforma laboral. Macron comenzaba a cumplir sus promesas, lo que debió de ser bien recibido por su electorado y parte de los votantes conservadores. Este sondeo ofrece un cambio de tendencia en el comienzo de este año con un leve aumento en los dos últimos meses que aún no se sabe si se consolidará.

Macron es mejor valorado en las ciudades de 20.000 a 100.000 habitantes que en París. En la clase alta y media-alta que en las clases más populares. Entre mujeres que entre hombres, aunque por escasa diferencia. Recibe aún un gran apoyo entre directivos, muy por encima del dato de los empleados. Entre los jubilados, un colectivo que daba a Macron nada menos que un 73% hace un año, el hundimiento es evidente, de 26 puntos.

En el voto a partidos, el cambio más llamativo es de los votantes del Partido Socialista. Un espectacular 88% de ellos lo valoraba bien hace un año. Esa cifra es ahora del 30% (58 puntos menos), lo que demuestra que Macron es identificado por ellos como un liberal muy alejado de las ideas del electorado socialdemócrata.

Los votantes conservadores de Los Republicanos aún le dan una buena nota, con un 54% de ellos que le apoyan (quince puntos menos que hace un año).

El pesimismo de los franceses y su escasa confianza en los gobiernos quedan patentes en la encuesta. Sólo en cuanto a la valoración del papel de Francia en el mundo, las opiniones son indudablemente positivas al preguntarse sobre la influencia de Macron y su Gobierno. En cuanto al crecimiento económico, el balance está igualado y en todos los demás aspectos la opinión es muy negativa: sobre inmigración, poder adquisitivo, impuestos, medio ambiente, terrorismo, empleo, Europa…

A pesar de esa opinión, hay varias iniciativas del Gobierno de Macron que reciben un fuerte apoyo: reducción del número de parlamentarios (78% a favor, 18% en contra), la ley contra delitos sexuales (76%-19%), aumento de las clases de colegios en zonas desfavorecidas (72%-25%), o la ley de «moralización de la vida pública» (67%-29%). La reforma de la empresa pública del ferrocarril, que tiene el rechazo de los sindicatos, también es vista de forma favorable: 58%-40%.

En las reformas educativas, la ventaja de los partidarios es escasa. Hay un rechazo a la reforma laboral (41%-54%), a pesar de que los meses en los que se habló mucho del tema coinciden con un periodo de recuperación del apoyo a Macron, y a la ley de inmigración.

Los temas en los que el Gobierno cosecha el suspenso más claro son el aumento de las cotizaciones sociales (15%-82%), la reducción a 80 km/h de la velocidad máxima permitida en las carreteras secundarias (21%-76%) y la abolición del impuesto del patrimonio y su sustitución por el impuesto inmobiliario (26%-70%).

Los encuestados valoran de Macron sus convicciones y su autoridad como presidente. A pesar de su edad (40 años, baja para un jefe de Estado de Francia), lo consideran material presidencial. Eso satisfará a sus asesores, que han insistido en entregar a Macron todos los atributos ‘monárquicos’ de la presidencia francesa.

Le puntúan bajo en su capacidad para unificar a la sociedad tras una idea y en la de mostrarse cercano a las personas. Eso es un problema para el futuro. Si las cosas van mal, lo que antes se llamaba autoridad, pasa a ser arrogancia. Lo que antes se valoraba como símbolo de preparación, después se considera elitismo.

En un artículo en el Financial Times, tan elogioso que dice que en sólo un año Francia ha pasado de ser «el enfermo de Europa a refugio de emprendedores», algunos entrevistados del partido del presidente admiten que hay algo contradictorio entre ciertas promesas liberalizadoras de Macron y su forma de ejercer el poder. «El estilo vertical de gobierno de Macron es incompatible con sus promesas de renovación democrática, que es por definición horizontal», dice Gilles Le Gendre, diputado de En Marche.

Uno de sus asesores admite que Macron «siempre ha tenido la tendencia de controlarlo todo».

El estilo napoleónico de Macron ya ha comenzado a pasarle factura. En un ambiente de profunda desconfianza en la política, eso le convertirá en el centro de todas las críticas. Es probable que el presidente francés crea que no tiene alternativa. Cualquier cosa antes de asumir la imagen de político corriente de Hollande que hizo que al final nadie le tuviera el menor respeto.

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