¿Puede tener éxito la vacunación del Covid sin frenar al movimiento antivacunas en las redes sociales?

La aceptación de una vacuna por la sociedad no era algo que planteara muchos problemas en una sociedad occidental hasta ahora, excepto para una muy pequeña minoría. Eso ha cambiado con el Covid-19, a pesar de que la amenaza de la enfermedad es muy real, ha monopolizado la atención de los medios de comunicación y ha causado un impacto económico brutal. Pero el mundo en que nos encontramos es muy diferente al de unos años atrás. Las personas que rechazan las vacunas cuentan con un gran abanico de plataformas en las que alimentar sus prejuicios. La polarización política y la desconfianza en los gobiernos en varios países, incluida España, son factores que contribuyen a ese estado de opinión.

Una encuesta reciente de El País ofrece las consecuencias. Sólo el 24,1% está dispuesto a vacunarse lo antes posible y un 36,9% prefiere esperar un tiempo antes de hacerlo. El sondeo del CIS de septiembre indicaba que un 44,4% estaba a favor de vacunarse de inmediato.

El proceso de vacunación se llevará a cabo de forma gradual en un periodo que durará muchos meses. Es muy posible que las personas más reticentes al principio se convenzan cuando comprueben que aquellos que reciben la vacuna no sufren problemas serios. Los medios de comunicación han insistido en algo que es cierto: de conseguirse la vacuna, sería un éxito científico espectacular. Nunca antes se ha descubierto una vacuna efectiva con tanta celeridad. Eso alienta la primera capa de escepticismo ante un avance sin precedentes.

En el caso de la vacuna de Pfizer, la primera que anuncia un elevado porcentaje de éxito en sus pruebas, sólo sabemos de ella lo que se ha dicho en un comunicado de la empresa.

Aun así, la idea de la conspiración va más allá de esa incredulidad y está fomentada por las páginas webs que proliferan en las redes sociales. Un informe del Centre for Countering Digital Hate (CCDH) –The Anti-Vaxx Industry– pone cifras al incremento de seguidores de los enemigos de las vacunas y destaca la responsabilidad de las plataformas que les dan difusión.

El estudio revisa 409 cuentas antivacunas en inglés en las redes sociales y cifra en 58 millones su número de seguidores. Calcula que han aumentado esas cifras en nueve millones de personas desde 2019. 31 millones están en Facebook y otros 17 millones siguen cuentas similares en YouTube.

El informe sostiene que las empresas han aumentado sus ingresos en 1.000 millones de dólares anuales gracias a los anuncios de estas páginas de tráfico millonario.

Las empresas han tomado algunas medidas contra estas campañas de desinformación. Twitter ha marcado como manipuladores más de una tercera parte de los tuits de Donald Trump en relación al coronavirus o a las elecciones de EEUU. Esta clase de avisos y las recomendaciones de enlaces a otras webs con información confirmada tienen pocas posibilidades de éxito, para el CCDH, que reclama medidas más drásticas, según destaca The Lancet:

«El CCDH no ha quedado convencida (por las medidas de las empresas). En su informe ‘Failure to Act’, afirma que de los 912 artículos con desinformación sobre el Covid-19, menos de uno de cada 20 reciben atención de las empresas de redes sociales. Ahmed [Imran Ahmed, CEO del CCDH] pide una respuesta más dura: expulsar al movimiento antivacunas de esas plataformas. «El primer paso es sacarlos de allí. Cerrar esos foros y expulsar a individuos es el paso más efectivo para ocuparse de estos actores nocivos». Ahmed cita estudios sobre antiterrorismo que llegaron a la conclusión de que la expulsión de las plataformas sirvió para fragmentar estas redes. «Es lo único que tiene garantías de éxito. Rompe esas redes y es la mejor forma de impedir que la infección antivacunas se extienda».

En el plano de las relaciones personales, es muy poco probable que romper todo contacto con las personas de ideas antivacunas vaya a servir para hacerles rectificar. Más bien ocurrirá lo contrario. Sin embargo, plataformas masivas como Facebook o YouTube son casi insustituibles en su función. Son un altavoz con el que esas ideas han llegado con efectividad a decenas de millones de personas en todo el mundo.

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