Santiago Abascal encuentra en Vallecas lo que estaba buscando

Santiago Abascal llevaba tres minutos hablando en el mitin que dio Vox el miércoles en el barrio madrileño de Vallecas y daba un poco igual. Prácticamente, no se le oía. Le había dado tiempo a gritar que «las calles también son nuestras y Vallecas también es nuestra». No era una opinión mayoritaria entre los que le insultaban. Ni en el piso en que una señora puso una pancarta con la palabra Vox en la que la ‘O’ era un excremento. El griterío de los centenares de personas congregadas para boicotear el acto impedía escucharle bien incluso a los que estaban a poco más de diez metros. Así que el líder de Vox dejó de hablar, se bajó de la tribuna y se dirigió, acompañado de su seguridad y de otros dirigentes de Vox y algunos de sus seguidores, al grupo de manifestantes que tenía más cerca, y hay que decir que estaban bastante cerca.

Queda la duda de si fue una reacción espontánea o si ya tenía previsto hacerlo. Lo que es indudable es que los incidentes comenzaron cuando Abascal quiso que empezaran. Pretendía que los antidisturbios desalojaran por la fuerza a todos los que le estaban gritando a unas pocas decenas de metros. En un cálculo muy exagerado por corto, Abascal dijo luego que sólo había dado «18 pasos» hasta llegar a ellos.

Había un numeroso cordón policial que separaba a los manifestantes del lugar del mitin. No lo bastante, según los dirigentes de Vox. A partir de ese momento con la irrupción de Abascal y su grupo, la policía ya no podía quedarse esperando a que sucediera algo. No podía limitarse a esperar a que alguien comenzara a pegarse, porque ahí hubiera perdido el control de la situación. Fue en ese momento cuando cargó contra los manifestantes y la zona que estaba a la izquierda del escenario quedó despejada muy pronto. Quedaron unos pocos con algunas pancartas.

No fue suficiente para Abascal. Ahora sí que se le oía bien. Tuvo su momento en el escenario Rocío Monasterio, que llegó a utilizar en su favor el atentado del 11M. «Nos rodean los admiradores de los que mataron a muchos trabajadores de Vallecas con sus bombas», dijo, porque esta vez no parecía suficiente con sacar a colación a ETA y había que ir más lejos.

Abascal subió otra vez al escenario para atacar a Pablo Iglesias. «Iglesias, que nos oyes desde tu dacha de Galapagar. ¡Esto es un escrache y no lo que te pasa a ti!». Gran jolgorio de los asistentes que reaccionaban como un resorte cuando escuchaban la palabra Galapagar (el chalé que compró Abascal fue valorado por Idealista en más de un millón de euros y se habrá gastado más en muebles porque las fotos que aparecían en esa web eran espeluznantes).

En ese momento volaron dos piedras sobre el escenario por encima de Abascal. Posteriormente, Vox denunció que una de ellas golpeó a su diputado Ángel López y le lesionó una mano, por lo que fue atendido en un hospital. Varios periodistas fueron agredidos por los agentes, a pesar de identificarse como tales. Fuentes policiales informaron después de dos detenidos y de 18 agentes heridos, 17 con contusiones leves y uno con un hombro dislocado.

Abascal volvió a bajarse del escenario y regresó de inmediato con dos piedras en la mano que enseñó al público. Macarena Olona levantó el brazo para enseñar otra. «Me dirijo al jefe del dispositivo (policial) para que actúe inmediatamente», dijo. Y al poco abandonó el escenario una vez más. Antes había cargado todas las culpas sobre el ministro de Interior: «Marlaska debe ir a prisión por los delitos electorales que se están cometiendo aquí». El despliegue policial estaba formado por unos 200 agentes antidisturbios, prácticamente un policía por cada dos asistentes al mitin.

Unos pocos minutos después, se produjo otra carga policial más breve contra los que quedaban a la izquierda del escenario. Tampoco era suficiente para el líder de Vox, que reclamó que fueran también a por otro grupo que estaban subidos en la terraza de un edificio cercano a la derecha del escenario, que no habían lanzado objetos ni armaban tanto ruido como los que ya habían sido disueltos.

Los momentos de su discurso que más fueron aplaudidos por sus partidarios fueron aquellos en los que relacionó la inmigración y la delincuencia. Se cebó en los menores de edad extranjeros que viven solos en España sin su familia (los llamados «menas») y que son atendidos por las autoridades. Afirmó indignado que cada uno cuesta 4.700 euros al mes a las arcas públicas, «más de lo que reciben los ancianos y las viudas». Obviamente, esos menores no reciben esa cantidad de dinero al mes. «¿No habéis visto las caras de la manada del Parque del Oeste?», dijo por un caso de abusos sexuales por el que fueron detenidos 17 jóvenes de varias nacionalidades, incluida la española. No hizo ninguna referencia a las violaciones cometidas por españoles, que son la mayoría.

El Ayuntamiento de Madrid había vetado la celebración del mitin con la instalación del escenario y megafonía correspondientes, al no haberse presentado con la «antelación mínima necesaria». La ocupación de espacio público e instalación de material exigen siempre un permiso de los ayuntamientos. Lo que hizo después Vox fue comunicar a la Delegación del Gobierno la celebración de una convocatoria en el mismo lugar.

La Delegación no la prohibió –no tenía razones legales para hacerlo– pero recordó dos cosas. Que se debía mantener la distancia de seguridad –como es habitual en un mitin al aire libre con todos de pie, eso no se cumplió– y que debían cumplir la legislación local para «la instalación de cualquier material en la vía pública». Vox pasó por completo de esto último y celebró su mitin electoral para una campaña que no empezará legalmente hasta dentro de diez días.

Vox llegó a este mitin con algunas encuestas echándole el aliento en el cogote, en especial la última del CIS que le sitúa con menos del 6% de intención de voto. El éxito de Isabel Díaz Ayuso entre los votantes de la extrema derecha puede poner en peligro que el partido alcance el 5% necesario para obtener representación parlamentaria. Es una perspectiva que puede agudizarse durante la campaña por la polarización por la que apuesta Díaz Ayuso, que se presenta como el único dique que podrá detener a la izquierda y salvar «la libertad».

De repente, Vox se ha quedado sin el estandarte de ser el gran enemigo de la izquierda, lo que puede cortar de raíz el ascenso que estaba disfrutando en varias comunidades autónomas, como se vio en Catalunya. En esas elecciones, Abascal rentabilizó en su favor la hostilidad que recibió de los partidos independentistas y obtuvo un buen resultado con el que además humilló al Partido Popular. Necesita repetir ese esquema de campaña para que sus votantes no huyan hacia el PP y el mitin de Vallecas era el escenario perfecto para iniciar esa remontada.

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