Se estrecha el cerco de los diputados tories rebeldes sobre Boris Johnson

Nada motiva más a un diputado tory a la hora de pensarse si debe decapitar a su líder que saber que es la única manera de conservar su escaño. Los más de veinte diputados que ganaron en las elecciones 2019 en circunscripciones anteriormente dominadas por los laboristas, en lo que se suele llamar el ‘muro rojo’ (red wall) se han conjurado para provocar el cese de Boris Johnson. Uno de ellos no ha esperado más. Christian Wakeford ha anunciado en la mañana del miércoles que se pasa a las filas laboristas.

La movilización de estos diputados novatos, que se reunieron el martes, hace más probable que se supere el umbral de 54 diputados que se exige para convocar una votación con el objetivo de forzar la dimisión de Johnson como líder del partido y por tanto como jefe de Gobierno.

La encuesta de Channel 4 centrada en los escaños del ‘muro rojo’ confirma los temores de esos diputados.

La impresión hasta hace unos días es que la mayoría de los diputados conservadores prefería esperar al resultado de la investigación que lleva a cabo Sue Gray, la segunda secretaria permanente del Gabinete. Gray es funcionaria del Civil Service y por tanto se la considera una figura independiente. Las últimas palabras de Johnson en una entrevista en Sky News, negando que alguien le dijera que se iba a celebrar el 20 de mayo de 2020 una fiesta que contravenía las reglas Covid impuestas por el Gobierno, han contribuido a enfurecer aún más a los diputados que creen que el primer ministro les ha mentido, a ellos y al Parlamento.

The Sunday Times informó el domingo de que al menos dos personas en Downing Street dijeron a Johnson que la fiesta de mayo contravenía las normas y no debía celebrarse. El primer ministro les respondió que no era para tanto y que estaban sobreactuando.

Este fin de semana, Downing Street se ocupó de filtrar a los periódicos su intención de lanzar unos cuantos huesos a los diputados para tranquilizarlos. Es decir, contarles lo que quieren escuchar sobre sus futuros proyectos. En primer lugar, congelar durante dos años el presupuesto de BBC e incluso amenazar con eliminar en el futuro la tasa que paga cada ciudadano. El ala derecha de los tories siempre ha considerado a BBC como uno de sus más cordiales enemigos. Hay otros como Rupert Murdoch que llevan tiempo presionando a Johnson para que haga algo al respecto.

Fue la viceministra de Cultura, Nadie Dorries, fiel aliada de Johnson, la que hizo públicos los cambios sobre la radiotelevisión pública sin que hayan sido discutidos antes dentro del Gobierno. Lo hizo con el estilo despectivo con que los conservadores más radicales se refieren a la BBC.

Además, se anunció que se utilizarán unidades navales militares para impedir la llegada de pateras con inmigrantes al Reino Unido, una medida de dudoso encaje legal, porque cualquier barco, militar o civil, está obligado por el Derecho internacional a socorrer a las embarcaciones que estén en peligro.

Por lo visto en los últimos dos días, estos regalos no han tenido el efecto deseado. Johnson ha vuelto a intentarlo este miércoles con el anuncio del fin de la mayoría de restricciones de la pandemia. Una vez que la ola de contagios por Ómicron ha pasado en Reino Unido su punto más alto de contagios y lleva un tiempo descendiendo, la nueva situación permite cerrar la mayoría de los centros de test y poner fin a medidas como la recomendación del teletrabajo y el uso de pasaportes Covid en los locales de ocio a partir de 26 de enero.

Será la última oportunidad de Boris para calmar la tormenta interna o para ganar la votación si las firmas de 54 diputados obligan a celebrarla.

20.00

La sesión matutina del Question Time de esta mañana ha ofrecido un momento singular. El diputado conservador y exministro David Davis ha reclamado con vehemencia la dimisión de Boris Johnson con un llamamiento final: «En el nombre de Dios, vete». Si suena demasiado melodramático o procedente de otra era, es porque es así. El mensaje completo utilizado no es suyo, sino que forma parte de otro conocido y exitoso intento de deshacerse de un primer ministro tory. Fue lo que Leo Amery dijo a Neville Chamberlain en 1940.

Y en realidad su auténtico origen es anterior, nada menos que de Oliver Cromwell en 1653.

La deserción de un diputado tory ha supuesto un cierto alivio para Johnson. Por un lado, suponía una humillación, pero al serlo también para todo el partido ha hecho que la bancada conservadora haya estado especialmente agresiva contra la oposición. Un breve cierre de filas con el que pasar la vergüenza.

No hay que dar por sentado que los rebeldes terminarán reuniendo las firmas necesarias para que se convoque una moción de censura. Muchos diputados que dan a Johnson por imposible prefieren esperar a ver qué sucede en las elecciones municipales de mayo. Una amplia derrota sería entonces el momento perfecto para el regicidio.

Otro factor que tienen en consideración es que si Johnson supera la moción, no podrá presentarse otra en los próximos doce meses. Se trata de una norma interna del grupo parlamentario. ¿Cuál es la última noticia del día? Se está estudiando cambiarla para reducir a seis meses el periodo de tiempo mínimo a la espera de otra moción de destitución. Sólo necesitan una votación para cambiarlo, que podría celebrarse la próxima semana.

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