Theresa May pierde la voz cuando más la necesitaba

Quizá sea un poco exagerado decir que Theresa May se jugaba su futuro político en el discurso del miércoles en el congreso anual del Partido Conservador. Sólo un poco. Sigue siendo primera ministra británica, pero no hay muchos en su partido y en los medios de comunicación que crean que vaya a ser la candidata de los tories en las próximas elecciones.

Pero los congresos de los partidos británicos son escenarios en que el líder, por mal que esté, juega en casa. Un buen discurso, unido al deseo de todos los dirigentes y afiliados de que todo vaya como la seda, obra milagros y permite recuperar la iniciativa durante un tiempo que nunca es ilimitado.

May subió al escenario, comenzó a hablar y muy pronto sufrió eso que temen todas las personas que tienen que pronunciar unas palabras en público. Se quedó sin voz. Fuera por los nervios o por tener gripe o alguna dolencia respiratoria, no podía seguir por mucha agua que bebiera. Los periodistas que seguían el discurso empezaron a sentirse mal, incluidos algunos que realmente no sientan mucho respeto por ella. Los asistentes al acto se sentían peor. Estaban  viendo un desastre ante el que nada podían hacer.

Era todo tan obvio que parecía una broma de mal gusto. La líder sin carisma e incapaz de marcar un rumbo coherente en las negociaciones del Brexit se derrumbaba en el escenario por un problema de voz. Era también un tanto penoso que los mismos periodistas que han escrito que May no da la talla escribieran ahora que sentían pena.

Eso no iba a durar mucho tiempo. Como decía Kuenssberg, los columnistas ya estaban pensando en las metáforas de costumbre. Un discurso fracasado como símbolo de un Gobierno sin rumbo. Una política sin voz que no puede trasladar un mensaje que además carece de credibilidad. Las crónicas se iban a escribir solas.

Como así ocurrió. Un viceministro explicó a Kuenssberg que lo ocurrido acelerará el final de May. Comparó su discurso con «el momento en que el veterinario te dice que es más cruel mantener vivo al labrador».

Para dar una imagen aun más penosa, apareció antes un cómico que se acercó al estrado para entregar a May una copia de un formulario P45, el que reciben las personas que abandonan una empresa en el Reino Unido bien por despido o de forma voluntaria. Fue una demostración inaudita de incompetencia de los servicios de seguridad, incluidos los guardaespaldas personales de May. ¿Y si hubiera llevado un cuchillo en vez de un trozo de papel?

El tipo le decía: «Boris me dijo que le diera esto». Por Boris Johnson, el ministro de Exteriores, que ha decidido cortar por lo sano y presentarse como adalid del Brexit duro, a diferencia del Brexit blando que supuestamente –no está claro– puede ser la opción del Gobierno de May: prolongar la etapa de transición de la salida del Reino Unido de la UE, incluso más allá de la fecha límite establecida por los tratados una vez que May invocó el artículo 50.

Johnson ha colocado a la primera ministra en una situación nada envidiable. May debería haberle destituido, pero en ese caso el ministro se situaría como el sustituto inevitable en el momento en que los tories tengan que elegir a su próximo candidato para las generales. Mantenerlo en el Gobierno es más seguro a largo plazo, pero supone un montón de dolores de cabeza en los meses venideros.

Ya en un plano más anecdótico, dos letras del mensaje situado detrás de May acabaron en el suelo («Building a country that works for everyone»). La primera fue la ‘f’ de for y después la última ‘e’ de everyone. El mensaje del partido del Gobierno que se va cayendo a trozos. Nunca fue tan fácil escribir una crónica despiadada para un periodista (y ya después del congreso fueron desprendiéndose una tras otra hasta diez letras).

El único detalle emotivo para compensar tanto desastre fue la decisión del esposo de May de subir rápidamente al escenario para abrazar a su mujer. Eso no servirá mucho para arreglar la falta de liderazgo de May, pero seguro que los asistentes lo agradecieron.

 

Más allá de los detalles personales y de que todo el mundo respiró aliviado cuando May pudo terminar su discurso, el país continúa estando en la misma situación penosa de antes: un Gobierno ante una tarea imposible, una primera ministra sin autoridad en el partido y con fecha de caducidad y un probable candidato a sucederla sin más convicciones personales que una ambición descarnada para llegar al poder.

Brexit Nation.

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