Tiene derecho a permanecer en silencio… sobre todo si es el abogado de Trump

Un tribunal federal de Nueva York es el escenario este lunes de un duelo jurídico poco frecuente: el presidente de EEUU contra el Departamento de Justicia. Trump ha enviado una carta a ese tribunal para que se le permita revisar los documentos que el FBI consiguió en el registro de las oficinas de su abogado Michael Cohen realizado la semana pasada. El lunes se celebra la vista en la que Cohen reclama al juez que se le permita lo mismo. Esa redada forma parte de una investigación penal contra el abogado personal de Trump, que no trabaja en la Casa Blanca, para la que un gran jurado ha recibido información en los últimos meses.

Cohen es el abogado que pagó 130.000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels para garantizar su silencio sobre sus presuntas relaciones sexuales con el actual presidente.

La carta de ocho páginas, enviada por otra abogada de Trump, acusa al Departamento de Justicia de comportarse «de una forma agresiva, intrusiva y nada ortodoxa» y de vulnerar la relación de confidencialidad de un abogado con su cliente.

El FBI fue a por todos los documentos profesionales del abogado Cohen. Se presentó en su despacho, su casa y una habitación de hotel que utiliza con frecuencia. Se llevó material almacenado en su portátil, teléfono móvil y tablet. Un comunicado de los fiscales confirma que  han tenido acceso a sus comunicaciones por email con orden judicial. En teoría, los agentes que llevan el caso no podrían tocar los papeles relacionados con clientes de Cohen que no tengan que ver con las acusaciones contra él. Lo más habitual es que alguien sin relación con la investigación haga una criba previa. Parece que tanto Trump como su abogado no se fían de que estos procedimientos habituales se cumplan ahora.

Según medios norteamericanos, a Cohen se le investiga por posibles delitos de fraude cometidos con la intención de comprar el silencio de personas que podrían haber perjudicado la campaña electoral de Trump en 2016.

Todo esto ha puesto muy nervioso a Trump.

Según lo que se conoce de la información difundida por la oficina del fiscal federal del Distrito Sur de Manhattan, lo que se investigan son los negocios personales de Cohen, no su trabajo como abogado. Pero, como contaban en este artículo del NYT, es muy difícil desligarle de su trabajo para Trump, porque algunos incluso sospechan que se trata de su único cliente. Cohen era el abogado que Trump enviaba para negociar/presionar/amenazar a todo aquel que le molestara: «Periodistas de investigación, rivales en sus negocios y demandantes potenciales».

El artículo del NYT cita a fuentes cercanas a Trump para decir que el presidente está más preocupado por las repercusiones de la investigación que afecta a Cohen que por la que dirige Robert Mueller sobre la posible implicación rusa en la campaña electoral.

Quizá la reflexión sea exagerada, pero por mucha literatura fantástica que haya aparecido en los medios de comunicación norteamericanos sobre un Donald Trump agente doble en manos de los rusos por una sesión muy completa con prostitutas en un hotel de Moscú, lo cierto es que los mayores problemas legales para el presidente pueden venir por su particular forma de hacer negocios y la forma en que ese estilo contaminó a su campaña electoral.

La posibilidad de que Cohen, amenazado por una condena de varios años, termine colaborando con el Departamento de Justicia es sin duda una posibilidad que debería preocupar a Trump. A nada que tenga el menor indicio de que eso puede ocurrir, no sería extraño que le concediera un indulto preventivo. De momento, Cohen ya ha hecho saber a través de sus abogados que invocará el derecho a no declarar contra sí mismo (la Quinta Enmienda) si le preguntan por los pagos a Stormy Daniels. Ese es un tema demasiado caliente para tocarlo.

Mientras el abogado de Michael Cohen estaba el viernes en un tribunal intentando que el FBI no tenga acceso a todos los documentos incautados, él decidió mostrarse en público de una forma que llamó la atención, incluso en un lugar como Manhattan donde cualquier cosa puede pasar en la calle.

Perseguido por las cámaras y con la obvia intención de dejarse ver, se reunió con un grupo de amigos que estaban en el exterior de un hotel fumando puros en una escena que tenía un cierto aire a película de gánsters. Al menos, esa fue la inspiración de este montaje con música inconfundible que dice tanto de Trump y de la gente que le rodea.

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