Ante la bancarrota financiera, la solución ucraniana es el ultranacionalismo

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La loca carrera de Ucrania hacia un agujero económico mayor que el del mes anterior se ha completado con el anuncio de Standard & Poor’s de que la deuda del país ha caído al nivel CC. Dentro del abanico de las opciones de bono basura, eso está un punto por encima del nivel en que un deudor se declara en suspensión de pagos.

Otras cifras. Las reservas del banco central están en 5.600 millones de dólares, según el FMI. Según un cálculo de S&P, el actual PIB del país llegaría a 73.000 millones de dólares (era de 180.000 millones en e2008). La deuda supone un 93% del PIB (era sólo del 20% en 2008). Varios tenedores de bonos ucranianos están dispuestos a ofrecer facilidades sin reducir el principal de la deuda, pero saben que a corto plazo el Gobierno no está en condiciones de hacer frente a los intereses sin la ayuda del FMI. Esa ayuda no saldrá gratis y forzará la reducción gradual de los subsidios al gasto familiar en gas y electricidad. El Gobierno ha hecho numerosas promesas al FMI sobre sus reformas legislativas para acabar con la corrupción presente en casi todos los niveles de funcionamiento de la Administración, una característica que se ha repetido con casi todos los gobiernos ucranianos de los últimos 20 años.

Y ante todo esto, a lo que hay que unir una vaga promesa no concretada sobre una reforma federal como oferta a las provincias rebeldes del Este, ¿cuál es la prioridad de los partidos que controlan el Parlamento? Apostar por el ultranacionalismo como la mejor cortina de humo. Con 254 votos en una Cámara de 450 diputados, se ha aprobado una ley que condena el uso de los símbolos comunistas (la hoz y el martillo, la bandera de la URSS, su himno…), así como los del nazismo.

Pero la ilegalización de los símbolos nazis no está acompañada de la condena de los grupos nacionalistas que combatieron al lado de los alemanes en algunos momentos de la Segunda Guerra Mundial. Para los nazis, todos eran eslavos, pero emplearon a algunas de esas unidades en la invasión de la URSS y en el exterminio de judíos. La participación de esas fuerzas en crímenes de guerra nazis está suficientemente probada. Pero ahora, según el Parlamento en otra ley, todos ellos son «combatientes por la libertad».

Entre las fuerzas ahora homenajeadas, está el Hetmanate, un breve periodo de gobierno anticomunista que existió en Ucrania entre abril y diciembre de 1918. En realidad, sus fuerzas estaban compuestas por restos del Ejército imperial ruso y ese Gobierno se vino abajo cuando, con el fin de la guerra, se quedó sin el apoyo de Alemania y Austria.

El uso de los símbolos ahora prohibidos se castigará con penas de prisión de entre cinco y diez años. Se castiga con cárcel delitos de opinión. Es de suponer que el siguiente paso sea la ilegalización del Partido Comunista, algo que el Parlamento ha intentado imponer en varias ocasiones, pero sin que haya prosperado esa medida en los tribunales. Lo que sí hicieron fue disolver su grupo parlamentario.

Por el contrario, los elementos más ultraderechistas del espectro político están siendo ‘blanqueados’ por el Gobierno de Kiev. Dmytro Yarosh, líder del grupo ultra Sector Derecho, ha sido nombrado asesor del jefe del Ejército para servir de enlace entre las Fuerzas Armadas y los batallones de voluntarios. Sector Derecho, cuyos miembros participaron en la insurrección contra el Gobierno de Yarukóvich, fracasó en su intento de ser una fuerza política relevante cuando Yarosh obtuvo un 1,4% en las elecciones presidenciales. La guerra con Rusia le ha convertido en Kiev en una personalidad ‘respetable’ con sueldo a cargo del Estado. Se ha vendido la medida como un intento de controlar a estas brigadas, hasta ahora financiadas por los oligarcas, algunos de ellos enfrentados al presidente Poroshenko. Financiar a grupos fascistas con la intención de domesticarlos nunca ha sido una medicina muy efectiva.

La lectura nacionalista del pasado de Ucrania servirá sin duda para hacer aún más evidente la división con los habitantes del Este del país, no sólo las dos provincias controladas por las milicias prorrusas. Las posibilidades de un nuevo acuerdo nacional serán aún más escasas.

Las esperanzas europeas en una solución federal se desvanecen, pero han invertido demasiado tiempo y dinero en apoyar al Gobierno de Kiev como para reconocer que el discurso liberal ha fracasado en Ucrania, siendo sustituido por una total confrontación nacionalista con Rusia a causa de la guerra y del apoyo de Moscú a los rebeldes del Este. Las dos legitimidades históricas que han sobrevivido en Ucrania tras el siglo XX están así condenadas al enfrentamiento, lo que favorecerá que en ambos bandos prosperen los sentimientos más autoritarios.

Foto: Yarosh en un mitin en la Plaza de la Independencia de Kiev en febrero de 2014.

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