El ataque con armas químicas puede provocar un cambio en la política de Trump hacia Siria

Dos fotógrafos de AFP fueron rápidamente a los centros sanitarios más cercanos cuando tuvieron la primera noticia de un ataque con armas químicas en la localidad siria de Jan Shijún. Mohamed Al-Bakour cuenta lo que vio:

«Cuando llegué al hospital, había un fuerte olor en todos los sitios. No pude identificarlo. Los niños estaban sobre las camas y los médicos intentaban salvarles. Es un pequeño hospital en Maaret al-Numan, donde vivo, a unos 15 kilómetros de Jan Shijún donde el ataque se produjo. Están poniendo máscaras de oxígeno a los niños. Es una locura. Los niños lloran, los médicos gritan órdenes. Decido centrarme en los niños. Quiero reflejar este horrible crimen».

Omar Haj Kadur:

«Estoy en el pueblo de Binish, a unos 75 kilómetros de donde me he enterado que ha habido un ataque. He oído que puede haber sido un ataque con armas químicas. Cuando llego al mayor hospital de Jan Shijún, lo primero que me llama la atención es el olor. Hay un olor extraño. No sé identificarlo. Lo primero que veo al llegar es a un hombre con una niña. Los médicos están intentando tratarla. Pero no pueden hacer nada, porque está muerta».

Un comunicado de la OMS indica que las imágenes conocidas refuerzan la idea de que se produjo un ataque con armas químicas por la falta de heridas externas o traumas físicos y los síntomas similares en los pacientes: una aguda insuficiencia respiratoria como causa de la muerte. Otros signos confirmaban el uso de agentes nerviosos al provocar un fallo completo del sistema respiratorio.

Varias de las personas que atendieron al principio a los heridos y que los tocaron se vieron también afectados y acabaron hospitalizados. El gas sarín puede absorberse a través de la piel o de la respiración, al igual que otros componentes químicos utilizados como arma. Otro de sus síntomas es la contracción de las pupilas, también descubierta entre los heridos. Los cuerpos sin vida conservaban un olor característico, como pudieron comprobar en los centros sanitarios a los que los trasladaron.

«Esto recuerda sin duda a 2013», ha dicho Jerry Smith, jefe de operaciones del equipo de la ONU que supervisó la entrega del arsenal sirio de gas sarín después del ataque de 2013 con armas químicas contra Ghouta, el suburbio de Damasco controlado por los insurgentes.

Un equipo de Médicos sin Fronteras en la zona dijo que las víctimas atendidas «presentaban síntomas similares a la exposición de agentes neurotóxicos como el gas sarín».

La cifra de muertos que se dio horas después del ataque superaba los 70. En la noche del miércoles, fuentes locales dijeron que los fallecidos eran ya 83 (35 hombres, 19 mujeres y 29 niños o menores).

El ataque se produjo en torno a las ocho de la mañana del martes en una zona donde viven muchos de los desplazados procedentes de la provincia de Hama. Varios personas vieron a aviones sobrevolar antes la zona. En un primer momento, tanto el Gobierno sirio como el ruso negaron que sus aviones la hubieran atacado ese día. Un portavoz sirio dijo que nunca habían utilizado armas químicas «ni en el pasado ni en el futuro».

El miércoles, el Ministerio ruso de Defensa cambió la versión y afirmó que aviones sirios habían bombardeado entre las 11.30 y las 12.30 de la mañana (varias horas después del ataque original) un taller donde los insurgentes almacenaban material tóxico para instalarlo en minas. Ninguno de los habitantes del pueblo identificó un ataque aéreo con bombas convencionales contra un edificio anterior al momento en que empezaron a descubrirse los primeros síntomas y los primeros fallecimientos.

El embajador ruso en la ONU dijo en la sesión del miércoles del Consejo de Seguridad, que las fotos que mostraban a las víctimas del ataque habían sido falsificadas. Ese mismo día comenzaron a ser sepultadas las víctimas en entierros cuyas imágenes evidentemente no han sido falsificadas.

El ataque a Jan Shijún puede ser uno de esos acontecimientos que obliguen a algunos gobiernos a adoptar una actitud diferente, y eso puede ocurrir con el Gobierno de EEUU. La derrota de los insurgentes en Alepo casi había clausurado el conflicto desde el punto de vista militar, pero eso no quiere decir que la guerra hubiera terminado. La provincia de Idlib, donde se encuentra Jan Shijún, es el último enclave con el que cuentan los insurgentes y es el objetivo definitivo para las fuerzas militares del Gobierno.

El portavoz de la Casa Blanca explicó el pasado viernes que el Gobierno de Trump había abandonado la idea de deshacerse de Asad. «Con respecto a Asad, hay una realidad política que tenemos que aceptar», dijo Sean Spicer. Las prioridades eran otras. «EEUU tiene claras prioridades sobre Siria e Irak, y hemos dejado claro que el contraterrorismo, en especial la derrota del ISIS, está la primera entre ellas».

Eso se traducía en acabar con la toma de Mosul, en Irak, e iniciar en los próximos meses el asalto al mayor baluarte del ISIS en Siria, en la ciudad de Raqqa.

Todo puede haber cambiado con el último ataque, algo de lo que es difícil estar seguro por las singulares características de la Administración de Trump. En la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, la embajadora de EEUU empleó un mensaje duro, muy distinto al escuchado al presidente antes en relación a Rusia: «Una y otra vez, Rusia utiliza el mismo relato falso para evadir la atención sobre sus aliados en Damasco. ¿Cuántos más niños tienen que morir para que Rusia se preocupe?». Cerró su intervención con un aviso que hace pensar en acciones militares: «Cuando Naciones Unidas de forma reiterada no cumple con su deber, hay momentos en que los estados se ven obligados a actuar por su cuenta».

Antes, el propio Trump había hecho unas declaraciones no muy diferentes, aunque con su sintaxis habitual. Le preguntaron si el ataque había cruzado alguna «línea roja» en su opinión. «Ha cruzado muchas líneas», respondió (vídeo). «Cuando matas a niños inocentes, bebés inocentes, bebés, pequeños bebés, con un gas químico que es tan letal, la gente se queda impresionada al saber de qué gas se trataba. Eso supera muchas, muchas líneas. Más allá que una línea roja. Muchas, muchas líneas».

Antes, no había explicado muy claramente qué hará a partir de ahora, lo que es habitual en él, pero sí dijo: «Mi actitud hacia Siria y Asad ha cambiado mucho». Quizá su hija, además de las imágenes, tenga algo que ver con ese cambio. Es probable que su opinión sea mucha más importante que la del secretario de Estado.

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