El director de la CIA sufre un ataque de sinceridad

No ocurre todos los días que el director de la CIA emplea un argumento que en líneas generales podría encontrarse en un texto de, pongamos, Edward Said. Le preguntaban si Obama no estaba realmente implicado en la actual «guerra contra el terrorismo» (hay que suponer que se refieren sobre todo a ISIS) y John Brennan respondió:

«No creo que haya nada de eso. He participado con esta Administración en diferentes funciones en los últimos seis años y medio y sé que ha habido un esfuerzo general para mantener seguro a este país. Los problemas en Oriente Medio, sean en Irak, Irán, Siria, Yemen, Libia y otros han sido los más complejos y complicados que he visto en mis 35 años trabajando en asuntos de seguridad nacional. Por tanto, no hay soluciones fáciles.

Creo que el presidente ha intentado que no vayamos demasiado lejos a la hora de proteger este país. Pero tenemos que reconocer que a veces nuestra implicación directa (en esas crisis) provocará nuevas amenazas a nuestros intereses de seguridad nacional».

La última frase es la que cuenta. No suena espectacular, pero dice mucho sobre una realidad que aparece en raras ocasiones en el discurso político norteamericano y tampoco en las coberturas que hacen los medios de comunicación. Alguien pensará que sólo Fox News se ocupa de tocar los tambores patrióticos cuando un presidente de EEUU decide que la mejor forma de solucionar una crisis o un problema estructural consiste en enviar a los marines para disparar a todo lo que se mueva.

No es cierto. Todos los demás medios –me refiero a los más importantes, incluidos los críticos a la política exterior de ese presidente– se lanzarán a elogiar las ventajas de esa intervención, destacarán los sustanciosos avances que se están produciendo sobre el terreno y criticarán al Gobierno si no muestra el debido entusiasmo en apoyar a «nuestros chicos». Siempre bajo la idea de que EEUU es la nación indispensable para promover la causa de la libertad a corto y largo plazo en cualquier punto del planeta. Que no es otra cosa que la posición por defecto de un imperio. La extensión de su influencia en todo el mundo sólo puede traer como efecto la propagación de valores civilizados frente a los bárbaros.

Y la lista de errores estratégicos provocados por esa mentalidad es interminable, y aparece bastante bien reflejada en esos mismos medios cuando se analizan acontecimientos del pasado, de años o décadas atrás (Vietnam en los 60 y 70, Afganistán en los 80, Irak a partir de 2003). Pero da igual. En cuanto al presente, nunca hay la más mínima duda. Y si la hay, se sepulta en la página 14 del periódico o en algún artículo de opinión con el que aparentar un mínimo equilibrio frente a 28 artículos que defienden lo opuesto.

Micah Zenko relaciona estas palabras con la amenaza, ahora omnipresente en los medios, de los «lobos solitarios». Comenta que los expertos en antiterrorismo en círculos del Gobierno se refieren al relato propagandístico que hacen grupos como ISIS como la causa de que esas personas piensen que deben intervenir personalmente cometiendo un acto de violencia. Y dice que en Washington nadie se plantea lo que subyace a esa interpretación: que las acciones políticas y militares de EEUU en el exterior pueden contribuir a confirmar ese relato y hacer más factible que esos ataques se produzcan.

Frente a la idea, que se puede encontrar en múltiples artículos de expertos (debería haber puesto comillas) de que esos «lobos solitarios» reciben órdenes del exterior a través de las redes sociales (me pregunto qué explicación daban cuando no había redes sociales) y reaccionan como robots, cogen un arma y empiezan a matar gente o conspirar para montar un atentado terrorista, está la realidad de que lo que puede empujarles a actuar está en lo que se ve con frecuencia en las televisiones. Ni EEUU ni Europa puede decir que es completamente ajena a esos conflictos porque cuando no interviene directamente (y ha habido múltiples casos de eso en los últimos 15 años) lo hace indirectamente apoyando a los gobiernos que protagonizan conflictos bélicos. El último caso es el de Yemen.

Pero no, la culpa nunca es nuestra. Siempre es de los bárbaros.

A veces esa responsabilidad política resulta más letal sobre el terreno en términos mucho más concretos. Gracias a su conquista de Mosul y Ramadi, ISIS se ha hecho con el control de un arma que ha resultado ser devastadora. ¿Misiles? ¿Armas antitanque? ¿Piezas de artillería? No en este caso. Vehículos de cuatro ruedas. ISIS se apoderó de un elevado número de Humvees, que se han convertido ahora en el coche bomba perfecto. Pueden transportar un peso elevado sin que sus suspensiones se dañen, pueden por tanto cargarse de grandes cantidades de explosivos, y tienen un poderoso blindaje que les protege del fuego de armas ligeras, la oposición más habitual que encuentran cuando se lanzan contra una posición. De lo que no carece ISIS es de explosivos y de voluntarios para subirse a esos coches. Con el Humvee tienen la mezcla perfecta.

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