El problema de Venezuela es Arabia Saudí

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Es obvio que Venezuela, como otros estados petroleros, tiene un serio problema de financiación a causa del hundimiento del precio del petróleo. «Miren por dónde va el petróleo, ayer 58 y algo (dólares por barril) y ahí está oscilando. Estamos haciendo todo para que el petróleo rebote al precio que tiene que estar», ha dicho Nicolás Maduro. El presidente venezolano ha defendido en numerosas ocasiones que el precio del barril debería rondar los 100 dólares.

Soñar es gratis. Cuadrar un presupuesto, no tanto.

Maduro acusa a EEUU (lo que no es una novedad) de la situación del mercado por haberlo inundado de crudo y gas obtenido gracias a la técnica del fracking: «El petróleo que están sacando de allí y el gas, inundaron el mercado internacional para golpear la economía rusa, a Irán y para golpearnos a nosotros, Venezuela».

En el apartado de amenazas espeluznantes, Maduro tiene una reservada para EEUU: «Explotan la corteza terrestre y en los EEUU ojalá que no, que Dios proteja al pueblo de los EEUU, en cualquier momento puede haber un gran terremoto porque están destrozando abajo la corteza terrestre».

A la espera del gran terremoto que dejará chico al Big One de California, el gran problema para Maduro es Arabia Saudí, no el Gran Satán. Por si fuera necesario recordarlo, el ministro saudí de Petróleo ha comentado que no tiene ninguna intención de pelearse con las tendencias del mercado para aliviar el trago a los países más vulnerables de la OPEP: «¿Por qué debería recortar la producción? Ya saben lo que el mercado hace con las materias primas. Suben y bajan. Suben y bajan», ha dicho Ali Al-Naimi.

Si un cártel como el de la OPEP no interviene para intentar fijar el precio, ¿entonces cuál es su función? Eso es lo que ha hecho que algunos hayan dado por muerta a la organización que fue decisiva para propinar dos golpes a la economía occidental en los años 70.

Claro que puede ocurrir que Arabia Saudí esté haciendo precisamente eso ahora de forma consciente, dejar que el mercado fije un precio muy bajo para que las explotaciones norteamericanas del fracking y otras de extracción tradicional dejen de ser rentables. No ocurrirá eso con un petróleo a 80 dólares el barril, pero quizá sí en algunos casos a 60 dólares (el Brent está hoy en torno a 63 dólares y ya acumula un descenso del 43% desde mediados de junio).

Según el WSJ, eso es lo que ha comenzado a suceder. Desde octubre, ha descendido con claridad el número de pozos en explotación en Dakota del Norte y algunas zonas de Texas porque las compañías se están centrando en los más rentables. Sin embargo, los datos oficiales de producción no reflejan aún esa tendencia.

Evidentemente, ese efecto se anularía si dentro de unos meses el barril remontara hasta los niveles de junio y se aproximara a los 100 dólares. Nadie apuesta por eso. No ocurrirá por el lado de la demanda, ya que las previsiones indican que continuará descendiendo en 2015, y tampoco por el lado de la oferta, si los saudíes son consecuentes con lo que dice Al-Naimi y pretenden limitar el aumento de la producción petrolífera norteamericana.

Sea porque los saudíes no quieren o no pueden (o una mezcla de las dos cosas), sin duda son malas noticias para el Gobierno de Maduro. Además, no hay previstas nuevas reuniones de la OPEP hasta junio del próximo año. El presupuesto para 2015 que la Asamblea venezolana acaba de aprobar parte de la base más realista de un barril a 60 dólares (el crudo venezolano cerró la semana pasada a 61,9), además de otras cifras mucho más aventuradas: un crecimiento del 3% y una inflación de entre el 25% y el 30%.

Parece más probable un fuerte recorte del gasto público en Venezuela con el que compensar la pérdida de ingresos que un terremoto gigantesco en EEUU.

Definitivamente, Maduro es de los que piensan que la mejor defensa es un buen ataque.

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