Finaliza la purga saudí sin que se conozca a cuánto ascendió el rescate

«Todo ha sido un malentendido». «Todo ha ido bien». El príncipe saudí Alwaleed bin Talal, el empresario más rico de su país, ya está en su casa desde este fin de semana después de pasar 80 días en el hotel Ritz de Riad, no como huésped, sino como preso. Unas pocas horas antes de su liberación, el Gobierno permitió que le entrevistara un equipo de Reuters, con cámara de vídeo incluida. Aparecía más delgado, con barba, pero muy sonriente. Casi encantado de que alguien pasara a saludarle.

Nadie diría que fue internado en una suite contra su voluntad y de que estuviera incomunicado sin poder recibir a familiares y abogados (los segundos le hubieran sido muy útiles). Como ejemplo de que disponía de lo necesario, comentó que tenía la comida apropiada («diet food») y que recibía a su barbero para que le afeitara. Prefirió no decir que le habían dejado sin móvil y sin acceso a internet.

Los presos no disponen de comida de su elección ni de una suite en un hotel de cinco estrellas. Por otro lado, tampoco cuentan con formas de comunicarse con el exterior, como le pasaba a Bin Talal, dueño de la corporación Kingdom Holdings Company. Sus activos ascendían a 17.000 millones de dólares antes de su detención.

Al igual que decenas de miembros de la familia real, empresarios y exministros, en torno a unas 200, personas, fue confinado en el Ritz en una redada masiva contra la corrupción en la que había un organismo que brillaba por su ausencia, los tribunales de justicia. Todo había sido organizado por una nueva agencia gubernamental fundada unas semanas antes para ejecutar la purga.

95 de los detenidos sí acabarán en los tribunales, tal y como ha anunciado la Fiscalía. Los que no aceptaron indemnizar al Estado por sus presuntos delitos serán procesados casi tres meses después de su detención. Esos son los que han pasado del hotel a la cárcel.

La entrevista con Reuters fue un intento de desmentir los rumores que decían que algunos de los detenidos, incluido Bin Talal, estaban sufriendo duros interrogatorios o incluso estaban siendo torturados (Reuters pudo tomar imágenes de la suite donde estaba Bin Talal, pero no del vestíbulo u otras zonas del hotel). Pero en su intento de negarlo las palabras del multimillonario no sonaban muy creíbles cuando afirmaba que había seguido dirigiendo con normalidad sus empresas.

«Llamo a mi familia cada día. Es como si esto fuera mi despacho. Estoy en contacto con mi oficina cada día, mi oficina personal, mi despacho en Kingdom, mis organizaciones benéficas. Todo está funcionando», dijo. Si eso hubiera sido así, es de imaginar que Bin Talal habría hecho algún tipo de declaración pública hace semanas para impedir la caída del precio de las acciones de Kingdom en el mercado saudí.

Ese descenso hizo descender la fortuna personal de Bin Talal en 2.200 millones de dólares. El domingo, día laborable en Arabia Saudí, después de conocerse su liberación, las acciones subieron un 10%, el máximo permitido en una jornada. Ahí el empresario recuperó 850 millones.

La descripción hecha por Bin Talal resultaba tan irreal que la periodista de Reuters tuvo que recordarle que se trata de una investigación anticorrupción. Su respuesta: «Ese es el gran titular: anticorrupción. Pero muchas personas han salido de aquí sin ninguna acusación. Cero. Dado que está claro que participo en muchos proyectos nacionales, regionales e internacionales, con tantos intereses, les dije: ‘Por favor, tómense su tiempo. Mírenlo todo. No tengo nada que esconder. Todo es puro y limpio. Así que mírenlo todo, y cuando acaben, hemos terminado’. De hecho, me propusieron que saliera de aquí hace unos pocos días y les dije que no. Me quedaré aquí hasta que todo esté acabado al 100%, porque es muy importante salir limpio y puro. Y eso es lo que va a pasar».

Nunca hubo un preso más diligente. «Everything is fine», dijo en la entrevista (sí, más o menos como el meme, pero no con la misma intención).

Los que ya están fuera han tenido que firmar acuerdos económicos con el Gobierno para entregar al Estado dinero en efectivo, acciones o propiedades. También Bin Talal, según fuentes saudíes citadas por el WSJ. La cifra que han manejado varios medios en su caso es de 6.000 millones de dólares. Él lo desmiente, pero se niega a concretar a qué acuerdo ha llegado con las autoridades.

El Gobierno aspiraba a recibir unos 100.000 millones exprimiendo a los detenidos. Es una cifra redonda de muchos ceros sin que se sepa de dónde sale exactamente y cuánto corresponde a cada persona. Las autoridades no han dado mucha información concreta. Es posible que las multas se cobren en los próximos meses, porque vender activos con pérdidas al tener que hacerlo de forma precipitada no favorece en este caso al que paga ni al Estado.

Hubo un intento de hacerse con el control en Suiza de las cuentas de algunos de los detenidos, según el FT que cita fuentes de los bancos suizos, pero fue rechazado al no presentarse pruebas de la comisión de delitos. No podía haberlas porque en estos casos no sólo no hay sentencias, sino ni siquiera una investigación judicial.

En términos de seguridad jurídica, precisamente cuando el Gobierno pretende en algún momento de 2018 poner en Bolsa una parte del capital de Aramco y otros activos, no se puede decir que la purga genere mucha confianza en los inversores internacionales que quiere atraer Arabia Saudí.

Lo que sí ha conseguido Mohamed bin Salmán, el príncipe heredero, es dejar claro quién manda en el país. La concentración de poder en sus manos es completa. Quien dude de ello en los próximos años no tendrá la posibilidad de pasar unas semanas en un hotel de cinco estrellas. Acabará directamente en una celda sin servicio de habitaciones.

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