La carga de la Brigada Ligera de Londres

mail cameronCameron, Clegg y Miliband llegan el miércoles a Escocia por separado para unirse a la campaña del referéndum. ¿El Séptimo de Caballería dirigido por el general Custer en Little Big Horn o, mejor, la carga de la Brigada Ligera en la guerra de Crimea?

Para algunos, es la ayuda extra que necesitaban los nacionalistas para apuntalar la victoria del . Casi todos los dirigentes políticos son impopulares en el Reino Unido, pero la idea de que un tory como Cameron pueda convencer de algo a los escoceses resulta difícil de creer.

Después de su inesperada (en Londres) victoria por mayoría absoluta en las últimas elecciones escocesas, muchos analistas británicos llegaron a la conclusión de que Alex Salmond era el personaje político más astuto e inteligente del país. El primer ministro escocés no tiene la imagen de un líder implacable –un tanto regordete y casi siempre sonriente–, pero tiene una mente rápida y capacidad de trazar su propia estrategia y llevarla a cabo, además de la habilidad de saber cómo respiran sus compatriotas.

En su momento, fue diputado por Westminster, pero vio pronto que la experiencia de representar en la capital a un partido pequeño no le resultaba muy interesante. Para los políticos tories y laboristas escoceses, Londres es el sitio donde hacer carrera. Salmond prefirió regresar a su tierra. Escocia era entonces un bastión laborista, pero él se aplicó lenta y concienzudamente a extender la idea de que Escocia podía caminar por sí sola como Estado. No le desalentó el hecho de que la mayoría de los sondeos dictaran durante muchos años que sólo una tercera parte de los escoceses estaba a favor de la independencia.

En primer lugar, aligeró a su partido de carga izquierdista para convertirlo en una auténtica formación nacionalista capaz de pescar votos en sectores progresistas y conservadores. Y después predicó la idea que algunos nacionalistas más radicales consideraban demasiado pragmática: el horizonte era una independencia que no cortara todos los lazos con el resto del Reino Unido («light» para los críticos), que conservara por ejemplo a la reina como jefa de Estado, que pudiera mantener la libra como moneda (aunque años atrás, antes de la crisis de la eurozona, los nacionalistas habían sido partidarios del euro), o que no se apresurara a montar su propio Ejército porque igual era más interesante compartir gastos de defensa con Londres para mantener la actividad industrial de los astilleros de Glasgow.

Antes había alardeado de que el éxito de países pequeños como Irlanda demostraba que el tamaño estatal no era tan importante. Cuando Irlanda se hundió en un agujero, prescindió del simil y pasó a promulgar una independencia adaptada a los tiempos modernos en que nadie puede decir que es completamente soberano. Una independencia que casi ni se notara, excepto en el mágico mundo de la emoción y los símbolos.

Se podría decir que sin Salmond es poco probable que Escocia hubiera terminado celebrando un referéndum por la independencia. Los líderes importan.

En cuanto a niveles personales de popularidad, Salmond se mantiene en los números que consiguió su partido (44%) en las elecciones escocesas de 2010. Gracias a eso, está muy por delante de sus rivales. La última encuesta de YouGov le da un 42% de apoyo, y un 44% a su número dos, Nicola Sturgeon. Los laboristas cuentan con Gordon Brown y Alistair Darling, ambos escoceses, con un 32% y un 33%. Los líderes nacionales están para los restos: Cameron y Miliband aparecen hundidos con un 23%.

¿Y estos son los líderes que van a convencer a los escoceses de que no pongan fin a tres siglos de historia común?

En todo el Reino Unido, el nivel de descrédito de los políticos no ha levantado cabeza en los últimos cinco años, a pesar de que la situación económica no es tan mala como en la eurozona. Eso ha favorecido el éxito reciente de UKIP, que está por ver que pueda trasladar sus buenos resultados de las europeas a unas elecciones generales, pero no hasta el extremo de poner fin al bipartidismo. Una cosa es que en la situación actual ningún partido pueda aspirar a la mayoría absoluta y otra que conservadores y laboristas vean peligrar su superioridad, garantizada también por el sistema electoral (último sondeo de YouGov: laboristas 36%, tories 30%, UKIP 16%, Libdems 8%).

Ese cálculo puede servir para unas elecciones. No tanto para una cita histórica como el referéndum escocés. La batalla de las personalidades concluyó hace tiempo en favor de Salmond. Podría haber sido diferente si los políticos de Londres hubieran estado implicados meses atrás en la contienda, y tampoco así tenían garantizado que se les escuchara. En cualquier caso, la imagen del primer ministro y el líder de la oposición cancelando su aparición semanal en el PM Question Time para salir corriendo hacia el norte sólo denota el mismo estado de pánico del que se ha burlado Salmond en sus declaraciones del martes.

No son ya los mensajeros los que cuentan, sino el mensaje. Con los dos sondeos más recientes ofreciendo un empate técnico y la tendencia al alza del sí, todo se reduce a una semana en la que los partidarios del no ofrezcan un mensaje positivo sobre lo que merece la pena conservar si sobrevive el Reino Unido.

Cameron necesitaría que Obama le escribiera un discurso. Y puede que ni aun así, lo consiga.

8.30

Cameron ha hecho un intento con un artículo que publica este miércoles el Daily Mail con el que preservar esta «familia de naciones»:

The United Kingdom is a precious and special country. That is what is at stake. So let no one in Scotland be in any doubt: we desperately want you to stay; we do not want this family of nations to be ripped apart. Across England, Northern Ireland and Wales, our fear over what we stand to lose is matched only by our passion for what can be achieved if we stay together.

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