La élite política libanesa consigue librarse de los efectos de la explosión de Beirut

Han pasado veinte días desde la explosión del puerto de Beirut y da la impresión de que el sistema político libanés, fuente de poder para una élite corrupta y sectaria, ha encajado bien el golpe. La ausencia de alternativas políticas reales dentro del sistema favorece el estancamiento. La pandemia tiene también otro efecto desmovilizador (el Gobierno acaba de decretar otro confinamiento ante el aumento de los contagios).

La aparición de Macron en Beirut abrió la posibilidad de una presión exterior en favor de reformas estructurales Era un sentimiento bastante ingenuo. Su única medicina parece consistir en propiciar un gran acuerdo político entre Gobierno y oposición, es decir, entre los grandes responsables de la bancarrota política y económica del país, escribe Gilbert Achcar en The Guardian.

«La visita de Emmanuel Macron a Beirut dos días después de la explosión elevó al máximo las expectativas. Aquí estaba un líder que se atrevía a juntarse con la gente justo después del desastre, pensaron muchos, obviando el hecho de que era una gran oportunidad en favor de su imagen para un presidente francés cuestionado en su propio país. Las expectativas no duraron mucho. El discurso consistente de Macron en Oriente Medio ha consistido en mediar entre EEUU e Irán (donde los intereses del capitalismo francés son muy grandes), como hizo cuando intentó organizar una reunión entre Donald Trump y el ministro iraní de Exteriores en paralelo a la cumbre del G7 en 2019 en Biarritz.

La lógica de esta posición en relación a Líbano consiste en que Macron ha actuado de forma sistemática para mantener la coalición Hariri-Hizbolá en el país. Por eso intervino de forma decisiva para traer de vuelta de Riad al secuestrado Saad Hariri en 2017 y por eso ha descartado la esperanza del pueblo libanés en un Gobierno independiente y la convocatoria de nuevas elecciones. En vez de eso, apoya un «Gobierno de unidad», lo que ha sido interpretado como un plan para ‘devolver al poder al ex primer ministro suní Saad Hariri a cambio de concesiones a Hizbolá'».

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