Una entrevista en directo deja en evidencia el penoso estado de Saad Hariri

Fue el momento más bizarro de la entrevista al primer ministro libanés, Saad Hariri. En el primer encuentro con un periodista desde que llegó a Arabia Saudí en la noche del 3 de noviembre, y de donde no ha podido salir aún, tanto el aspecto como el mensaje trasmitido por Hairi no fueron muy alentadores, pero nada pudo superar el instante en que alguien entró en la habitación donde se celebraba la entrevista emitida en directo.

Primero, en el final de una respuesta Hariri miró dos veces hacia el lugar donde estaba el intruso. En el contraplano de la periodista se le podía ver, pero el rostro quedaba fuera del encuadre. En las manos llevaba un papel con el que quizá estaba mostrando un mensaje al entrevistado.

En ese momento, Hariri estaba respondiendo a la pregunta sobre cuándo iba a volver a su país.

Cuando la cámara volvió a él, y mientras la periodista hacía otra pregunta, Hariri no quitó la vista de la persona con el papel en la mano. Son seis segundos que se hacen muy largos. Hariri mira fijamente a ese lado. Es difícil saber si lo hace con miedo o desprecio, o ambas cosas. Fue el momento en que el primer ministro pareció realmente un rehén que debe tener mucho cuidado con lo que dice, confirmando así las sospechas más extendidas sobre su situación.

Después de una pausa en la entrevista, Hariri, al que debieron de contar que se había visto todo, informó que se trataba de uno de sus ayudantes que le informaba con ese papel sobre noticias ocurridas en Líbano. No dijo qué noticias.

La entrevista se emitió en directo a través del canal de televisión propiedad del partido de Hariri (Movimiento del Futuro). La presentadora es conocida en Líbano por sus posiciones prosaudíes, aunque hay que decir que hizo todas las preguntas obligadas para una cita así. En varias ocasiones, hizo referencia a acontecimientos producidos en esos momentos en la tarde del domingo, por ejemplo, el terremoto de Irán e Irak, para que estuviera claro que se trataba de una entrevista hecha en directo, y no grabada.

Hariri no tenía muy buen aspecto. Estaba pálido y con aspecto cansado y ojeras muy marcadas en la cara. La voz, no muy firme. En algún instante, se le quebró por la emoción. Se bebió todo el vaso de agua que tenía delante, pidió más y la periodista le pasó el suyo.

Prometió que regresará pronto a su país, en cuestión de días. Reconoció que la dimisión que anunció el día 4 en un mensaje grabado carece de valor constitucional, porque debe presentarla ante el presidente. Reiteró que Hizbolá debe abandonar su participación en conflictos fuera de las fronteras libanesas, aunque lo hizo con un tono menos agresivo que en su mensaje anterior. Llegó a sugerir que estaba dispuesto a no dimitir si Hizbolá llegaba a ese compromiso. Insistió especialmente en la guerra de Yemen, que es el conflicto que más preocupa ahora mismo a la monarquía saudí.

Hariri no es el único al que los saudíes están apretando. Según la televisión israelí Canal 10, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, también viajó a Arabia Saudí hace unos días. Las órdenes fueron muy claras: aceptar el acuerdo de paz con Israel que supuestamente está preparando la Administración de Trump (o dimitir si estaba en contra), la prohibición de que Fatah colabore con Hizbolá en Líbano, y varios avisos sobre el reciente acuerdo de Fatah y Hamás que permitiría, si fructifica, poner fin al estado de guerra entre ambos movimientos. El número dos de Hamás estuvo recientemente en Teherán, lo que no le coloca en la lista de favoritos de Riad.

Por si vale de algo, en los últimos días medios de comunicación palestinos han advertido de que el Gobierno de Abás no permitirá la interferencia iraní en sus asuntos.

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