La fiesta de la expulsión de Grecia

Primero, fueron los líderes de la eurozona en la noche del martes y a partir de ahora serán los demás los que señalen con el dedo a Grecia y a su Gobierno. No se toma una decisión de consecuencias tan dramáticas e imprevisibles como la expulsión de un país de la eurozona sin preocuparse antes de que no aparezcan tus huellas dactilares en la escena del crimen y de armar un relato en el que las culpas vayan dirigidas a la víctima.

Resulta que en la trama participan varios gobiernos e instituciones internacionales y al final el culpable es el tipo que está arrinconado contra la pared y que no deja de hacer concesiones.

Grecia está hundida –y continúa en bancarrota– después de cinco años de políticas impuestas desde fuera que han fracasado, y el único responsable es el partido que lleva cinco meses en el poder. Para eso, hay que montar una gran conspiración: todo lo ha montado Alexis Tsipras desde el primer minuto para crear las condiciones que hagan posible el Grexit y convencer así a su opinión pública.

Desde su llegada al Gobierno, Syriza ha cambiado el discurso político predominante en Grecia, pero en el plano de las negociaciones ha cedido en múltiples frentes. No podía hacer otra cosa porque el Estado griego no puede dar la vuelta a la situación económica por sus propios medios dentro de la eurozona y porque al final sus bancos son la primera ficha que puede caer, arrastrando consigo a todas las demás.

La lógica política con que se planteó el referéndum no ha funcionado. No podía funcionar. La premisa de que la victoria del no fortalecería la posición del Gobierno en las negociaciones, como sostenía Tsipras, encontró eco en muchos votantes, según lo que escucharon en la campaña periodistas griegos y extranjeros, pero no en los destinatarios del mensaje fuera del país. Y esto es así porque ya no había negociaciones.

Las concesiones, insuficientes a ojos de la troika que sólo aceptaba continuar con el ajuste ordenado al anterior Gobierno, han sido respondidas con frases tachadas en rojo o simplemente ignorándolas, como ocurrió con la última carta de Tsipras enviada después de la convocatoria del referéndum. El relato impuesto desde Bruselas continúa siendo el mismo: los griegos no hacen lo suficiente como para que se les ayude. Da igual lo que diga la realidad.

Será que los datos también quieren imponer un régimen semiautoritario en Grecia. Para los gobiernos europeos que han seguido los criterios impuestos por Alemania, ha llegado por fin la hora de la fiesta.

Un testimonio de una persona que conoce Grecia. Mariangela Paone, autora del libro ‘Las cuatro estaciones de Atenas’.

 

 

 

 

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