Técnica de un golpe de Estado en EEUU

Mucho antes de que se conozcan los resultados oficiales o de que se haya terminado el recuento de votos, es sencillo saber quién ha ganado las elecciones en EEUU. Sucede cuando las proyecciones de los medios de comunicación anuncian que un candidato superará la cifra de 270 votos electorales que le concederá la presidencia. Poco después, el candidato derrotado realiza un discurso («concession speech») en el que admite esa realidad que técnicamente aún no se ha producido. El gesto voluntario permite que la transición hasta el 20 de enero –si hay un cambio en el partido en el poder hasta que el vencedor toma posesión del cargo– se realice de forma pacífica, casi rutinaria.

Van Jones, doctor en Derecho y activista por el medio ambiente que ocupó un cargo de asesor en la Administración de Obama, ha grabado una charla TED (subtítulos en inglés) en la que plantea otra hipótesis que, si bien poco probable, no es imposible en las elecciones de este martes. ¿Qué pasaría si Trump no admitiera su derrota en el caso de que se produzca? ¿Tiene opciones legales para boicotear el proceso de recuento o interrumpirlo en el momento que le sea favorable antes de que se hayan escrutado todos los votos por correo?

La Constitución establece, según explica Jones, que en caso de que ningún candidato alcance los 270 votos electorales, sea la Cámara de Representantes la que decida el ganador. No votando de forma individual, sino por estados. Eso serviría para asegurar la reelección de Trump. Es lo que Van Jones llama «un golpe legal». Por eso, reclama que la gente salga a la calle de forma pacífica para protestar contra lo que considera que sería un fraude constitucional. Entre otras cosas, porque es muy probable que Trump consiga menos votos que Biden.

Todo suena un tanto exagerado, pero fue Trump el primero que dijo que las elecciones iban a estar manipuladas por el fraude en el voto por correo sin tener pruebas que le respalden. Eso ha hecho que muchos medios hayan sacado artículos bajo la premisa de qué podría pasar si el presidente no admite una posible derrota. A eso hay que sumar lo que ya se da por hecho: un ejército de abogados ha sido desplegado por ambos partidos en Florida y otros estados con el portátil preparado para presentar las demandas necesarias. Puede ser para solicitar un nuevo recuento, para impedirlo o para anular un grupo de votos sospechosos.

Los republicanos cuentan con la ventaja de contar con mayoría en el Tribunal Supremo. Eso fue muy útil en el año 2000.

Este tuit, difundido en la víspera de la jornada electoral y que ha sido marcado como engañoso por Twitter, es una vuelta de tuerca diferente. Se refiere a la decisión del Tribunal Supremo de no impedir que en Pennsylvania se haga como en comicios anteriores y se escruten los votos por correo llegados en los tres días posteriores al martes. El tono es alarmista como mínimo al predecir que habrá «violencia en las calles».

Trump ya utilizó fuerzas federales de policía para intervenir en algunas ciudades, en especial Portland, contra los manifestantes que protestaban contra el racismo institucional en la policía. Si hiciera lo mismo ahora, sería un buen ejemplo de eso que se ha llamado autogolpe, es decir, utilizar fuerzas policiales con la misión de evitar el cumplimiento de la ley.

Quizá todo se quede en una batería de tuits enfurecidos. Lo que es seguro es que Trump ha conseguido que la política norteamericana se convierta en un desquiciado pozo de especulaciones. Es un principio básico de la guerra psicológica conseguir que el adversario pierda los nervios y se convenza de que se enfrenta a una fuerza que se impondrá a cualquier precio.

Publicado en EEUU, Elecciones EEUU | Etiquetado , , | Deja un comentario

Robert Fisk y los periodistas que corren hacia el volcán

Robert Fisk siempre tenía muy claro qué es lo que debía contar. A veces, demasiado claro, pero esa es una tendencia muy habitual entre periodistas británicos. En algún lugar de Oriente Medio, alguien estaba intentando ocultar algo o que quedara enterrado bajo la montaña habitual de versiones, acusaciones o denuncias cruzadas. Los gobiernos eran el sospechoso habitual para él, un pronóstico con el que pocas veces te sueles equivocar.

Fisk recordaba obsesivamente la historia –no la de los últimos años, sino la que se prolongaba en el tiempo hasta la época en que los imperios británico y francés se repartieron sus zonas de influencia a través de la línea Sykes-Picot o el día en el que el rey saudí Abdul Aziz subió al barco USS Murphy para reunirse con Roosevelt– con la intención de avisar de que algo iba a acabar mal. Otros afirmaban que esta vez sería diferente. Tratándose de Oriente Medio, no es difícil saber quién estaba equivocado.

El periodista británico ha fallecido a los 74 años en una de sus visitas a Dublín. Su carrera es un recorrido por todas las guerras de Oriente Medio desde los años 70 y algunas en otras partes del mundo.

En el prólogo de su mejor libro ‘Pity the Nation. Lebanon at War’, ofrecía un apunte de lo que entendía como trabajo periodístico en esas condiciones:

«Creo que estaba en Líbano porque creía, de una forma no muy clara, que estaba siendo testigo de la historia, que vería con mis propios ojos una pequeña parte de los épicos acontecimientos que habían dado forma a Oriente Medio después de la Segunda Guerra Mundial. En el mejor de los casos, los periodistas se sitúan en los límites de la historia, como los vulcanólogos que se colocan en el borde de un volcán humeante, intentando ver por encima de la cresta, estirando el cuello para otear lo que ocurre dentro a través del humo y la ceniza. Los gobiernos se ocupan de que eso no cambie. Sospecho que de eso se trata en el periodismo, o que al menos así debería ser: observar y ser testigo de la historia y después, a pesar de los peligros y las limitaciones de nuestras imperfecciones humanas, registrar todo eso de la forma más honesta».

Antes había cubierto para The Times el conflicto del Ulster, donde había comprobado cómo el colonialismo deja heridas que pueden escupir sangre durante décadas o incluso siglos. En Beirut cubrió la permanente guerra civil desde sus orígenes y todas las intervenciones militares de potencias extranjeras, asumiendo grandes riesgos en los años 80 cuando los periodistas extranjeros eran candidatos automáticos al secuestro. Su amigo, el norteamericano Terry Anderson, de AP, pasó seis años y nueve meses secuestrado por una milicia chií proiraní. Llegó un momento en que sólo quedaban cuatro periodistas de medios occidentales en Beirut. Fisk era uno de ellos.

Cubrir esa guerra suponía ser testigo de un horrible catálogo de atrocidades. Otro de esos reporteros, el boliviano Juan Carlos Gumucio, que años después sería corresponsal de El País en Jerusalén, le acompañó en un viaje a Sidón donde se había descubierto otra fosa común llena de cadáveres. Gumucio hizo uno de esos comentarios típicos de él, entre irónico y desesperado: «¿Somos reporteros o analistas? Creo que me voy a convertir en un corresponsal de fosas comunes». Luego comprobaron que los huesos se remontaban a dos mil años atrás. Fue un inusual ejemplo de cómo el pasado se reunía con el presente, porque Fisk y Gumucio habían sido testigos de enterramientos masivos de otras víctimas más recientes.

Fisk fue de los primeros que entraron en el campamento de Chatila, habitado por refugiados palestinos, poco después de que lo abandonara la milicia falangista aliada de Israel. Lo que vieron primero fue un número infinito de moscas atraídas por la sangre. Muy pronto, descubrieron las consecuencias de la matanza que, junto a la ocurrida en el campamento de Sabra, definió las consecuencias de la invasión de Israel. Para vengar el asesinato de su líder, Bashir Gemayel, los falangistas asesinaron a sangre fría a entre mil y dos mil palestinos de forma metódica, con cuchillos, pistolas y fusiles, a jóvenes, mujeres, niños y abuelos, mientras las tropas israelíes contemplaban lo que sucedía desde sus puestos de observación en el exterior del campamento.

«Lo que encontramos en el campamento palestino de Chatila a las diez de la mañana del 18 de septiembre de 1982 no hacía imposible su descripción, aunque hubiera sido más fácil contarlo con la prosa fría de un examen forense. Había habido antes masacres en Líbano, pero raramente a esta escala y nunca observados de cerca por un Ejército regular y supuestamente disciplinado. En el pánico causado por la batalla, decenas de miles de personas habían muerto en este país. Pero esta gente, centenares de ellos, había sido eliminada a tiros cuando estaba desarmada. Esto era un asesinato en masa, un incidente –qué fácilmente usábamos la palabra ‘incidente’ en Líbano– que era también una atrocidad. Iba más allá de lo que los israelíes habrían llamado en otras circunstancias una atrocidad terrorista. Era un crimen de guerra».

En 2019 en el documental ‘This Is Not a Movie’ dedicado a su trabajo, recordó esa visita a Chatila y en The Independent dejó clara una lección: hay que escribir en detalle sobre esas matanzas para que años después la gente no las llame ‘supuestas matanzas’.

El periodista fue testigo de otras muchas masacres, y de las consecuencias que tuvieron. Estuvo en Siria cuando el Ejército aplastó la rebelión islamista en la ciudad de Hama en 1982. O en Afganistán donde el Ejército soviético bombardeaba los pueblos donde el mando militar creía que se escondían los muyahidines.

Fisk reunió toda una vida de trabajo en ‘The Great War for Civilisation: The Conquest of the Middle East’, un libro inmenso de más de mil páginas. Su extensión casi abruma al lector. Ahí volcó todo lo que había visto. Un periodismo para el que había que ser neutral, pero siempre «del lado de los que sufren». Eso te obliga a contar la verdad. Al menos, la parte de la verdad a la que tienes acceso.

Nunca fue muy popular para los gobiernos, empezando por el británico. Cómo iba a serlo si no se privaba de contar que Gran Bretaña aportaba a Arabia Saudí todo lo que necesitaban sus gobernantes: aviones de guerra, whisky y prostitutas. Sin hacer preguntas. Fisk se convirtió en un símbolo del periodista que destaca que las ocasiones en que un país occidental se ve castigado por el terrorismo que tiene su origen en Oriente Medio no acarrean más dolor que las muchas otras violencias de las que esos mismos países son responsables, bien por su pasado imperial o por las guerras iniciadas en el presente o el apoyo a regímenes dictatoriales a los que se sostiene por ser presuntamente el mal necesario, como está ocurriendo ahora en Egipto.

Ningún periodista está libre de cometer errores ni todas sus predicciones suelen cumplirse. Fisk los tuvo, porque no siempre el desenlace de un conflicto es el prólogo del siguiente. La historia no siempre se repite en cada país en calidad de maldición. En los últimos años, ya no veía los problemas de Líbano con los ojos distanciados de un reportero extranjero, sino como alguien que llevaba viviendo décadas en el país y ya no podía ocultar los sesgos normales. Ya no era un testigo, sino una parte interesada, como cualquiera de sus habitantes.

Pero muchos de los que le criticaron a partir de año 2000 no pueden presumir de haber estado más acertados que él después del derrocamiento de un dictador criminal como Sadam Hussein. Su experiencia como reportero es la que le sirvió para señalar que la invasión de Irak por EEUU sólo iba a perpetuar la violencia o a prolongarla con actores diferentes.

Es indudable que Fisk se acercó al volcán mucho más que los que le criticaban. Allí vio que la violencia ha sido una de las grandes herramientas de la historia en manos de los que tienen el poder. Y se ocupó de contar lo que vio para impedir que otros dijeran después que esos hechos no habían ocurrido.

From Beirut to Bosnia: The Martyr’s Smile. Primera parte. Un documental dirigido por Robert Fisk. Segunda parte: The Road To Palestine. Tercera parte: To the Ends of the Earth.

Publicado en Libano, Periodismo | Etiquetado , | Deja un comentario

Los números confirman que la pandemia ha matado a Trump

Se acaba el tiempo para Donald Trump. La pandemia ha reducido al mínimo sus posibilidades de reelección. Se encuentra en una situación en la que ningún candidato ha sobrevivido en tiempos recientes. Aquella en la que debe ganar en casi todos los estados en los que está unos puntos por detrás o en empate técnico con su adversario. Ganará en varios de ellos, pero no en todos.

Un indicio de esa derrota probable es su reacción de las últimas semanas. «La pandemia acabará pronto», dijo el 20 de octubre. En los mítines, comentó que la enfermedad no era para tanto y se presentó a sí mismo como ejemplo, alardeando de que estaba mejor que antes de contagiarse. Desdeñó las opiniones del doctor Anthony Fauci y sus pronósticos pesimistas. Dijo para desprestigiar al candidato demócrata que «Biden escuchará a los científicos», como si fuera un defecto que descalifica a un político.

Este viernes, EEUU tuvo 100.233 nuevos casos contabilizados en un solo día, según un recuento de Reuters, superando el récord anterior que se había alcanzado justo 24 horas antes. Este mes se ha rebasado cinco veces en los últimos diez días la cifra diaria más alta de contagios que se remontaba al mes de julio. 230.000 personas han muerto por Covid-19 en EEUU desde el inicio de la crisis.

La negación de la realidad es una estrategia electoral que raramente suele funcionar.

La otra herramienta en la que confía el presidente es reducir el número de votantes. Es una tradición de los republicanos, siempre dispuestos a hacer que votar sea más difícil en aquellos lugares que no les son propicios. El centro de sus mayores esfuerzos está en Pennsylvania, un Estado sin el que no puede ganar las elecciones. La estrategia se centra en el voto por correo, al igual que en otros estados. Por ley, esos votos no pueden ser contabilizados allí hasta el día de las elecciones. Los republicanos han bloqueado los intentos de agilizar el proceso antes del 3 de noviembre, por ejemplo, sacando los votos de los sobres, comprobar que cumplen los requisitos y tenerlos preparados para el recuento del martes. Eso hace que sea muy difícil que los resultados de Pennsylvania se conozcan en la noche de ese día.

Pennsylvania contaba hasta junio con 8,6 millones de votantes registrados. Hasta el pasado viernes, 2,2 millones ya habían votado, bien de forma presencial o por correo. De estos últimos, 1,5 millones son votantes registrados como demócratas y 520.000 son republicanos. Las cifras de voto anticipado en todo el país son inmensas –90 millones hasta el sábado–, lo que coloca al sistema electoral norteamericano ante una situación inédita (en Texas ya han votado más personas que todas las que lo hicieron en 2016).

Trump ganó en Pennsylvania hace cuatro años por una diferencia de 44.000 votos.

Primero, Trump realizó una serie de declaraciones para desprestigiar el sistema de votación de su propio país. No hacía más que insistir en que el fraude estaba muy extendido y que podían robarle la victoria. Ahora ya no oculta que su gran esperanza pasa por la combinación de demandas judiciales y la colaboración de Tribunal Supremo. En un tuit reciente, recordó a sus jueces que «si ayudan a hacer posible» la victoria de Joe Biden, el demócrata llenará el tribunal con jueces de la «izquierda radical».

En un mitin en Pennsylvania este fin de semana, Trump siguió en esa línea con un toque sarcástico. «Si ganamos el martes, muchas gracias, Tribunal Supremo, poco después…».

El único aspecto que pone en duda la victoria de Biden es el porcentaje de nuevos votantes que se decida por uno u otro candidato. La polarización política ha tenido una consecuencia quizá no inesperada. Puede ser una de las elecciones con mayor índice de participación de las últimas décadas. Un gran número de personas que no votaron en 2016 tiene la intención de hacerlo ahora. Trump ha conseguido crear un nuevo tipo de votante, uno no especialmente dispuesto a apostar antes por un candidato republicano. Pero los demócratas también han aumentado de forma sustancial el número de personas que se han registrado como votantes del partido y además confían en recibir un amplio porcentaje de votantes independientes.

Una vez más, el destino de Trump depende de un apoyo masivo en el Medio Oeste de los votantes blancos sin título universitario, no necesariamente de clase trabajadora. En 2016, consiguió entre ellos una inmensa ventaja de 32 puntos sobre Hillary Clinton en Pennsylvania, absolutamente decisiva en su victoria final con un resultado apretado. Según la última encuesta del NYT, Trump supera a Biden en sólo 13 puntos entre esos votantes.

La media de sondeos de RealClearPolitics concede a Biden una ventaja de 7,8 puntos. El modelo de FiveThirtyEight sólo da a Trump un 10% de posibilidades de ganar (con lo que su victoria no sería imposible, pero altamente improbable). Si las encuestas se desviaran del resultado final tanto como en 2016, incluso así ganaría Biden. Eso es así, porque Biden mejora los números de Clinton de hace cuatro años y Trump no está a la altura de los suyos entonces.

Quizá la clave no esté tanto en los números. La gran diferencia es que se ha producido una pandemia. Trump hizo como si no existiera y luego dijo que pasaría rápidamente. Y todos sabemos que eso no ha ocurrido.

Foto: la escultura ‘Trump y Miss Universo’ expuesta en una galería en el Soho, Londres.

Publicado en EEUU, Elecciones EEUU | Etiquetado , , , | Deja un comentario

Sánchez apuesta por el papel de presidente menguante

Habían pasado 45 minutos desde el comienzo del pleno y Pedro Sánchez ya había tenido suficiente. Una vez que Salvador Illa finalizó su intervención en nombre del Gobierno para solicitar la prórroga del estado de alarma, el presidente se levantó de su escaño en torno a las 9.45 horas y abandonó la Cámara. Ni se molestó en escuchar a Pablo Casado. Debía ocuparse de sus labores. ¿Tenía pendiente plancha o la colada? ¿La conciliación? No, supuestamente debía preparar la cumbre europea telemática que se celebraba cerca de nueve horas más tarde. Será que lee los informes con muuuucha lentitud.

Formaba parte de la estrategia de Moncloa de separar a Sánchez de la respuesta legal que ha planteado su Gobierno para encarar la segunda ola del coronavirus. En primer lugar, se encargó al ministro de Sanidad que defendiera la propuesta en el pleno. Luego, Sánchez ni se dignó a estar presente en toda la sesión.

Si se pretendía ahorrarle el desgaste, es un mal augurio. Significa que ya no se siente tan fuerte como para defender su mensaje. O quizá es que los experimentados expertos en comunicación política de Moncloa comienzan a ofrecer síntomas de agotamiento.

No fue sólo la oposición quien protestó por su absentismo. Varios portavoces de partidos que apoyaron la prórroga se lo reprocharon. Inés Arrimadas tuvo la ocasión de recordar el bolso más famoso de la historia del parlamentarismo español, el que Soraya Sáenz de Santamaría dejó en el escaño de Mariano Rajoy cuando este celebró su inminente derrota en la moción de censura con la sobremesa más larga que se recuerda. Carmen Calvo no cometió ese error. A cambio, Adriana Lastra, portavoz socialista, se sentó en la butaca vacía en algún momento para conversar con la vicepresidenta.

Sánchez no fue el único que tenía otras cosas que hacer. A media mañana, todo el banco azul estaba vacío, a excepción de Illa y de Carolina Darias. Si la situación es tan dramática y el estado de alarma es tan esencial, ¿quién dio en Moncloa la consigna de que la asistencia era optativa?

Por ahí empezó Casado a criticar a Sánchez en la intervención en la que anunció que el PP se abstendría en la votación: «Qué envidia observar a Angela Merkel y a Emmanuel Macron dirigirse a la nación para liderar la lucha contra la pandemia». En realidad, el presidente francés pronunció una intervención televisiva, que es lo que le encanta a Sánchez, pero en Francia el presidente no va al Parlamento a defender sus iniciativas. Merkel sí lo hizo este jueves después de pactar las medidas con los presidentes de los ‘Länder’.

Casado se enfrentaba a una tarea complicada. Elogiar a Merkel y Macron por su protagonismo, pero sin respaldar de forma específica sus medidas más drásticas, que en el caso de Francia suponen restricciones a la actividad económica mayores que las existentes en España. Lo segundo le hubiera obligado a dejar en evidencia al Gobierno madrileño de Isabel Díaz Ayuso, cuya última invención mágica es el cierre de la comunidad por días y sólo durante los puentes de noviembre. No tiene base legal para ello, aunque al final el Gobierno lo autorizó.

Todo da un poco igual, porque la prioridad de Ayuso es hacer de punta de lanza contra Sánchez. Después están las consideraciones económicas y en tercer lugar las medidas sanitarias. Ciudadanos se queja en privado de estas «absurdas maniobras victimistas» de su aliada en el Gobierno regional, pero en público no se atreven a tanto.

Casado insistió en dar información falsa sobre las respuestas legales en otros gobiernos de Europa. Lleva meses haciéndolo. «Esto no lo hace ningún país europeo. Hay que salir de la excepcionalidad», dijo sobre el estado de alarma. Macron acaba de decretar un estado de emergencia, que ya estuvo en vigor en la primavera. Italia ha ido prorrogando el suyo desde entonces y ahora su Gobierno pretende alargarlo hasta enero. Los medios de comunicación han informado ampliamente de estas noticias, pero Casado no se da por enterado.

El ministro de Sanidad puso fin al trato diplomático que ha dado a la oposición en la mayoría de sus intervenciones. No es que Illa enfadado sea como Hulk. Esta vez, sí entró en el plano personal contra Casado y metió el dedo en la herida que se ha abierto entre el PP y Vox. Para dudar de ella. «Esto se ha convertido en unas primarias de la derecha. Entre usted y el señor Abascal. Pili y Mili», le acusó con el fin de volver a situarlo junto a la extrema derecha.

Sobre este punto, Mili –es decir, Santiago Abascal– pudo apreciar que en el grupo del PP le tienen ganas ahora. Llamó a Casado «líder de la oposición servil». Afirmó que el partido de Casado, como oposición al Gobierno, está por detrás de Felipe González, porque este dijo que el estado de alarma es «una puñetera locura». Un diputado del PP gritó en el escaño: «Qué mal perder tienes». Don Pelayo no habría tolerado tamaña ofensa, por lo que Abascal respondió: «Qué nerviosos se ponen en el Partido Popular. No he visto en la Cámara ningún grupo que se comporte con menos educación». Por una vez hay que decir que el líder de Vox tiene razón. No se había fijado en ese detalle hasta ahora.

El Gobierno obtuvo 194 votos a favor de extender el estado de alarma durante seis meses, que es más o menos la mayoría que aspira a conseguir en la votación de los presupuestos. Cometería un error si pensara que eso le da un amplio margen para el futuro. El desplante de Sánchez al Parlamento es difícil de entender en un Gobierno sin mayoría absoluta. Gabriel Rufián recordó que su aportación en la negociación fue decisiva para que el presidente comparezca al menos una vez cada dos meses con la misión de rendir cuentas. «Es absolutamente inadmisible que ustedes tuvieran la intención de aprobar una suspensión de derechos fundamentales tan enorme como la que supone un estado de alarma sin pasar ni una sola vez durante seis meses por sede parlamentaria. Ya vale». Es decir, están jugando con fuego.

Sánchez no se dio por aludido. No podía, porque hacía algún tiempo que se había largado del hemiciclo.

Publicado en Coronavirus, España | Etiquetado , , | Deja un comentario

Un juez y la Guardia Civil derrotan por goleada a Ian Fleming y Frederick Forsyth

Uno de los fracasos más evidentes del procés independentista fue la ausencia de apoyo exterior. El listón estaba muy alto. Carles Puigdemont intentó convencer a los catalanes de que EEUU y la Unión Europea no tendrían más remedio que reconocer la independencia de Catalunya si triunfaba el referéndum. Nada de eso ocurrió después del 1-0, a pesar de que los medios de comunicación de Madrid estaban muy alarmados por los esfuerzos de la Generalitat por vender su mensaje en el extranjero. Al final, lo que llegó del exterior fue el previsible apoyo de los gobiernos europeos al Gobierno español –sólo debilitado por las imágenes de cargas policiales a votantes del 1-O– y mucho ruido. Como el procés tiene una vertiente jurídica posterior que es poco menos que una historia interminable, quizá no deban sorprendernos los argumentos aparecidos en un auto de un Juzgado de Instrucción de Barcelona. Más que ruido, es un espectáculo.

La detención de tres pesos pesados del procés, aunque sin cargos públicos en el momento de los hechos, ha vuelto a sacar a la luz los trabajos de la Guardia Civil como policía judicial en distintas investigaciones. Los oficiales que aportaron informes a las causas y testificaron en las vistas correspondientes, como el teniente coronel Baena, vieron ignoradas varias de sus conclusiones en el juicio del Tribunal Supremo y sufrieron una rotunda derrota con la absolución de Josep Lluís Trapero en la Audiencia Nacional. Ahora vuelven a la carga y, a tenor de sus aportaciones que aparecen en el auto del juez Joaquín Aguirre, corren el riesgo de quedarse en materia prima de titulares escandalosos en la prensa.

El contenido del auto no debe hacer prejuzgar una investigación que lleva declarada secreta desde hace un año y de la que no se sabe lo suficiente. Se investiga un presunto fraude en subvenciones de la Diputación de Barcelona, pero en ese árbol han crecido ramas tan diferentes como la financiación de la estancia de Carles Puigdemont en Bélgica y las actividades de Tsunami Democràtic. Sin embargo, no se debe considerar irrelevantes los «indicios de criminalidad» con los que el auto justifica los registros realizados el miércoles en varios domicilios. Ahí es donde empieza un relato de los hechos que combina las andanzas de un personaje estrafalario del procés con la fantasía aportada por la Guardia Civil. Sigue leyendo

Publicado en España, Rusia | Etiquetado , , , , | Deja un comentario

Qué difícil es que los políticos conozcan la diferencia entre un botellón de jóvenes y una fiesta de lujo

Quédate en casa a menos que sea imprescindible salir. No llenes los bares. No es el momento de hacer fiestas. No te reúnas con más de seis personas. Guarda la distancia de seguridad. No te veas durante mucho tiempo con otros en un espacio cerrado. Piensa en aquellos a los que podrías contagiar sin saberlo. Protege el sistema sanitario para que no ocurra lo que sucedió en primavera. De forma constante, el ministro de Sanidad ha advertido a la opinión pública de que es imprescindible «cumplir estrictamente la orden de no reunirse más de seis personas, excepto en el trabajo y los ámbitos que suponen excepciones». Hace unos días, Salvador Illa dijo: «Nos esperan cinco, seis meses muy duros si todo va bien». Pero no tan duros como para rechazar la invitación a asistir a la fiesta organizada por El Español en la noche del lunes en el Casino de Madrid para celebrar su aniversario.

¿Cómo puede el ministro de Sanidad justificar su presencia en un acto de estas características cuando ha suplicado a la gente que restrinja al máximo sus contactos sociales? ¿Hay dos reglas, una para los ciudadanos de a pie y otra para la élite política y empresarial del país? En términos epidemiológicos, ¿en qué se diferencia en cuanto a riesgo de contagio un botellón con jóvenes en un parque público de una fiesta en que los invitados están sentados en mesas circulares conversando durante más de una hora?

Illa no fue el único ministro que acudió al acto. También estuvieron los de Justicia, Defensa y Cultura, así como la fiscal general. Además, los presidentes de las Comunidades de Madrid, Murcia y Castilla La Mancha, y el alcalde de Madrid. Prácticamente toda la cúpula del PP, incluidos Pablo Casado, Teodoro García Egea y Ana Pastor. Una amplia representación de la élite empresarial del país. Y hasta el jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Miguel Ángel Villarroya, ese que se hizo famoso en las ruedas de prensa de hace meses con su frase «todos los días son lunes en tiempos del coronavirus».

Este lunes, cumplió con su deber en las trincheras de esa guerra entrando con el uniforme lleno de condecoraciones en el Casino de Madrid para recoger un premio concedido a las Fuerzas Armadas. Sigue leyendo

Publicado en Coronavirus, España, Periodismo | Etiquetado , , | Deja un comentario

La gente quiere tener hospitales y también médicos, y todo a la vez no puede ser

La gente empieza a estar cansada de que los gobernantes les pidan «moral de victoria», como Pedro Sánchez, de que les digan que tienen la solución jurídica perfecta para solventarlo todo, como Pablo Casado, o que les pidan más sacrificios sin que el horizonte esté claro. Quizá la gente esté cansada sin más con independencia de lo que digan los políticos. Al menos en Madrid tienen además la oportunidad de quedarse perplejos ante el milagro de la multiplicación de los hospitales que ofrece la presidenta, Isabel Díaz Ayuso, que ha superado algunas de las cotas en materia de suspensión de la incredulidad que ella ha alcanzado en esta crisis. Todo gracias al llamado «hospital de las pandemias» –¿acaso a los demás hospitales no se les puede llamar así cuando han atendido a miles de enfermos de Covid-19 desde hace meses?– que se supone que estará construido en unas semanas.

Es un hito histórico. Las pirámides, el acueducto de Segovia y la Alhambra de Granada. Y ahora el hospital de las pandemias. No han contratado médicos para que trabajen en él, ¿pero quién debe preocuparse por esas nimiedades? Tampoco saben cuántas plantas pondrán en la recepción. La gente quiere saberlo todo y no puede ser.

Si ya era difícil seguir el paso de Díaz Ayuso cuando presumía de que ella había salvado no ya a Madrid, sino a toda España, ahora resulta más complicado con la declaración del estado de alarma, que en la práctica concede a los gobiernos autonómicos la capacidad de tomar las decisiones más difíciles. El PP acusó al Gobierno central de desentenderse de la pandemia y le exigieron que tomara el mando. Cuando en Moncloa dieron ese paso en relación a Madrid, montó en cólera, porque la Comunidad no necesitaba ni sugerencias ni mucho menos órdenes. Ahora con el segundo estado de alarma y el descenso de los contagios en Madrid, deberían estar más relajados, pero es difícil dejar la droga de la confrontación. Sigue leyendo

Publicado en Coronavirus, España | Etiquetado , | Deja un comentario

Ya tenemos el segundo estado de alarma y no podemos fingir que eso nos sorprende

En el cine, ya sabemos que las secuelas son mucho peores que las películas originales. En política, ocurre algo parecido. En una situación como la de la pandemia, es casi inevitable. La llamada fatiga de pandemia afecta a todo el mundo y nadie debe sentirse mal por estar desmoralizado. Sabíamos que esto podía pasar, aunque confiábamos en que algún giro inesperado de los acontecimientos nos diera algo de esperanza. No ha sido así y cuanto antes lo asumamos, mejor. Pedro Sánchez compareció el domingo para anunciar la llegada del segundo estado de alarma, precisamente en la semana en que todos los gobiernos europeos han admitido que la segunda oleada del coronavirus ya está aquí. Era cuestión de tiempo. No se trata de un confinamiento como el de la primavera, aunque las consecuencias para la economía española serán igualmente graves.

Las pandemias cuentan con su propio calendario, que no tiene nada ver con los intereses de los políticos y las necesidades de los ciudadanos. Saben cómo castigar a los gobiernos que intentan aparentar que no es imprescindible dar una respuesta radical. Ha ocurrido a lo largo de la historia y el siglo XXI no es una excepción.

Sánchez entrega a las CCAA el instrumento legal con el que podrán tomar las medidas necesarias para intentar restringir la movilidad de los ciudadanos, y por tanto los contagios. La más llamativa es la del toque de queda nocturno, que ya han decidido varios gobiernos autonómicos en algunas zonas. Por cierto, cuidado con utilizar esas palabras. El presidente preferiría una expresión «más contemporánea». No lo llaméis toque de queda. «Esto es una restricción de la movilidad nocturna», dijo. Como el toque de queda de toda la vida, pero más moderno. Esto es como si te caes de un precipicio y un político te dice que no digas caída, sino acercamiento repentino al nivel del mar. Sigue leyendo

Publicado en Coronavirus, España | Etiquetado , , | Deja un comentario

Cosas que hacer en sábado cuando no estás muerto

‘Matar a un ruiseñor’, ‘Algunos hombres buenos’ y otras películas de juicios.

–Los secretos de una legendaria escena de ‘En busca del arca perdida’.
–‘Un romance muy peligroso’ fue la película que convirtió a George Clooney en una estrella.
–Un clásico como ‘Dentro del laberinto’, de Jim Henson, fue un completo fracaso de taquilla.

–Cómo se hizo la escena del helicóptero pasando bajo un puente en ‘Terminator 2’.
Borat hace un cuestionario sobre el coronavirus a Jimmy Kimmel.
–Patrick Stewart coincidió con un tal Sting en el rodaje de ‘Dune’. No sabía quién era. Aquí cuenta una divertida conversación con él.
Las mejores imágenes del concurso de fotos aéreas hechas con drones.
Cómo escapar de la erupción de un volcán con el ejemplo de Pompeya.

Publicado en Cine, Cosas del sábado | Etiquetado , | Deja un comentario

¡Dios mío!, hay trozos de Abascal por todas partes

Pablo Casado tardó mucho tiempo en entrar en el hemiciclo. Ocupó su escaño no mucho antes de que le tocara intervenir en la segunda jornada de la moción de censura. ¿Estaba preocupado dando vueltas a su discurso? No, estaba sacudiendo con ganas al punching ball y rompiendo a sudar. Cuando subió a la tribuna, ya llevaba los guantes puestos. Santiago Abascal no lo vio venir y cuando se quiso dar cuenta ya estaba en el suelo con la ceja partida.

El líder del PP comenzó con cuestiones de oportunidad política –»nos hace perder el tiempo» en mitad de una pandemia–, pero pronto pasó al plano personal. «Su única aportación es Vistalegre [el mitin de Vox donde Ortega Smith abrazó a todos con el virus que se había traído de Milán] y un autobús descapotable», desde el que Abascal saludó a sus seguidores en la manifestación motorizada por las calles de Madrid.

Luego le llamó vago, ingrato, chaquetero y cómplice del Gobierno de Pedro Sánchez. Volaron los golpes sobre el cuerpo inerte del líder de Vox. Como se vio en sus réplicas, no sabía cómo protegerse ni tenía fuerzas para responder con sus puños. A la paliza, respondió con una mirada con la que solicitaba compasión. No la recibió. Sigue leyendo

Publicado en España | Etiquetado , , , | Deja un comentario