Sanders lanza el aviso definitivo a sus partidarios

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El camino de Bernie Sanders, improbable y emocionante al mismo tiempo, ha tocado a su fin con la votación en la convención demócrata. Es un formalidad, porque el resultado en las primarias demócratas estaba claro. Más allá del poder del aparato del partido, que no juega allí el mismo poder abrasivo que en Europa, más allá del poder del dinero, que Sanders conjuró con un sinfín de pequeñas donaciones al estilo de lo que había hecho Obama, más allá de la influencia menguante de los medios de comunicación que trataron al senador de Vermont como una simple anécdota, Sanders compitió duramente, sin restregar su campaña por el barro y perdió.

Hillary Clinton obtuvo 15,8 millones de votos en las primarias demócratas. Sanders, 12 millones. La diferencia fue de 3.775.437.

Sanders hizo posible una gran movilización popular dentro y fuera del Partido Demócrata. En los estados en los que podían votar personas no registradas como demócratas, tuvo excelentes resultados. Ellos y ellas no formaban parte del proceso con el que el partido elige a su candidato presidencial. No querían elegir al mejor candidato posible frente a los republicanos. Pretendían elegir a Sanders. Al no conseguirlo, su decepción o ira es comprensible, pero no es el factor que va a desequilibrar las elecciones de noviembre. Muchos no iban a votar de todas formas al candidato demócrata. Y sobre aquellos que podrían hacerlo, eso dependerá de cómo sea la campaña de Clinton, no de lo que diga Sanders en un discurso.

Vámonos 16 años atrás. Al Gore no perdió las elecciones ante George Bush porque un número significativo de votantes apostaron por Ralph Nader. Esos votos no eran de Gore ni le fueron robados en el último instante. Las perdió porque fue incapaz de ilusionar al número suficiente de personas para compensar la fortaleza del rival y superar la forma en que el sistema electoral en muchos estados impide que probables votantes demócratas puedan ejercer su derecho. Los votantes no son propiedad de los partidos, tampoco en EEUU.

Desde luego, que la derrota haya sido ante alguien como Clinton, cuya misma trayectoria es una de las razones por las que Sanders decidió lanzarse a esta empresa quijotesca pero no irracional, es un motivo más para ese enfado que se ha podido ver en el arranque de la convención, una materia prima excelente para los medios. Es legítimo. Estas convenciones son un gran espectáculo, se conciben como tales, y cualquier cosa que se sale del guión es noticia, por definición.

Pero a la hora de la verdad lo que cuenta es lo que pasará en noviembre. Y ahí Sanders ha dado la pista definitiva con sus palabras. Las importantes no son aquellas en las que dijo en la convención que hay que votar a Clinton, sino las que pronunció ante los delegados de California: «Es muy fácil abuchear, pero es más difícil mirar a la cara a tus hijos, que vivirán bajo una presidencia de Donald Trump».

Al igual que en la segunda vuelta de las elecciones francesas que enfrentó a Sarkozy Chirac y a Le Pen, esos votantes se enfrentan ahora ante una tesitura nada apasionante. Ya deben de saber a lo que se arriesgan, excepto aquellos adeptos a esa idea de ‘cuanto peor, mejor’, que sólo lleva a la derrota y a encadenar después más derrotas.

Los votantes de Sanders en las primarias han tenido la oportunidad de probar algo que les estaba vedado hasta ahora. Influir en las decisiones de uno de los dos grandes partidos políticos de EEUU. Tomemos uno de los temas que más les moviliza (pero no a la mayoría de los votantes demócratas, según los sondeos): el libre comercio. 2016 ha girado el debate sobre este asunto en EEUU sobre los grandes tratados de libre comercio, aceptados hasta ahora como una acto de fe por los principales cargos electos del partido. También hay que decir que ha influido poderosamente en ese debate la victoria de Trump en el bando republicano.

No se puede decir que esos tratados (el TPP o el TTIP) sean ya historia, pero por primera vez en décadas existe una discusión que hasta este año no existía para el establishment. El resultado de ese proceso aún es incierto. Hay una cosa que no deja lugar a dudas: la participación de Sanders en las primarias ha sido un factor clave en el cambio del eje de discusión. No las manifestaciones, ni la movilización que procedía desde ámbitos que siempre han estado en contra de esos tratados.

Ahora hasta Clinton dice que está dispuesta a renegociar NAFTA si sale elegida. Eso no habría ocurrido sin Sanders en las primarias.

El siguiente paso es decidir qué hacer en noviembre. Pueden por despecho o por su rechazo total a la figura de Clinton (y hay múltiples razones de peso para sustentar esto último, pero eso queda para otro día), dejar que un multimillonario racista, un estandarte del 1%, se haga con el poder. Pueden permitir que una versión delirante de Marine Le Pen con peor peinado llegue a la Casa Blanca.

Y luego tendrán que mirar a sus hijos.


Texto íntegro del discurso de Sanders en la convención demócrata.

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