Trump aún no tiene guión ni actores para su reality

Los espectadores siempre esperan conocer el desenlace de la serie o el reality antes de que acabe. Como eso es imposible, inundan la red de especulaciones sobre lo que puede ocurrir, y algunos son buenos en eso. Pero al final es el creador del programa televisivo el que sabe qué ocurrirá en cada momento.

Sólo Donald Trump cuenta con todas las claves del reality que comenzará el 20 de enero protagonizado por él y con un montón de personajes secundarios. ¿Quiénes formarán parte de su Gabinete? ¿Quiénes serán los que estén en la segunda línea de nombramientos totalmente fundamentales en gigantes burocráticos como los departamentos de Estado y Defensa? ¿Quién será el que con un cargo aparentemente menor en la Casa Blanca tenga la mayor influencia sobre el presidente? ¿A quién habrá que escuchar con atención sobre las relaciones con Oriente Medio, Rusia o la OTAN?

«¡Yo soy el único que sabe quiénes serán los finalistas!», dijo en la noche del martes. Habrá que espera a que emitan el programa en directo. El jurado está compuesto por una sola persona. Sus familiares también tienen algo que decir al respecto.

Y luego dicen que la gente hace demasiadas comparaciones en Twitter entre la realidad y ‘Black Mirror’.

El proceso de transición entre las dos administraciones está siendo tan caótico como era de prever, viendo lo que fue la campaña de Trump. Obama ha puesto todas las facilidades hasta el punto de que muchos de sus antiguos votantes han quedado perplejos al comprobar que su amado presidente contempla este trasvase de poderes como si el nuevo inquilino de la Casa Blanca fuera un tipo de lo más normal. Alguien al que hay que desearle que tenga el mayor éxito posible porque su éxito será el del país. No está claro si se refiere a una política xenófoba hacia los inmigrantes sin papeles, al nombramiento de jueces del Tribunal Supremo para anular la sentencia Roe vs. Wade que legalizó el aborto o a la reducción de los impuestos a los más ricos. Obama no ha concretado tanto.

Otros presidentes que ganaron las elecciones tenían preparados algunos nombramientos y planes para el caso de victoria. Trump no había hecho nada sea porque no creía que fuera a ganar o porque, según ha aparecido en algunos artículos, creía que adelantarse a los acontecimientos le daría mala suerte.

La transición depende de que el presidente electo forme un equipo que se ponga en contacto con la Administración saliente para que reciba la información necesaria. Además, debe proponer los nombres de las personas que ocuparán los cargos disponibles, no sólo los futuros ministros. EEUU no es como el Reino Unido. No se nombra a unos ministros y estos se ocupan de todo. No hay un Civil Service que asegure el funcionamiento de la Administración. Se trata de designar a miles de personas. En EEUU, los cargos de designación directa son muchísimos, y de ahí que sea tan útil ese periodo que va del día de las elecciones al 20 de enero, cuando toma posesión el nuevo presidente.

En menos de 10 días, Trump ha ofrecido una riada de titulares. Comenzó eligiendo a los dos puestos clave de la Casa Blanca. El jefe de gabinete será Reince Priebus, un tipo que le servirá de mediador con el Partido Republicano, porque esa fue la función que tuvo en la campaña como presidente del Comité Nacional Republicano. Su principal consejero y jefe de estrategia será Stephen Bannon, un ultraderechista que dirigía Breitbart News, una web informativa emisora de conspiraciones e ideas extremistas que convierte a Fox News en un ejemplo de imparcialidad y periodismo serio y riguroso. Bannon fue desde agosto el principal consejero de la campaña de Trump (sin contar a la familia).

Por entonces, el equipo de transición lo llevaba Chris Christie, al que se le suponen conocimientos sobre el funcionamiento de la Administración al ser gobernador de New Jersey, y que había apoyado a Trump en las primarias republicanas desde el momento en que tuvo que retirarse de la pelea. Pero unos días después entró en escena el que va a ser el elemento clave del nuevo Gobierno de Trump: la Familia (sí, en mayúsculas).

Christie perdió el puesto, según varios medios norteamericanos, por la influencia de Jared Kushner, yerno de Trump. Cuando Christie era fiscal, consiguió que el padre de Kushner fuera condenado a dos años de prisión por evasión fiscal y realizar donaciones ilegales a campañas. Hay cosas que no se olvidan.

Christie ha sido sustituido por el vicepresidente electo, Mike Pence. Eso ha contribuido a retrasar todo el periodo de transición.

En el Departamento de Estado y en el Pentágono, aún no saben nada del equipo de Trump. Nadie se ha puesto en contacto con ellos para acordar la transición, lo que es un detalle que no carece de interés por aquello de que EEUU es el país más poderoso del mundo. Tampoco tienen noticias en el Departamento de Justicia. Había unas personas que se ocupaban de asuntos de seguridad y defensa, pero han sido despedidos porque fue Christie quien los puso ahí (algo desmentido por un portavoz de Trump). Uno de los caídos en desgracia es el congresista Mike Rogers, del que se decía que podía ser el nuevo director de la CIA.

Han llegado en su sustitución dos excongresistas republicanos y Frank Gaffney, según el WSJ (también lo ha desmentido el equipo de Trump), que ocupó un puesto de alto cargo en el Pentágono en la época de Reagan, pero que es más conocido por dirigir un think tank (más tank que think) que promueve ideas islamófobas y que suscribe casi todas las teorías de la conspiración imaginables. Sostiene que los Hermanos Musulmanes se han infiltrado en la Administración de EEUU, que Sadam Hussein fue el responsable del atentado contra las torres gemelas en 1993 y contra un edificio federal en Oklahoma City (obra de ultraderechistas), que el logo de la Agencia de Misiles de EEUU esconde la sumisión de EEUU al Islam, y que Obama es un musulmán en secreto.

Eliot Cohen, exalto cargo del Departamento de Estado en la época de Bush, había recomendado a los expertos conservadores en esos temas que concedieran el beneficio de la duda a Trump y se mostraran dispuestos a colaborar con la nueva Administración. Resulta que tuvo un contacto con el equipo del nuevo presidente, un amigo suyo, y salió despavorido de la experiencia. «Están furiosos, son arrogantes, gritan ‘vosotros perdisteis’ («you LOST», en el original). Va a ser desagradable».

Cometió el terrible error de proponer nombres de personas que podían ser elegidos para algunos cargos siempre que los ministerios fueran dirigidos con gente con reputación y experiencia. Parece que esta condición fue considerada una provocación intolerable.

Cohen es un tipo de derechas. Es cierto que es de los que se opusieron a Trump. Pero no nos engañemos. No es un moderado. Ha comentado estos días que John Bolton podría ser un secretario de Estado muy capaz. Sí, ese Bolton, el neoconservador que fue embajador en la ONU con Bush a pesar de que no ocultaba su desprecio por esa institución y que pretendía que EEUU invadiera Irán cuando la Administración de Bush no había digerido aún la ocupación de Irak.

En un artículo posterior en el Post, Cohen dijo que, para el típico republicano especialista en estos asuntos, participar en los primeros compases de esta Administración «supone un alto riesgo de ver comprometida la integridad y la reputación». Cohen dice que Trump «se ha rodeado de mediocridades cuya principal cualificación parece ser la lealtad absoluta».

Esto último no es una gran novedad. Lo segundo, no lo de las mediocridades. Los nuevos presidentes valoran por encima de todo la lealtad en muchos de los primeros nombramientos. Aquellos que les apoyaron en la campaña son los primeros que recibirán el premio. El problema de Trump es que la mayoría del establishment republicano en temas de Exteriores y Defensa apoyó a otros candidatos o no ocultó su rechazo al millonario.

Lo lógico sería que ahora tendiera puentes e hiciera las paces con los republicanos más valiosos. Más aún si hablamos de un presidente que nunca ha servido en la Administración, no ha tenido un cargo electo ni tiene experiencia en asuntos militares y diplomáticos.

Pero tiene a sus hijos y pretende que estos reciban los permisos de seguridad necesarios, los reservados a altos miembros de Estado y Defensa, para que puedan acceder al contenido del informe diario que recibe el presidente y que incluye, entre otras muchas cosas, las amenazas terroristas inminentes. Y tiene a su yerno, de 35 años y casado con su hija Ivanka, que parece tener mano en asuntos de seguridad, a pesar de que su currículum se limita al sector inmobiliario de Nueva York.

Ellos son los que tienen la llave del reality. El guión se está improvisando, los actores de reparto aún no están contratados, pero todos confiamos en que la gala inicial sea un gran éxito. No hay que descartar sorpresas pavorosas en los primeros episodios y tampoco está muy claro cómo evolucionará la trama. Los ciudadanos norteamericanos han dejado de ser votantes y han pasado ahora a ser espectadores.

Realmente, no sé por qué la gente está tan preocupada por la llegada de Trump a la Casa Blanca.

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