Trump no decepciona al campeón de las teorías de la conspiración

Decía hace unos días que Trump se estaba hundiendo más y más. Como un avión que entra en barrena y en el que la flecha del altímetro da vueltas a gran velocidad y los números indican el descenso en barrena. La caída continúa y no hay día sin una declaración que deja a casi todo el mundo con la boca abierta (como veremos, incluidos varios de sus partidarios).

La revista Time lo ha definido muy bien con una portada minimalista pero que lo dice todo en el ejemplar que ha salido este jueves. Minimalista, porque sólo tiene una palabra que ni siquiera es Trump. Derritiéndose.

meltdown

Está claro a qué película nos recuerda esta portada.

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El artículo incluye una frase muy reveladora de un asesor de Clinton:

«En el cuartel general de Clinton en Brooklyn, los asesores que aún curan sus heridas de las peleas con Bernie Sanders no se creen la suerte que tienen. Como en todas las campañas, los que se ocupan de la investigación observan cada acto público (del otro candidato), leen cada entrevista y guardan cada tuit. «En otras campañas, estaríamos recogiendo las migajas», dice un asesor de Clinton. «Ahora, estamos inundados. Él (Trump) puede montar un incendio en el desayuno, matar a una monja a la hora de comer y torturar con el waterboarding a una mascota a primera hora de la tarde. Y aún no habríamos llegado al prime time».

Uno se imagina a la gente que trabaja en esa campaña felicitándose con aplausos y ‘high five’ cada vez que su rival abre la boca. Y a muchos republicanos, en especial la gente que ha llevado antes campañas, leyendo en sus móviles la ocurrencia más reciente y conteniendo las ganas de lanzarlo contra la pared.

Al artículo le falta lo último. Porque, como dice la frase citada en Time, por muchas cosas que hayan pasado durante el día, aún queda el prime time para que Trump lance más bombas. La última fue a última hora del miércoles cuando dijo en un mitin que Obama (en realidad dijo «Barack Hussein Obama»; no había ninguna necesidad de ser sutil) era «el fundador de ISIS» y Clinton, la «cofundadora».

Una vez más, en vez de fijarse en los ataques de los demócratas hay que prestar atención a la forma en que los republicanos intentan defenderle ante unos medios de comunicación que ya se cortan muy poco. Entre otras cosas, porque Trump no se lo pone fácil después del exabrupto. Lean este diálogo del candidato en el programa de radio de Hugh Hewitt, en el que este intenta dar a la acusación un aire simbólico hasta que Trump le corrige. No intentaba hablar en términos generales de la responsabilidad de Obama y Clinton en los años que permitieron a ISIS hacerse fuerte en Irak y Siria. Ellos son los fundadores de ISIS, y no hay más que hablar.

Hewitt es un gran partidario de Trump. Hace lo posible para defenderlo contra sus propias palabras, pero no hay manera.

Después, en otro acto público Trump se reafirmó en la acusación y le añadió un chiste: ISIS debería dar a Clinton el premio de MVP, el jugador más valioso del grupo yihadista. Porque nada como incluir algún contenido humorístico al hablar del terror que sufren varios países de Oriente Medio a causa de ISIS.

Y luego un congresista de Texas, partidario de Trump, se presenta en un programa de CNN, utiliza la misma carta de intentar poner las palabras del candidato en un contexto más favorable, hasta que le recuerdan que no hay metáfora que valga y le repiten sus últimas palabras. El hombre duda y queda en evidencia finalmente cuando le preguntan cuál es el plan de Trump para derrotar a ISIS. Un par de segundos de silencio embarazoso y responde: «Bueno, mire, yo, yo… en relación a la batalla de ISIS, el Congreso tiene que dar los próximos pasos, y eso sería dar la autorización para el uso de la fuerza militar». Y sigue hablando de lo que puede hacer el Congreso. Los presentadores, misericordiosos, deciden dar por finalizada la entrevista.

Lo que mejor define la campaña de Trump no es, sin embargo, las críticas que recibe en los medios, los ataques demócratas o las excusas que sueltan los republicanos. Es lo que ha dicho en su programa Alex Jones, el predicador de todas las teorías de la conspiración en EEUU: «Y os digo que es fantástico hablar sobre ciertos cosas aquí en directo y luego escuchar a Trump repetirlas palabra por palabra dos días más tarde. Es increíble. Y demuestra lo centrado que está este tipo y que por eso están todos tan asustados con él».

Hay que reconocerlo. En este caso, Alex Jones tiene toda la razón del mundo. Sobre todo, por lo segundo, aunque el susto se pasa al leer las encuestas.

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