Corbyn adelanta a May en los sondeos y la deja en evidencia tras el incendio de Kensington

El incendio de la torre Grenfell ha ofrecido otro momento que ha distinguido a Theresa May de Jeremy Corbyn, una imagen que se suma al desenlace de las recientes elecciones generales. Ambos visitaron el jueves el lugar donde se produjo el incendio que acabó con la vida de 17 personas. La impresión que han dejado sus apariciones no ha podido ser más diferente. May se reunió con los responsables de los servicios de emergencia, incluidos los bomberos. Corbyn estuvo con las víctimas y les escuchó cuando contaron su situación.

Cada uno tiene responsabilidades diferentes, pero la impresión que dejaron no pasó desapercibida. May prefirió no verse con los damnificados. Sus asesores ya sabían que años atrás los vecinos habían exigido mejoras en los sistemas de seguridad del edificio que fueron ignoradas por la empresa encargada de su gestión y por el consejo local de Kensington y Chelsea, dominado por los conservadores por sus victorias en las elecciones locales. Reclamaron una revisión independiente de las condiciones de seguridad, pero su petición fue rechazada.

May optó por una visita segura y lo que consiguió fue la confirmación del descalabro de su imagen que había quedado patente con el resultado de las elecciones. Además de reunirse con las familias, Corbyn exigió que se instalen rociadores de agua en todos los edificios que lo necesiten, una medida que el Gobierno conservador de Cameron se negó a convertir en obligatoria. Su argumento era que podía perjudicar la construcción de casas, se supone que al hacerlas menos rentables para el promotor.

Esa no es la única lectura política que se puede hacer y que puede perjudicar a los tories. No fue una catástrofe natural imposible de prever, sino un desastre que podía ocurrir, como había sucedido en años anteriores, a causa de la falta de medidas de seguridad en muchas de estas torres de viviendas sociales en las que viven gente pobre o de clase media baja. El distrito de Kensington y Chelsea es uno de los más ricos de Gran Bretaña, pero en su zonas oeste y norte, donde se produjo el incendio, viven personas con los índices de renta más bajos de Inglaterra. La desigualdad de las condiciones sociales y económicas en este distrito donde viven unas 157.000 personas son extremas.

Tampoco se puede obviar el efecto de los años de austeridad en los presupuestos de las autoridades locales y de los servicios de emergencia. Hay 7.000 bomberos menos en Inglaterra desde hace cinco años, según cifras oficiales. «Míralo así, se supone que tienes que trabajar en un fuego un máximo de cuatro horas. Nosotros hemos estado aquí doce horas», dijo un bombero que estuvo trabajando en la torre.

El gasto extra que hubiera supuesto utilizar material no combustible en el revestimiento de ese edificio habría sido de 5.000 libras, según cuenta el viernes The Times. Un precio muy escaso para impedir la muerte de 17 personas y la destrucción de todo el patrimonio de centenares de vecinos.

La crisis provocada por la tragedia se une a la situación política creada tras las elecciones. Las tornas se han cambiado de una forma que pocas veces se ve en política. Según la última encuesta de YouGov, May se encuentra en los mismos niveles de popularidad –en este caso, habría que decir impopularidad– que tenía Corbyn en noviembre de 2016. En abril, May estaba en un +10, en la diferencia entre los que tenían una opinión favorable de ella y los que la tenían desfavorable. Ahora está en un -34. Corbyn ha pasado de estar hundido con un -42 a pasar a cero, es decir, están empatados los que tienen una opinión favorable o desfavorable de él.

En abril, los votantes tories apoyaban a May en un 85%. Ahora en un 57%. Corbyn ha pasado entre los votantes laboristas de un 40% a un 75%. La victoria en las urnas suele obrar milagros en la reputación de los políticos, pero en este caso no hay que olvidar que May ganó las elecciones, aunque sin mayoría absoluta. Corbyn perdió, pero subió en diez puntos el porcentaje de votos de su partido.

Al comenzar la campaña, May superaba a Corbyn en 39 puntos en la pregunta sobre quién sería el mejor primer ministro. Esa diferencia se ha reducido a cero.

Los números, aun siendo tan llamativos, no son tan importantes como la impresión general, inevitablemente subjetiva, extendida entre políticos y periodistas británicos. El programa electoral tory fue un desastre que los propios diputados conservadores criticaron con dureza tras el 8 de junio, algunos con el argumento de que había sido demasiado «honesto».

El programa electoral laborista se centraba en reivindicaciones muy apoyadas por la opinión pública y no era en absoluto el programa de la campaña de 1984 caracterizado entonces por su izquierdismo como una larga nota de suicidio. La mayoría de los medios de comunicación lo despreciaron el día antes de su presentación como símbolo de la ruina electoral que se avecinaba para los laboristas. Sus capacidades de análisis y pronóstico no resultaron muy buenas.

Se dijo antes de las elecciones que la única opción de los laboristas eran un gran aumento de la participación entre los votantes más jóvenes, hasta 24 años. Era una perspectiva no muy alentadora para ellos, porque en las elecciones de 2015 su presencia en las urnas no había llegado al 50%. La realidad desmintió esa impresión, no porque los más jóvenes no votaran a Corbyn, sino porque el apoyo que recibió dio un gran salto también entre la gente de más edad.

Un sondeo de YouGov con una muestra de 52.000 encuestados, el mayor hecho nunca después de unas elecciones, reveló que Corbyn ganó en todos los tramos de edad hasta los 49 años. La participación aumenta según el votante es mayor, lo que favoreció a los tories. Aun así, los laboristas mejoraron de forma sustancial entre la gente de edad mediana. En los 20 distritos en los que los laboristas ampliaron sus votos de forma más clara, el grupo de edad dominante era el que va de 30 a 44 años, no los más jóvenes. Es decir, aquellos más vulnerables en los temas sociales destacados por el programa de Corbyn: votantes con hijos en colegios o a punto de entrar en la universidad, que han sufrido un descenso en los salarios reales, con grandes pagos en hipotecas o alquileres, o parientes ancianos a los que cuidar. Aparentemente, gente que creyó que el programa laborista se centraba en sus problemas.

Otro factor relevante fue el nivel de educación. Cuanta más formación tenga el votante, más probable es que vote a laboristas. Eso se corresponde con la edad media de sus partidarios. Hay más licenciados entre la gente de menos de 50 años que entre los jubilados, que se han convertido en la única cantera segura de voto de los conservadores. Un 63% de ellos votó a los tories (un 24% a los laboristas). Entre los que trabajan a tiempo completo ganaron los laboristas, 45%-39%. Entre los parados, también, 54%-28%.

El ambiente de euforia que reina ahora entre los laboristas ha tenido consecuencias en su número de militantes. En los cuatro días posteriores a las elecciones, recibieron a 35.000 militantes más, lo que lleva su cifra total a 552.000. Antes de que Corbyn fuera elegido líder del partido, eran 200.000.

Los militantes son importantes, pero se llega al Gobierno con los votantes. Lógicamente, los tories no quieren saber nada de elecciones, pero la debilidad de su líder hace que muchos piensen que será difícil impedir una repetición electoral antes de que acabe el año. Hay 28 escaños tories en los que la diferencia de los conservadores sobre los laboristas es de menos de 2.000 votos. Ese dato permite llegar a la conclusión de que Corbyn puede ganar las próximas elecciones.

Esta entrada ha sido publicada en Reino Unido y etiquetada como , , , , , . Guarda el enlace permanente.